Por Gonzalo Reartes
El renovado River 2016 tiene retazos de aquel que en el segundo semestre de 2014 hizo delirar a hinchas millonarios y deslumbrar al mundo del fútbol con su buen trato del balón y, sobre todo, verticalidad.
Pero claro que este equipo es distinto. Sólo quedan Maidana, Ponzio, Driussi y Mora de aquel plantel, con la salvedad de que Batalla no había aún debutado en primera.
A grandes trazos, el arranque de este River, con sus vaivenes y tumbos, emociona. Por supuesto que nadie puede predecir el futuro: la apuesta del técnico puede o no generar resultados y posteriores títulos. Sin embargo, lo saludable está en la propuesta y lo novedoso en la táctica. Una idea de fútbol que se lleva a cabo en todas las canchas y ante todos los rivales.
Basta con repasar el inicio del campeonato local. La primera fecha, contra Banfield, que a priori suponía un duro escollo, resultó en un 4 a 1 contundente, pese a sufrir con el empate transitorio del Taladro. En la segunda, en un durísimo partido, se impuso por 1 a 0 frente a Talleres en Córdoba, que arrastraba un invicto de 40 partidos y planteó un partido de igual intensidad y presión, el cual sólo comenzó a dejar espacios en el segundo tiempo. En la tercera aparece su partido más deslucido (mucho más aún que la derrota en Paraná), frente a San Martín de San Juan, que, haciendo un planteo táctico interesante, se metió bien atrás y supo cerrarse en bloque, aprovechando alguna contra para inquietar el arco de Batalla. Lo cierto es que, más allá de lo inteligente en el planteo de Lavallén, River no supo preocupar en profundidad al equipo sanjuanino, recayendo varias veces en el inofensivo toqueteo de la pelota del centro hacia los costados. En la cuarta se da uno de los mejores (sino el mejor) partidos del torneo hasta ahora. En un encuentro que fue palo y palo, empató 3 a 3 frente a Defensa y Justicia, que lleva la impronta de su técnico, Ariel Holan (ex integrante del cuerpo técnico de Matías Almeyda en River). Toque, tenencia y buscar provocar el error en las defensas rivales.
Sin embargo, el gran déficit del equipo Gallardo en la depresión futbolística post obtención de la Copa Libertadores 2015 fue la falta de dinámica, de capacidad de romper líneas. El excesivo toque, asegurando la pelota (o fulbito) devino en falta de sorpresa, previsibilidad. Si algo tenía el River campeón de la Copa Sudamericana de 2014 era agresividad y sorpresa. Presión y, a la hora de tener la pelota, jugar a un toque. Es decir, no tanto traslado, no tanta posesión, sino más bien presión alta para provocar el error del rival y, allí mismo, rápida resolución de la jugada.
Herencias y proyeccciones
El actual River sigue manteniendo la idea de la salida limpia (abrir los centrales Maidana y Mina a los costados para que el 5, Ponzio sobre todo, se meta al medio y comience a distribuir), pero cuando no se puede salir tocando, juega al pase largo: bochazo para Alario, aguantarla y resolver en toques rápidos desde el pie de D´Alessandro, Nacho Fernández y Andrade. Otra novedad está en el rol de los laterales. Claro está que Moreira no es Mercado, el paraguayo tiene la vocación de proyectarse por la banda y no siente la marca ni el juego aéreo como el Gaby. Pero por el lado izquierdo, no puede decirse que Casco y Vangioni sean tan distintos, al menos, claro está, en sus ejes básicos. Sin embargo, Gallardo le pide a Casco no hacer tanto la banda (como sí lo hacía Piri) sino ofrecerse como opción de pase cuando presiona el rival para limpiar la jugada. Entonces, a la salida Mina se abre, Casco se tira al medio y el Pity Martínez o Andrade aparecen bien abiertos sobre la banda para darle más toque que traslado en aras de pulcritud del juego. Precisión y combinaciones rápidas, parecen ser el paradigma de este nuevo River.
Para cada acción hay una reacción, y toda moneda tiene dos caras. River no es la excepción: a su aceitado medio campo ofensivo y lúcida delantera, se le contraponen las dudas en el fondo. Así, cuando Maidana no tiene un buen partido (por ejemplo, contra Defensa y Justicia, uno de los más flojos rendimientos en todo su ciclo riverplatense), sufre todo el equipo. Porque Mina es pura confianza, sí, pero no posee ni los aspectos, si se quiere, más técnicos que sí tenía Funes Mori, ni es un tiempista como el propio Maidana. Es sólido arriba y a la hora de sorprender desde el traslado de la pelota para romper líneas rivales. Pero, al errar un anticipo, la defensa queda muy expuesta. Los centrales sufren el juego aéreo, algo de por sí insólito ya que ambos tienen buena altura y van bien de arriba, pero pierden la marca con facilidad, tal como ocurrió frente a Patronato en la última visita a Paraná, donde se perdió por dos goles de cabeza con centros que agarraron a los centrales lejos de los ejecutores.
La mayor falencia de este renovado River se halla en los aspectos defensivos. Al proponer desequilibrio constante desde la posesión, ya que ni Andrade (o el Pity Martínez), ni D´Alessandro, ni Nacho Fernández sienten la marca, sumado a que Moreira pasa y pasa, al igual (aunque no con tan constante proyección) que Casco; Ponzio, Maidana y Mina se las tienen que arreglar muchas veces mano a mano con delanteros que los doblan en velocidad y técnica. A River suelen complicarlo los delanteros veloces, más que los nueve de área. A eso se le suma que genera muchas situaciones arriba, pero no puede cerrar los partidos, algo que le ocurrió contra Patronato, Defensa y Justicia y San Martín de San Juan. Muchas situaciones, no tantos goles, y poca capacidad de aprovechar la ventaja desde la tenencia, hacer correr los minutos.
Gallardo ha demostrado ser un técnico obsesionado por la táctica. El equipo debe tener una identidad, una idea, y luego, los intérpretes adaptarse a ella. El equipo, también, debe salir a jugar igual en todas las canchas. A los Caruso Lombardi y Simeone les corresponderá adaptar la idea al rival contrario, al contexto, a la cancha, etc. Gallardo va un poquito más allá: la idea no se sacrifica y sobrepasa los nombres propios. Entonces, mandar al banco al ídolo Cavenaghi, sacar a D’Alessandro por bajo rendimiento o decirle a Mora que si no se pone las pilas va a ser suplido, se vuelven acciones coherentes con la teoría.
Si bien desde algunos medios se quiere plantear que el rumbo de este nuevo River es aquel de las dudas y el sufrimiento, lo cierto es que desde su saludable (y ambiciosa) propuesta, la dualidad que genera la verticalidad y la posterior endeble defensa está en la sintonía de lo que su técnico propone. Naturalmente, esta nueva propuesta contiene riesgos importantes, detalles que pueden costar partidos. Todo equipo que pretenda ser dominador y no dominado se enfrenta a estos peligros. Si se encuentra con su mejor versión, peleará el campeonato y la copa argentina hasta sus últimas instancias. De lo contrario, las dudas provocarán murmullos y horas enteras en los programas de televisión de los profesionales de la opinión berreta, leve e infundada.