Por María Cheb y Nadia Fink. En la noche del viernes, un militante social fue baleado por un jefe narco en un barrio de la ciudad santafesina. Mientras siguen esperando su evolución después de ser operado, sus compañeras y compañeros denuncian y construyen alternativas en el territorio.
Era la noche del viernes pasado cuando David M. recibió un disparo en el pecho en su casa de Villa Banana. El ataque había sido perpetrado por “Pandu”, a quien señalan como el nuevo líder narco de una zona en la que el centro comunitario Comunidad Rebelde venía gestándose.
David, de 29 años, participaba de ese espacio. Era de los que volvían a acercarse al espacio de Virasoro al 5000 que había nacido en las bases mismas de los escombros de un búnker de droga. En 2012, los vecinos y vecinas lo habían derribado y ahí, ladrillo a ladrillo, militantes de Tupac, Cuba MTR y JR Che se acercaron para construir un nuevo espacio junto con la comunidad.
Carolina Vicente es también militante del espacio. Es una de quienes tomaron la voz para contar lo que viven en esa y en otras de las barriadas populares de la ciudad y en comunicación con Che Barracas, detalla: “Tratamos de hacer las cosas que el Estado no hace, de lanzar una organización para luchar contra el narcotráfico, de darle una salida popular al barrio para que no tenga que vivir bajo el terror”.
En ese contexto venían construyendo “Comunidad Rebelde” hasta que un nuevo jefe llegó al barrio y el 2 de febrero pasado asesinó a Javier Barquilla, también militante del espacio, que intervino para defender a un compañero amenazado por la banda narco. “Javier era obrero de la construcción, era un padre de familia, y ahí tuvimos que salir a denunciar, a pedir justicia por él y dejamos a un lado por un tiempo lo del centro comunitario”.
Así empezó, entonces, la desilusión y la bronca de tener que enfrentarse a las fuerzas de seguridad: primero intentaron realizar la denuncia en la Comisaría N° 13, pero los policías se negaron a tomarla; luego se acercaron a la Comisaría N° 19 (ambas las pertenecientes al distrito) pero esta vez los policías de turno no quisieron registrar el nombre de “Pandu” como el responsable del asesinato. “Todo esto hace explícito el grado de impunidad con el que cuentan los narcotraficantes, están totalmente apañados por la fuerza de seguridad…”.
Después llegaron las marchas, las reuniones con la fiscalía y seguir el trabajo en el territorio para disputarles abiertamente a los narcos futuro que les plantean para las pibas y los pibes de las barriadas populares. “Y ahora, cuando estábamos por reabrir las puertas del centro comunitario, preparando una jornada cultural, de nuevo nos cae otro golpe de la misma banda”, agrega Carolina.
Ante el problema estructural que significa la proliferación del narcotráfico en Rosario, la complicidad con algunos sectores de la justicia, la ausencia del Estado en los barrios en cuanto a políticas populares y la excesiva presencia en sus fuerzas de seguridad abiertamente cómplices de las bandas y “liberadoras” de zonas donde mandan los narcos y sus armas de guerra; las organizaciones sociales responden con laburo militante, los narcos con el ataque ante cualquiera que se interponga en su negocio y la justicia con esbozos tibios de avanzar en los tantos expedientes que quedan cajoneados como “ajustes de cuentas”.
Mientras David sigue internado en grave estado después de ser operado en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez, sus compañeras y compañeros siguen pidiendo la captura de “Pandu” (que ya cuenta con al menos cuatro causas en su haber) y reclamando por un Estado que, desde todos sus poderes, deje de mirar para otro lado ante tanta desigualdad de recursos en la disputa de organizaciones sociales y narcos, ante tanta muerte joven, ante tanto futuro perdido y que hay que volver a construir, tenaz y solidariamente, una y otra vez.