Por Oscar Blanco y Emiliano S*. A pocos días de tanto homenaje de calendario por el décimo aniversario de la muerte de Pappo, para conocer mejor su obra y no sólo su imagen te presentamos la segunda parte del análisis de una de sus históricas bandas, Riff.
En “Dios Devorador” (Riff VII, Riff, 1985), el microclima lírico de Pappo y Riff reformula el Libro de Ezequiel pero en sentido mecánico. La distopía dice así: “Escucho el grito, ensordecedor desde el infinito;/ el Dios cae, y las antiguas remiendas desaparecen;/ aquella máquina ya no funcionaba,/ pero había terminado con la especie humana.” El disco Riff VII es quizás el más ornamentado con elementos de aniquilación que nos reenvían al film The Terminator (1984) de James Francis Cameron. El peligro concomitante al “Ex-terminador” (Riff VII, Riff, 1985) es, al mismo tiempo, una fuente de inspiración: “Acaba de llegar hace poco/ de un mundo lejano dónde no hay amor;/ espera de hace tiempo el momento,/ de recibir su orden y entrar en acción.”
Sobre la evidente referencia, es también obvio, que el Ex-Terminador es motoquero (en el comienzo del film adquiere esa estética al robarse una moto y el típico vestuario de una taberna) y por ende, superpone al inmanentismo social una cadencia disruptiva: “Estuvo en el infierno y el cielo,/ y no se quedó en ninguno de los dos;/ volvió para vestirse de negro,/ y de una vez por todas entrar en acción”. El reclamo histórico de Pappo “Necesitamos más acción” (Ruedas de Metal, Riff, 1981) ahora tiene un anti-héroe transhistórico, rememorado burdamente en la serie televisiva argentina Carola Casini, donde el Carpo (otro apodo de Pappo) en el rol de “Enrique” -un mecánico parco y agresivo- se ablanda hasta las lágrimas mirando la escena final de Terminador II: El juicio final (1991), cuando el Ex-Terminador se autodestruye. El año de emisión de la serie coincide con el último trabajo de estudio de Riff, Que sea Rock (1997), con lo cual los “finales” estaban (¿predestinadamente?) entrecruzados.
Esta idea ex temporánea del fin de los tiempos, ahora bajo la pluma de Oscar Moro, también en Riff VII, propone una solución mesiánica pero bíblica. “La espada sagrada” es la reutilización violenta de Cristo, un Cristo en moto: “Bautizan a un niño en el nombre de Dios,/ descubren que tienen un ser superior;/ los pastores advierten un don especial,/ que viene a salvar nuestro mundo”. Si bien la venganza social del redentor no está explícita, es curioso el móvil del regreso: “Su espada sagrada, brilló una vez más/ dispuesta a dar su vida por mí”. La imagen estereotipada del guerrero pagano (vale un decenio de discografía de la banda de heavy metal estadounidense Manowar), pero ahora del guerrero crístico, se aúna en la versión cinematográfica de Martin Scorsese con La última tentación de Cristo (1988). El Cristo guerrillero (aunque motoquero) está de fondo, en el caso de Riff, libertando violentamente a la especie humana.
Pese a la expresa oposición, Riff mantiene un resabio de la instancia contracultural del hippismo del rock nacional. La subjetividad anarco motoquera propuesta se sostiene en una línea de fuga, un escape, una huida del sistema que denuncia, una modulación paralela y alternativa de la ciudad moderna, por supuesto que no el campo, no lo rural, sino ese otro signo de la modernidad, las grandes carreteras, las “rutas argentinas” de Almendra, pero ahora de otra manera. Una “zona de nadie”, una “frontera inesperada” -“Somos de la frontera,/ que nadie imaginó” (“La frontera inesperada”, Zona de nadie, Riff, 1992)-, una marginalidad conformada en la frontera de la ciudad nueva y que establece un sitio sobre ella.
La ciudad moderna es así, también, y al mismo tiempo, una ciudad sitiada. Si la ciudad moderna propone la propiedad privada y la propiedad volátil del dinero financiero, el imaginario desplegado en estas letras propone un nomadismo que se opone y ataca lo establecido montado en una propiedad privada móvil, la moto. Y si al principio el motoquero aparece como un héroe solitario, un guerrero (al estilo de Mad Max II, The Road Warrior), que transita las carreteras atravesando planicies y desiertos incitando a la rehabilitación de emociones e instintos originales, reprimidos mediante la represión y el castigo estatal y social del sistema, muy pronto convoca a un colectivo encarnado en su público: “Hay hordas de chicos malos,/ con sus camperas de cuero,/ y metales brillan al sol,/ provocan el mundo nuevo”; “El desierto los protege/ y les presta libertad,/ les da locura su viento/ en su furioso andar” (“Pantalla del mundo nuevo”, Contenidos, Riff, 1982), hasta constituirse en un nosotros: “queremos seguir distintos,/ queremos agitar instintos de insatisfacción” (“Maquinación”, Contenidos, Riff, 1982), y que sueña la revuelta, además: “Humanoides disidentes/ viven la alerta total,/ y heroicos sobrevivientes/ darán el golpe final!”, “tambalea el mundo nuevo”, “la ciudad ultramoderna/ se despierta una vez más,/ no sabe que esta sitiada/ y ya no sobrevivirán” (“Pantalla del mundo nuevo”, Contenidos, Riff, 1982).
Pero, todavía, la marginalidad propuesta a partir del imaginario descripto y desplegado en sus letras, es una marginalidad elegida, tal vez empujada por el sistema, al apoyar todo lo que la subjetividad metálica constata como opresión y al rechazar todo lo que esa subjetividad anarco motoquera justamente ama. “El forastero” (Zona de nadie, “La frontera inesperada”, Riff, 1992) es un modelo, no precisamente de finitud, sino de incomprensión. El outsider que atraviesa lo inútil e improductivo (el desierto), llega donde a nadie se le ocurriría llegar. El traspaso de las “fronteras” sin semillas implica estar fuera de la ley, haciéndole honor a la road movie en esa serie ordenada y progresiva: la supervivencia humanoide, el mesianismo de la ruta (hijos del desierto), la imprevisibilidad del Forastero, un logo público que despercude la anestesia comunitaria.
*Este es un fragmento levemente reescrito del capítulo dedicado a Riff presente en el libro Las letras de rock en Argentina, de la caída de la dictadura a la crisis de la democracia -1983-2001-, publicado por Colihue en el año 2014 y escrito por ambos autores de esta nota.
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