Por Ramiro Bringas
En un partido que aburrió a propios y extraños, Tigres y River no se sacaron ventaja en la ida de la final de la Copa Libertadores e igualaron 0 a 0. El equipo local fue muy pasivo y jamás mostró la rebeldía necesaria para vencer a su rival. El millonario neutralizó el juego de los mexicanos e hizo negocio en Monterrey.
El color y el calor que sacudía la tarde en Monterrey hacían prever que la primera final de la edición 2015 de la Copa Libertadores sería apasionante. Sin embargo, Tigres y River protagonizaron uno de los encuentros menos atractivo de los últimos años y apenas empataron 0 a 0. Es que prácticamente, no hubo situaciones de peligro en ninguno de los dos arcos y el local, que tenía la obligación de conseguir la ventaja para ir a definir con cierta tranquilidad la serie al Monumental, no pudo plasmar el juego que mostró durante gran parte del certamen y careció de rebeldía y hambre de gloria para intentar quebrar a un River que supo neutralizar y controlar el juego sin pasar mayores sobresaltos.
El comienzo del encuentro tuvo al equipo de Gallardo presionando la salida del conjunto mexicano, tratando de ahogar a Pizarro y Arévalo Ríos, encargados de gestar el juego en la mitad de la cancha para abastecer a los delanteros. Ante la imposibilidad de poder manejar la pelota, Tigres buscaba saltar la línea de volantes con pelotazos frontales a Gignac y Sobis, que eran sencillos de controlar tanto para Maidana como para Funes Mori, que sacaban todo lo que le tiraban. Con el correr de los minutos, River se fue acomodando al partido e incomodando cada vez más a su rival, que no lograba generar peligro más allá de alguna jugada aislada, como un centro de Damm que dio en el travesaño o un cabezazo de Rafael Sobis que contuvo un seguro Barovero. Esa primera mitad no dejó mucho para analizar y, así las cosas, el conjunto Millonario, que manejó sin problemas el mediocampo y tuvo el control de la pelota, aunque nunca tuvo profundidad para lastimar a su rival, se fue al descanso sin sobresaltos.
En el complemento, la cosa no cambió demasiado. River siguió presionando la salida de la defensa y el medio de Tigres, imposibilitando la generación de juego del local. Claro que el plan inicial debió sufrir modificaciones: Mora y Tabaré Viudez dejaron la cancha por distintas molestias y en sus lugares ingresaron Bertolo y Pity Martínez, que en esos primeros minutos le dieron mayor velocidad y juego a un ataque que hasta allí había sido pobre.
Los minutos se consumían y al equipo de Gallardo le fue cerrando cada vez la idea de volver a casa con la igualdad. Para colmo, Tigres no lograba generar situaciones y recién promediando la segunda etapa, un tiro libre de Jiménez puso en aprietos a Barovero, que despejó al corner. La jugada más clara del partido llegó recién en el final y fue para Tigres en los pies de Damm; Pizarro lo dejó cara a cara con el arquero millonario, pero se encerró solo al eludirlo e insólitamente no pudo definir con comodidad.
La igualdad jamás se modificó y, en una final que no se jugó como tal, River se llevó un valioso empate de Monterrey ante un equipo que jamás mostró hambre de campeón ni esa rebeldía necesaria para lograr la ventaja. La revancha será en siete días en un Monumental repleto. La gloria, para River, está a la vuelta de la esquina, más cerca que nunca.