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    De Autor

    Relatos en el Bar del Máquina, hoy: Adiós a La Bestia

    11 septiembre, 20143 Mins Read
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    Relatos en el Bar del Máquina, hoy: Adiós a La Bestia

    Por Leandro Albani. Nueva entrega de los relatos del Bar del Máquina. Hoy, la historia de un legendario boxeador deja expectantes a los parroquianos.  

    “Voy a bailar el rock del rico Luna Park…”

    (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)

     

     

    Nadie conocía a La Bestia Romero. Pero las historias corrían como vino en el bar del Máquina, entonces esa noche Mudy recordó algunos combates memorables, las luces y flashes que encandilaban en el Luna Park, y terminó, entrada la madrugada, recordando a Romero, sus puños rústicos y directos, una vida de pobreza e ilusiones que terminó con su cuerpo agujereado por los balazos de la policía.

    “Le mataron el águila”, dijo Mudy y todos nos quedamos esperando una explicación.

    La Bestia Romero había brillado en la década del 80 y su caída fue por esa época, luego de perder una pelea en Europa que le abriría las puertas a las grandes ligas.

    “Porque el tipo tenía un águila tatuada en el pecho, así de grande. Cuando levantaba los brazos, ese pájaro se agrandaba, parecía que iba a salir volando. Dicen que fue buen tipo Romero. Lo cagaron a tiros en Isidro Casanova”, resumió Mudy, mientras encendía otro cigarrillo y relajaba su garganta con un trago de cerveza.

    Cuando el vaso quedó vacío, Mudy empezó a tararear el tango Volver. Algunos nos reímos, otros se levantaron para ir al baño. El Máquina escuchaba detrás del mostrador. Mudy le preguntó si se acordaba de La Bestia. El Máquina dijo que sí y que alguna vez se lo cruzó en la ciudad. Porque Romero había vivido mucho tiempo por acá, cuando salió de la cárcel y le prometió a su madre que el choreo era cosa del pasado. Por eso se metió a chapista, sodero y obrero textil. El Máquina dijo que atrás de esaq nueva vida quedaban unos añitos guardado en las cárceles de Olmos y Devoto. Y agregó: “Si te agarraba con la derecha, te mandaba directo a dormir la siesta”.

    Mudy llegaba al final del relato, detallado, preciso, como si ese día donde todo oscureció él fuera un testigo privilegiado.

    “La cosa es que el tipo volvió de Europa y la pudrió. Había perdido, pero igual allá estuvo por ganar la pelea. El tipo volvió y a los nueve días salió a chorear otra vez. Estaba con uno de sus hermanos y otras personas. Creo que trataron de reventar unas empresas de trasportes, o algo así. Sí me acuerdo las fotos cuando apareció la noticia. A los milicos los cagaron a tiros como por una hora, pero al final los pusieron. A La Bestia le metieron ocho balazos. Una picardía, porque era buen tipo y acá había formado una familia”.

    Al bar del Máquina lo invadió el olor a pólvora. Algunos pudimos escuchar los estampidos, los gritos y las puteadas. Mudy puso una mueca de tristeza. Esa noche, los disparos terminaron otra vez con la vida de un tipo que había intentado romper con su pasado.

     

    Otros relatos de la saga:

    El detective despreciado

    Los forasteros

    La novela de Labraza

    El winchester

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