Por Martín Di Lisio. Durante los últimos días, las balas de las fuerzas policiales asesinaron a cuatro pobladores de Espinar, en Cusco, en protestas contra la corporación Xstrata.
El redoble de campanas en Perú sigue dando cuenta de nuevos muertos. La represión, seguida de la declaración de un estado de emergencia, se desató para desarticular las protestas en contra de la minera Xstrata. Otra vez minería y muerte junto a la disputa entre el oro y el agua. En este caso se trató de la provincia de Espinar, en el Departamento del Cusco.
Un poco más al norte, en el departamento de Cerro de Pasco, Andes centrales del Perú, aconteció una masacre en mayo de 1960: en la pampa de Huayllacancha las fuerzas del ejército masacraron a los campesinos que luchaban por sus tierras usurpadas. Esas tierras comunales habían sido cercadas por la minera Cerro de Pasco Corporation, que las utilizaba para el pastoreo de su propio ganado de alta calidad. Los comuneros recuperaron esos terrenos luego de los levantamientos históricos, estableciendo un hito en el movimiento campesino peruano. Manuel Scorza inmortalizó esa lucha en la novela Redoble por Rancas, dotando de un discurso mágico a los personajes, protagonistas reales de esas luchas, quienes forzaron una reforma agraria posterior.
Durante el último mayo, los pobladores de Espinar iniciaron una huelga por los impactos de la minería en los ríos y las tierras de la zona. Esta provincia convive con multinacionales mineras desde hace más de tres décadas. La población empobrecida de las alturas del Cusco -Espinar se encuentra a 4 mil metros de altura, un páramo seco y helado con caseríos de tanto en tanto- alzó la voz ante el despojo territorial de sus comunidades, y en defensa de sus aguas y de sus terrenos.
En los Andes del Perú, a pesar de la historia de luchas y de masacres de sus comuneros, no hay orden ambiental ni económico alguno para los proyectos de minería. Desde aquel último período presidencial de Manuel Prado Ugarteche -llamado período de la “convivencia”, donde hubo entendimientos entre el aprismo y el pradismo- hasta la actualidad de Ollanta Humala y su partido “Gana Perú”, la represión fue el método. No importa el modelo político: el modelo económico es el mismo y la minería es parte del núcleo injusto de saqueo y usurpación. Los muertos de Espinar y el arresto de sus dirigentes, acusados de “extremistas”, son producto de la histórica sumisión del Estado peruano a las corporaciones.
La memoria de los cerros andinos, la memoria no oficial del Perú, se refresca masacre tras masacre. Pero no se borra. En los años de Prado Ugarteche, la comunidad campesina San Antonio de Rancas vivía cercada por la minera Cerro de Pasco Corporation, que la asfixiaba entre alambradas dejándole las tierras pobres. Aquel mayo del 60, las comunidades tomaron sus tierras usurpadas por la minera y esperaron a las fuerzas del Estado que llegaron a caballo. La lucha fue desigual y dejó comuneros muertos. Organizadas detrás del personero Gabriel Gora y del alcalde Genaro Ledesma, las comunidades atravesaron la pampa hacia la ciudad capital de Cerro de Pasco para reclamar justicia por los asesinatos. Durante el camino se les unieron incluso trabajadores de la propia minera que terminaban su jornada laboral. En ese largo recorrido por el páramo, esquivaron las chozas quemadas por el ejército, casuchas instaladas por las comunidades en la misma tierra que querían recuperar. Y que recuperaron.
En Redoble por Rancas cuenta el narrador que la minera pretende cercar el mundo. Crece más y más por los Andes peruanos, sin Estado ni nada que la detenga. Esa expansión contamina las aguas, estropea las tierras, deja ruinas a su paso. La antigua pampa sin cercos se transforma en un sitio vedado, intransitable para los campesinos pobres. Lo que en un principio los comuneros se lo atribuyen a un castigo divino, va mutando de a poco hasta conocerse su verdadera causa. Incluso el padre Chasán revela en el libro que el cerco “no es obra de Dios, hijitos. Es obra de los americanos. No basta rezar. Hay que pelear […] Con la ayuda de Dios todo se puede”. Los personajes de la novela mezclan la política con su discurso mágico, matizado tanto de cristianismo como de cosmovisiones andinas, y hacen frente al poder que los oprime y los domina.
La reciente masacre en Espinar me trajo el recuerdo de otras tantas palabras. Unas, las del propio Manuel Scorza, aunque no quiera hacerme eco de semejante afirmación: siempre las rebeliones han acabado en masacres. Otras, las del viejo Fortunato, personaje sustancial de Redoble por Rancas. El viejo testarudo asume el liderazgo de la resistencia y desafía al juez Montenegro, hombre tenebroso y de poder que maltrata a todos por igual. Fortunato incita a su comunidad a la lucha y repite a cada rato la misma frase que aún resuena y que valió tanto en el Rancas de los 60, como en el Espinar de hoy: retroceder es tocar el cielo con el culo.