El 20 de marzo de 1982 se realiza el Festival Rock del Sol a la Luna en la cancha de Estudiantes de Buenos Aires, en la localidad de Caseros, en el municipio de Tres de Febrero, Provincia de Buenos Aires. Hay una enorme cantidad de relatos sobre la participación de Sumo en ese festival y lo que vino después. Existe una historia oficial legitimada. Pero todavía hay voces que no se expresan, o no se las quiere escuchar. A lo mejor si las escuchamos podemos echar luz sobre algunos claroscuros que parecen intocables. Se elige ese camino para avanzar.
Por Pablo Nolasco Flores
¿Cómo pudo hacer una banda compuesta por un cantante italiano, un marinero devenido en guitarrista, un bajista inexperto y una baterista inglesa para empezar a tocar y en dos meses llegar a un estadio con miles de personas y después ganarse un lugar en el underground porteño? Tocar en el Café Einstein y Cemento, pasar por el teatro Astros (¿la cresta de ola?), festivales, Vélez y hasta llegar a Obras.
Los primeros dos años de Sumo fueron los más interesantes, experimentales y subversivos Animarse a derribar, cuestionar o problematizar lo que se dice y lo que está escrito. ¿Hasta qué punto nos sirven los mitos para comprender lo que realmente sucedió? ¿Y si es mejor abandonar el lugar común de mito y leyenda para comprender lo no dicho?
Abordar esos primeros dos años de la banda quizás brinden algunas luces para comprender lo posterior. Y para iluminar habrá que empezar por un nombre no tan conocido, o conocido pero oculto: Juan Carlos Carner, productor de Sumo de esos primeros años, quien llevó a la banda a tocar en la cancha de Estudiantes de Buenos Aires el 20 de marzo de 1982. Sí, en el festival ese que supuestamente Luca invita a Pappo a una carrera bebiendo vodka o ginebra hasta Rosario.
El estado del arte de la historia de Sumo dice que el Festival Rock del Sol a la Luna fue el bautismo de fuego para la banda. También dice que en ese festival tocaron Los Violadores y los Abuelos de la nada, inclusive hay imágenes en la cobertura que realizó la Revista Pelo y una enorme cantidad de testimonios, donde músicos de esas bandas aseguran haber tocado. Sin embargo, Lorenzo contradice esas versiones, explicando que a pesar de haber estado anunciadas las bandas, ellas no tocaron. “Yo estaba ahí, fui productor y conductor del festival”, dice Carner. Y agrega:
“Sumo generaba envidia, las bandas ensayaban años y años para tocar un par de
Juan Carlos Carner
veces por año, nadie entendía como una banda nueva con un puñado de ensayos pudieron
tocar en un festival realizado en un estadio de fútbol, ir de gira por el interior del país y hasta tener un patrocinador que los bancara, el sueño de muchos a pesar de que otras bandas o personajes del ambiente me puteaban por “comerciante”.
Quizás Carner trae un poco más de realidad. La historia oficial nos divinizó algo que realmente no supimos bien por qué sucedió. Sumo era mucho laburo. Con su respectivo reviente, por supuesto. Ahí comienza el ascenso. Porque todo lo novedoso y raro que empieza a subir despierta sensaciones cruzadas. Sumo era un embrollo, una confusión, un lío. El despegue trajo su ruido. Al respecto, Carner expresa: “Sumo generaba admiración y envidia, nadie criticaba a Luca, pero rechazaban a Steffanie por ser mujer, a Germán lo criticaban porque no era buen guitarrista además de tocar de espalda al público por su miedo escénico y Sokol zafaba como bajista. También hay que aclarar que salvo los amigotes del barrio que entraban gratis y se chupaban el alcohol de Luca, el público eran músicos que venían a ver un verdadero “punk inglés”, no la versión acicalada de los Violadores, venían a ver un cantante que cantaba con las tripas, que sentía y transmitía “algo” arriba del escenario.”
Hacía tanto calor en Estudiantes que ese día Stephanie eligió unos shorts muy cortos para tocar. ¡Los ingleses no están acostumbrados a cagarse de calor! Y claro, se ganó el rechazo de un estimable grupo de metaleros que le gritaban nada más y nada menos que: ¡PUTA! La masculinidad débil del rockero no se bancaba que una mina toque la batería más fuerte que un hombre. Es que la recaudadora de impuestos londinense le pegaba tan duro a los tachos que hasta el baterista de los Orions se sonrojaba.
De la historia oficial también aprendimos los problemas que Sumo tuvo por tener canciones en inglés. ¿Nunca se preguntaron porque las canciones en castellano llegan a ser , hasta cierto punto, banales y simples? A diferencia de eso, en las letras de Luca en inglés encontramos poesía, historias complejas y autocríticas profundas. Sobre todo, en la primera etapa. Sin embargo, en el primer año, para Sumo fue un problema sus canciones en inglés.
