Por Nestor Kohan
Del Dossier “Bicentenario: la Independencia en debate”, producido conjuntamente por Marcha y Contrahegemonía. Este artículo es un fragmento del libro “Simón Bolívar y nuestra independencia. Una lectura latinoamericana”.
Las rivalidades
José Francisco de San Martín [1778-1850] constituye, junto con Simón Bolívar, uno de los principales líderes de las revoluciones de independencia de Nuestra América. La historia oficial —al servicio, consciente o inconscientemente, de las clases dominantes— suele enfrentar a los precursores de las luchas emancipadoras apelando a relatos unilaterales y malintencionados (“Bolívar dictador, bonapartista, ambicioso y autoritario”, “San Martín monárquico, militarista y aristocrático”, etc.). Con una mirada miope y sesgada, habitualmente localista, provinciana o regionalista, se defiende a un libertador a costa de insultar y denigrar al otro.
En Argentina, el general liberal Bartolomé Mitre [1821-1906], por ejemplo, creador de fábulas y mitos históricos de la burguesía, con el pretexto de cantar loas hagiográficas a San Martín (reducido a general limitadamente argentino e ideólogo de patrias chicas y separadas), no se cansa en sus libros de insultar y ensuciar al fundador de la Gran Colombia, esforzándose por hacer rivalizar ambas figuras, inventando un Bolívar codicioso y egoísta, que privilegia su prestigio personal y su ombligo por sobre la lucha continental. (Su corriente historiográfica llegó al extremo de aceptar como “pruebas documentales” cartas falsificadas y apócrifas para impugnar a Bolívar). Aunque con matices, comparten esa perspectiva historiográfica liberal el brillante Domingo Faustino Sarmiento [1811–1888], el más mediocre Vicente Fidel López [1815-1903] y el más divulgador Ricardo Levene [1885-1959]. En Venezuela Vicente Lecuna Salboch [1870-1954] y Rufino Blanco Fombona [1874-1944] y en Colombia Indalecio Liévano Aguirre [1917-1982], hacen algo sumamente similar… pero al revés. Reaccionan rechazando con justicia los mitos de Mitre y defendiendo a Bolívar, pero para eso se inventan a su vez un San Martín blanquito, europeo, aristocrático y oligarca (que si combate fuera de su país es… para dominar pueblos, no para liberarlos). En ambos campos se condensa una manera cristalizada y tradicional de (mal) comprender América Latina y a sus libertadores.
Mitos y leyendas
A despecho de esos mitos que los enfrentan de modo artificial dibujándolos recíprocamente como ambiciosos y codiciosos, los dos libertadores terminaron pobres, sin un centavo, habiendo combatido contra el imperio y entregado lo mejor de sus vidas por la emancipación de todo un continente. Ambos fueron traicionados y abandonados por las burguesías mezquinas, miopes y lúmpenes de sus respectivos países, incapaces —por su dependencia con los grandes imperios capitalistas de ayer y de hoy— de construir una gran, poderosa y unida nación latinoamericana. Por lo general, los relatos tradicionalistas que oponen a Bolívar contra San Martín y viceversa, suelen ser acompañados de sumisa admiración por “la gran democracia” norteamericana y sus fundadores “republicanos”… y esclavistas.
¿Cuál es la estrategia implícita en esos relatos y leyendas elaborados para contraponer y trazar falsas dicotomías entre los libertadores de Nuestra América? Dividir y fragmentar América Latina, generar y alimentar odios nacionalistas de patas cortas, celos mezquinos de parroquia y rivalidades patrioteras de pequeña aldea (que algunas veces contaminan, incluso, a escritores progresistas y de izquierda…). Entre muchas otras, la polémica que enfrentó en los años ’40 al argentino Eduardo Colombres Mármol (defensor de San Martín) con el venezolano Vicente Lecuna Salboch (defensor de Bolívar) sobre la entrevista de Guayaquil constituye una muestra de ese espíritu patriotero que una mirada latinoamericanista y contemporánea debe dejar definitivamente atrás.
El falso San Martín
El verdadero San Martín es alguien muy distinto al general blanquito y europeísta que dibujaron los liberales Mitre, Sarmiento, Levene, etc. (los únicos que leyeron Lecuna y Blanco Fombona) y, tiempo después, los escribas de las Fuerzas Armadas argentinas. Éstos últimos inventaron un San Martín militarista a imagen y semejanza de ellos mismos. Para todos ellos San Martín aparece invariablemente como un fanático “anti-bolivariano” cuando la realidad es y fue muy distinta…
En la historia real, San Martín escribió sobre Bolívar: “Puede afirmarse que sus hechos militares le han merecido, con razón, ser considerado como el hombre más extraordinario que ha producido la América del Sur. Lo que le caracteriza sobre todo y le imprime en cierto modo su sello especial es una constancia a toda prueba, a que las dificultades dan mayor tensión, sin dejarse jamás abatir por ellas, por grandes que sean los peligros a que su alma ardiente le arrastra”. Como bien recuerda Norberto Galasso en Seamos libres y lo demás no importa nada. Vida de San Martín en su vivienda el Libertador del sur tenía tres retratos de Bolívar: primero, una miniatura que le regalara personalmente el otro Libertador al terminar la entrevista de Guayaquil, segundo, un extenso óleo pintado por Mercedes, su propia hija, realizado a pedido de su padre y el tercero, una litografía cuyo dibujo fue realizado por Quesnet y litografiado por Frey. La litografía llevaba una frase que habría pronunciado Bolívar: “¡Unión, unión y seremos invencibles!”. San Martín colgó en su dormitorio esta litografía de Bolívar en 1824 y la mantuvo hasta la muerte, más de un cuarto de siglo después… ¿Por qué guardar imágenes y cuadros de Bolívar (durante más de 25 años) en su propia casa si eran “enemigos”?
A su vez, Bolívar escribió sobre San Martín: “El genio de San Martín nos hace falta y sólo ahora comprendo el porque cedió el paso para no entorpecer la libertad que con tanto sacrificio había conseguido para tres pueblos” (Carta de Simón Bolívar a Sucre, 7/11/1824).