Por Nadia Fink. Los primeros recuerdos de los seres siniestros quedan alojados en la memoria como cuando uno/a descubre a quienes admirará a lo largo de la vida. Hoy, la muerte nos trae algunas de esas imágenes.
El primer recuerdo de Don Julio que guarda mi mente es la creación de los promedios para “salvar del descenso a River”, según comentaban los mayores en 1983, luego de que San Lorenzo perdiera la categoría dos años antes y que Racing no se salvara. Los adultos ya mencionaban palabras como “está arreglado”, “es una mafia” y algunas otras que no pueden mencionarse en un artículo apto para todo público.
Después una va creciendo, y esas injusticias de las que charlan los adultos se empiezan a sentir en carne propia. Y otro recuerdo aparece nítido: el cambio de reglas de juego (como aquello del descenso) cuando los que pierden son los poderosos. Un 9 de julio de 1991, Ñuls y Boca definían en un partido quién sería el campeón de la temporada 90-91 luego de que ganaran, respectivamente, Apertura 90 y Clausura 91. Un Boca aún poderoso, pero ausente de figuras (en esa época era impensado que no se cedieran a la Selección) cae por penales ante un Ñuls, que le jugó de igual a igual. La Bombonera enmudeció ante un campeonato que se le escurría de los dedos en su propia cancha. Julito acusó recibo: fue esa la primera y última vez que los equipos definían campeón de temporada: a partir de ese 91 solo habría apertura y clausura. Y entonces, también se empieza a entender eso de que cuando el que no tiene que perder pierde en la cancha y en la vida se paga caro contra los poderes.
Desde aquellas primeras aguafuertes a la noticia de su muerte han pasado más de treinta años y el personaje siniestro no ha parado de agigantarse: los 35 años en el poder (que parecían de perpetuidad, pero no lo fueron porque se murió), iniciados por 1979 en plena dictadura militar, el Fútbol Argentino destruyéndose paso a paso: desde los semilleros que dejaron de ser tales para convertirse en criaderos de exportación, los técnicos rotando sin posibilidad de establecer un proyecto serio y con continuidad, los presidentes de los clubes argentinos (con el aval y el modelo en su máxima dirigencia) exprimiéndolos hasta la última gota, y hasta los grandes peleando entre la deuda irremontable y el descenso cerca de la mano (con una sensación que, en vez de parecer de justicia, parece manotazos de ahogado cuando alguien les suelta una mano que les vinieron sosteniendo por mucho tiempo).
Y a la derecha de los poderosos del fútbol mundial, también Grondona. Dijo el periodista Pablo Llonto consultado para el dossier de la revista Sudestada: “El fútbol argentino como organización va cuesta abajo desde hace tiempo y los responsables mayores son Julio Grondona y quienes lo han acompañado durante estos años en el Comité Ejecutivo de la AFA, en especial los últimos presidentes de Boca y River. El recambio político, ideológico y generacional no ha ocurrido, y las apariciones de Cantero y otros dirigentes en clubes más pequeños en cantidad de socios abrieron una esperanza, pero aún no se les ha visto sacar la cabeza para disputarle conducción al viejo estilo de dirección de Grondona. El balance de Grondona es pésimo y tenemos clubes en quiebra o concurso de acreedores, déficits, casi exclusiva dedicación de los clubes al fútbol profesional y descuido y abandono de otros deportes, violencia en crecimiento, mercantilización absoluta hasta de las divisiones inferiores, corrupción y negocio en los pases. Salvo la enorme cantidad de jugadores de calidad que siguen saliendo y el mantenimiento de la Argentina como semillero mundial, que atenúan semejante panorama oscuro de nuestro fútbol”.
Mientras miramos de reojo cómo la selección de básquet en pleno, con sus figuras históricas a la cabeza, cuestiona las irregularidades de la Confederación Argentina de Básquetbol y provoca renuncias masivas de su dirigencia, por estos días escucharemos condolencias desde cada rincón de jugadores y periodismo obsecuente argentino. No estarán faltando, a horas de la partida de don Julio, titulares en el que se recuerde su “trayectoria”, se venere su figura tantas veces reelegida, siga sin cuestionarse su mandato eterno. Pero así las cosas, creemos: uno menos que alimentar. Y el fútbol, sigue siendo fútbol.