Por Camila Parodi. Entre avances y retrocesos el aborto sigue siendo una práctica ilegal e inclusive penalizada en gran parte de Nuestra América. Aun así, los movimientos feministas continúan dando la batalla por el aborto legal, seguro y gratuito.
Desde sus inicios, en 1981, los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe marcaron una ruptura con aquellas políticas de proyección global que imponían una falsa unidad homogeneizadora instalada por el proyecto occidental. En ellos mujeres que, indignadas con la desigualdad, la explotación y la exclusión surgidas de años de dictaduras y neoliberalismo, decidieron construir un espacio de reflexión, discusión política y creación de alternativas ante ese contexto de desamparo.
A veinticuatro años de la declaración del 28 de septiembre como el Día por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe, en el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, hoy se da un marco de permanente lucha y movilización.
Los movimientos populares de mujeres de la región también interpelados comenzaron a ser parte de aquellos debates que en un inicio eran propios de un feminismo académico o “burgués” como se supo decir. Así el feminismo latinoamericano se caracterizó en las últimas décadas del siglo XX por la mixtura de mujeres indígenas, campesinas, lesbianas, migrantes y trabajadoras. Como concluye la periodista feminista Ana María Portugal en su libro “Entre la democracia y la utopía”: “la convergencia entre movimiento feminista y movimiento de mujeres fue el mayor aporte que dio América Latina al feminismo internacional”.
Con esa impronta tan particular, se realizó el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, donde más de dos mil mujeres se encontraron en Argentina en el inicio de la última década del milenio. En gran parte de la región las dictaduras habían quedado atrás pero las políticas de ajuste seguían dando pie a la desigualad, al desempleo y la marginación.
Feminización de la pobreza y aborto inseguro
La esfera político-social se encontraba fuertemente marcada por un proceso tanto de feminización de la pobreza como así también de la protesta social, ya que tal coyuntura les planteaba a las mujeres la necesidad de responder a estos nuevos desafíos. Para ello, fue necesario que en el eje de este encuentro se ponga la problematización de las relaciones del movimiento feminista con otros ámbitos sociales, la conformación de propuestas políticas, perspectivas y estrategias y en la movilización popular ante tantas injusticias, de forma tal que la fuerza de las mujeres no sea simplemente de resistencia, sino también de participación y organización.
A partir de los intercambios de las diferentes experiencias y resistencias compartidas por parte de las mujeres que participaron, procedentes de Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay y Perú, se puso de manifiesto que las complicaciones por el aborto inseguro y clandestino componen la primera causa de mortalidad de las mujeres en la región.
Con ese emergente en común, se redacta la declaración a favor del aborto como un derecho, y a partir de ella se crea la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe con el fin de lograr la movilización por el derecho al aborto y recordando la promulgación de la Ley de Vientres Libres en Brasil que se llevó a cabo en esa misma fecha cien años atrás y donde se declara al 28 de septiembre en como el Día del Derecho al Aborto de las mujeres de América Latina y el Caribe.
Avances, retrocesos y cuerpos expropiados
De esta forma la Campaña del 28 de septiembre por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe se propone luchar por una sociedad democrática donde las mujeres puedan decidir sobre sus cuerpos y proyectos de vida. Con el fin de que estas decisiones sean respetadas por la sociedad y garantizadas por los Estados. Desde hace 24 años movimientos sociales se organizan con estrategias en conjunto para continuar exigiendo y afirmando la ciudadanía plena de las mujeres sobre sus cuerpos, realizando acciones en cada territorio según la particularidad local.
Sin bien a lo largo de los años, los cambios culturales, sociales, políticos y legales fueron permitiendo avances en materia de derechos sexuales y reproductivos, siguen apareciendo trabas y obstáculos en el camino de la libre decisión. Efectivamente, la maternidad en nuestra sociedad sigue siendo entendida como obligatoria, y esta construcción social no hace más que seguir imponiendo lógicas patriarcales sustentadas por la moral religiosa sobre los cuerpos de las mujeres, cuerpos que continúan expropiados.
Por otra parte, mientras esta moral se mantiene como discurso hegemónico sobre el aborto a través de leyes punitivas que sólo sancionan y encarcelan a las mujeres pobres; en paralelo, la práctica del aborto en América Latina y el Caribe es un importante negocio clandestino, del cual sólo pueden verse “beneficiadas” aquellas que cuenten con los recursos, mientras que las que no tienen ese acceso corren riesgos de salud e inclusive de vida cada vez que deciden interrumpir un embarazo.
Como expresa la Campaña 28 de Septiembre, cada año, más de 4 millones de mujeres en América Latina y El Caribe deciden –a plena conciencia-abortar. Las legislaciones en la región regulan la práctica, en márgenes que van desde la autorización limitada hasta la completa prohibición; sin embargo, en cualquiera de estas circunstancias, las mujeres hacemos ejercicio del derecho a decidir, y cuando decidimos, abortamos.