Por Mariano Pacheco/ Foto por Colectivo Manifiesto
La Marcha de la Gorra invita a salir a las calles no sólo en la masiva movilización, sino en actividades que se extienden durante semanas previas. Contrarrestar el Código de Faltas que rige hoy en la ciudad de Córdoba, repensar los lugares de las y los sujetos en la sociedad… una serie de reflexiones antes de la marcha de miércoles.
(A Esteban Rodríguez Alzueta)
“Sujeto-sujetado”, nunca tan a tono como aquella vieja definición para pensar nuestros modos de habitar la ciudad actual. Los modos que nos autoimponemos, en el mejor de los casos, pero también los que nos marcan desde el poder. “Marcar la cancha”, sostiene un antiguo refrán popular. Y de eso se trata también el capitalismo contemporáneo (financiero y territorializado): estamos sujetos a una estructura que no se sostiene solamente en la economía (trabajar), y en la política (votar los mejores representantes), sino también en una serie de costumbres que implican la distención, la diversión y el ocio (cada vez menos creativo).
En ciudades como Córdoba (aunque no sea la excepción de la Argentina, por más esfuerzos que el gobernador José Manuel De Sota venga haciendo para que lo creamos), regida por una lógica de “policialización” –de ocupación “militar” del territorio por parte de la policía–, a las típicas costumbres que nos sujetan (modelo familiar y de pareja, de amistades, etcétera), se le deben sumar las nuevas costumbres que los de arriba imponen a los de abajo.
Si aquello que el filósofo Baruch Spinoza denominó como pasiones tristes implica “separar a un cuerpo de lo que puede”, el Código de Faltas no es más que una expresión descarnada de estos afectos. Por eso tal vez la Marcha de la Gorra puede ser pensada como un ejercicio de despliegue en el territorio, que pivotea sobre las pasiones alegres de los colectivos movilizados. Trazar líneas de fuga, salirse de la norma que rige el modo de transitar la ciudad implica, entonces, gestar nuevos espacios-tiempo.
Porque los códigos anclan. Reglan los lugares. Fijan los cuerpos. Anudan a los sujetos a una lógica determinada (pre-determinada). Los devenires, por el contrario, trazan líneas desde las cuales es posible huir a las cuadriculas que los de arriba intentan todo el tiempo imponer para reglar nuestras conductas, para limitar nuestra imaginación.
Devenir imperceptible es una apuesta por gestar nuevas cartografías, trazar nuevos recorridos, conjurar los impedimentos que el Estado, a través del Código de Faltas, nos impone en la circulación por la ciudad. Se trata entonces de imaginar modos de interrumpir la “normalidad” de nuestra cotidianeidad.
Pensar-sentir-imaginar-crear una nueva cartografía donde desplazarse, ya no de un punto fijo a otro, sino experimentar nuevos modos de ser y habitar, el tiempo, el espacio, los afectos. Algo de eso se intentó gestar en la ciudad de La Plata, cuando hace unos años el grupo La Grieta propuso desarrollar esa iniciativa que llamó “La muestra ambulante”.
Algo de eso se viene gestando en Córdoba en torno de la Marcha de la gorra, no sólo con las masivas y creativas movilizaciones de cada noviembre, sino también en torno a sus actividades previas, cada vez más, más numerosas y más intensas.
Este miércoles 18, mientras el ballotage del domingo comience a ocupar con mayor intensidad la agenda pública del país entero, por las calles que alguna vez transitó Agustín Tosco, tal vez seamos capaces de abrir una vez más una brecha en el estado de cosas existente y contribuir a sumar un elemento más al proceso de resistencia y transformación.
Marcha de la Gorra: miércoles 18 de noviembre, 17 horas en Colón y Cañada, ciudad de Córdoba.