“Era un prejuicio, al comienzo del conflicto de Malvinas, toda la comunidad británica de Hurlingham vivían paranoicos, la madre de Timmy puso en venta la mansión estilo inglés y se fue a vivir a Uruguay como muchos otros vecinos y socios del Hurlingham Club. En algunos lugares como el pub de Castelar o Caroline de Palomar, era un problema para Sumo tocar y cantar en inglés. En Ciudad Jardín del Palomar el público en general eran hijos de militares.”
La primera etapa de Sumo se termina a los pocos meses de su nacimiento. Esa primera etapa
que se inició en octubre del 81 en el patio de la casona de Hurlingham termina en el mismo
lugar, el 12 de abril de 1982, sí, diez días después del inicio de la guerra de Malvinas, cuando
la frustración por tener que despedir a Stephanie Nuttal se digiere con asado y vino. Sumo
estaba tocando casi todos los días y ¡por culpa de Galtieri y la Thatcher el rock argentino se
perdió de una gran baterista!
Por ahí recibirán un mensaje desde un bar nocturno. La segunda etapa se inaugura con el
ingreso de Diego Arnedo, el más músico de todos, a tocar el bajo y Alejandro pasa a ocuparse
de la batería. La entrada de Diego al grupo fue una transformación rotunda: se convierte en el
corazón de Sumo, el que bombea la sangre al resto del cuerpo en cada toque de cuerdas.
También se suma un periodista que firmaba sus notas en el Expreso Imaginario como Leon
Melkiades que, paradójicamente, en su crónica por los 50 shows de Sumo, aparece una foto
de la banda dónde él aparece como parte de la misma. Pero en ningún momento el periodista
relata en su nota que forma parte. La escisión entre músico y periodista. Si, León Melkiades
era el seudónimo Roberto Pettinato.
En ese salto de calidad que da la banda, se sigue profundizando en el trabajo que se venía haciendo desde enero del 82. Lo que después fue Corpiños en la madrugada, el demo del que se hicieron 200 copias y se vendía en los shows que daban en los pubs. Quiero dinero. Sí. A Luca le importaba la plata. Como a cualquier persona que quiera sostener su vida material. Quizás la vida material de Luca era acotada: comida, alcohol, algún que otro artilugio. Pero lejos de esa idea romántica de colocar al artista como un ajeno a todo lo vinculado a lo material, todos los trabajadores, hasta los que hacen música, quieren su paga correspondiente por lo realizado. Y en el marco del crecimiento de Sumo, cuando comienzan los recitales en los circuitos de bares, había que juntar el mango. Por eso tantos proyectos artísticos. Sumo, Sumito, Ojos de terciopelo y hasta la Hurlingham Reggae Band. De ahí surge ¡Quiero dinero! La canción donde Luca les grita a Chaban, Helmut, Sergio Aistein (dueños del Café Einstein) que quería más guita para tocar. ¿Un chiste? Freud dice que los chistes son manifestaciones del inconsciente. Y también dice que el arte, como una canción, es una forma de sublimación donde el artista convierte sus fantasías en algo material. Carner cuenta que en esa primera edición de 200 casetes, Luca también lo nombra a él, pero parece que alguna mano amiga (o no tan amiga) borró esa parte al publicar la segunda edición. Eran épocas de poner en valor lo que hacía y tratar de poder vivir de la música.
Muchos de nosotros somos perdedores hermosos. Existen voces que dicen que Sumo plantó la semilla para el rock chabón de los noventa. Significados y significantes en etapas diferentes, porque los ochenta no son lo mismo que los noventa. No es lo mismo la primavera democrática, de la que tanta esperanza se tenía y tanta libertad parecía respirarse que la libertad de mercado de los noventa, la reina de todas las libertades. Con respecto al público de Sumo, Carner dice:
“Por otro lado, Sumo era una banda “media concheta”, no le gustaba a los rockeros
cuadrados. Su público eran los que seguían a Virus, Alphonso S’entrega, Diana Nylon, la
primera época de los Redondos, las Babyscuits, los Twuits, los Abuelos y otros. Mi estrategia fue mostrarlos en ese segmento, tenía claro que los rockeros y los metaleros no eran su público objetivo, no iban a los pubs porque no tenían un mango. El ambiente era el de los “premis” de Gurú Maharashi, gente loca con OSDE, que pagaban la entrada en los pub’s y consumían sin discutir.”
Es que las clases populares todavía no habían llegado al rock. Para eso faltaban un par de
años, algunas privatizaciones, otros tantos cierres de fábricas y algún que otro asesinato en
manos de la policía.
Las mejores fuentes expresivas de esa primera etapa que se cierra cuando ingresan Ricardo
Mollo a tocar la guitarra, Alberto Troglio en la batería, en reemplazo de Sokol, y cuando los
pubs porteños empezaban a quedar chicos, quizás sean las grabaciones que se publicaron en
los discos Perdedores hermosos y Time fate love. La etapa de la insospechada creatividad no
es que acaba. Se regenera. La etapa de desarrollo de Sumo comienza.