¿Cuánto sabés de la vida de Cortázar? ¿Qué opinaron de su obra otros autores y autoras como Borges, Pizarnik, Aira o Bioy Casares? A 35 años de su desaparición, un repaso necesario del escritor pero sobre todo de su compromiso político con las revoluciones latinoamericanas.
“Sé muy bien que mis lectores no se contentan con leerme como escritor, sino que miran más allá de mis libros, y buscan mi cara, buscan encontrarme entre ellos, física o espiritualmente, buscan saber que mi participación en la lucha por América Latina no se detiene en la página final de mis novelas o de mis cuentos”. Con esa sentencia, el escritor e intelectual Julio Cortázar, de quien hoy se cumplen 35 años de su muerte, sintetizó las dos grandes pasiones que atravesaron su vida: la escritura y la política.
Este hombre, que nació en Bélgica y murió en Francia, fue uno de los escritores argentinos más reconocidos en la literatura universal y un ferviente militante de causas sociales. Dueño de una de las plumas más refinadas e innovadoras del siglo XX, Cortázar fue amado y criticado a lo largo de una prolífica obra que le impidió ser ignorado.El escritor nació “accidentalmente” –como él mismo decía- por razones laborales de su padre en la ciudad de Bruselas, Bélgica, un 26 de agosto de 1914. Unos días antes de su nacimiento había estallado la Primera Guerra Mundial, lo que obligó a la familia a refugiarse en Zurich, Suiza, y Barcelona, España, mientras duró el conflicto bélico.
Durante su estadía en Europa, Cortázar habló fundamentalmente en francés, idioma que le imprimió esa particular forma de pronunciar la “r” por el resto de su vida. Cuando tenía 4 años, la familia regresó al país y se instaló en Banfield, al sur del conurbano bonaerense. Dos años después, su padre abandonó el hogar y generó serias dificultades económicas.
A los 18 años terminó sus estudios secundarios en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta donde obtuvo el título de maestro de primaria y, 3 años más tarde, se graduó como profesor en Letras.
Entre los 25 y los 31 años vivió en Bolívar y Chivilcoy, en el centro de la provincia de Buenos Aires, donde ejerció como profesor secundario y escribió algunos cuentos que nunca publicó.En 1945 fue contratado por la Universidad de Cuyo para dar clases de literatura francesa y dirigir un seminario sobre el poeta inglés John Keats, pero apenas un año después renunció a ambos cargos oficiales por estar en desacuerdo con el gobierno de Juan Domingo Perón. En ese momento, Cortázar se mudó a la Capital Federal para vivir lo que él mismo definió como una “vida porteña, solitaria e independiente; convencido de ser un solterón irreductible, amigo de muy poca gente, melómano lector a jornada completa, enamorado del cine y burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de la esfera de lo estético”.Tras editar “Bestiario”, su primer libro de cuentos, viajó a París, Francia, en 1951 para instalarse a vivir definitivamente y, en 1953, contrajo matrimonio con la traductora argentina Aurora Bernárdez, con quién vivió hasta mediados de la década del ´60. Durante esos años, Cortázar escribió “Rayuela”, su novela fundamental, y varios libros que lo llevaron al reconocimiento internacional como: “Final de juego”, “Las armas secretas”, “Los premios” e “Historias de Cronopios y de Famas”.
En uno de de sus viajes a Cuba conoció a su segunda mujer, la intelectual lituana Ugné Karvelis, con quien afianzó un recorrido cada vez más politizado. Los viajes de Cortázar por el mundo ya se repartían entre sus diversas publicaciones de cuentos, poemas y novelas, a la vez que por sus constantes motivaciones políticas. A los 65 años se casó con la escritora canadiense Carol Dunlop, quien fue su tercer y último gran amor. En 1981, mientras el gobierno socialista de François Miterrand le otorgaba la nacionalidad francesa, se le diagnosticó el principio de su fin: leucemia.
La muerte de su compañera en noviembre de 1982 sumió al escritor en un doloroso duelo que arrastró hasta su propia muerte, 15 meses más tarde. Con la llegada de la democracia, en 1983, emprendió el que sería su último viaje a Buenos Aires para visitar a su madre, María Herminia Descotte.
El 12 de febrero de 1984 Julio Cortázar murió en el hospital parisino Saint Lazare. Su cuerpo se fue a descansar con Carol, su última esposa, en el cementerio de Montparnasse y a su obra -herencia y derechos intelectuales- la dejó en manos de Aurora, su primera mujer.
Un autor, muchos géneros
La obra literaria de Julio Cortázar no sólo fue profusa sino variada: si bien fue reconocido mundialmente por sus libros de cuentos y novelas, su vasta producción también incluyó poesías, poemas en prosa, comics, obras de teatro, tangos y ensayos críticos.
Su primera publicación se trató de una serie de sonetos llamados “Presencia” que redactó a los 24 años con el seudónimo de “Julio Denis”. Aunque ya había escrito una serie de trabajos críticos sobre la muerte del escritor francés Antonin Artaud y la poesía del mexicano Octavio Paz, recién a los 32 años editó por primera vez un cuento con su propio nombre. Se trató de “Casa Tomada”, que curiosamente fue publicado en 1946 por Jorge Luis Borges –el otro gran escritor argentino reconocido internacionalmente- en la revista Los Anales de Buenos Aires.
“Bestiario” apareció en 1951 y cinco años más tarde publicó “Final del juego”, una colección de relatos que contenía textos de la talla de “Continuidad de los parques”, “Torito” y “La noche boca arriba”. En 1959 se editó “Las armas secretas”, un volumen de cuentos que incluyó el relato “El Perseguidor”, inspirado en su afición al jazz y en la vida de su admirado músico estadounidense Charlie Parker; y tres años después publicó “Historias de Cronopios y de Famas”, en el que -a modo de manual de instrucciones- explicó cómo subir una escalera o comportarse en un velorio.
Después llegaron entre otros “Todos los fuegos el fuego”, “Octaedro” y “Queremos tanto a Glenda” y su último libro de relatos, publicado en 1982, llamado “Deshoras”. En tanto, su actividad novelística se había inaugurado en 1960 con “Los Premios” y, apenas tres años más tarde, publicó “Rayuela”, una experiencia narrativa que sorprendió al mundo literario ya que no sólo podía ser abordada del modo tradicional –de la primera página a la última- sino que ofrecía innovadores recorridos de lectura. Esa obra, que se tradujo en casi todo el mundo (inglés, alemán, griego, chino, noruego, rumano, entre otros), es obligatoria para quienes quieran adentrarse en la literatura latinoamericana.
Además, el escritor editó otras dos novelas: “62/modelo para armar” en 1968 y “El libro de Manuel” en 1973, considerada una gran historia política que logra reunir sus búsquedas estéticas con su defensa de los movimientos revolucionarios de esos años. Posteriormente a su muerte se publicaron tres novelas: “El examen” -que había sido escrita en 1950-, “Divertimento” y “Diario de Andrés Fava”.
En su polifacética producción, también tuvo energía para escribir ensayos políticos en “Viaje alrededor de una mesa”, para componer letras de tango junto al Tata Cedrón y para escribir “Fantomas contra los vampiros multinacionales”, un comic en el que critica a quienes desoyen las quejas de los ciudadanos.
Con su firma también aparecieron libros sobre pinturas, sobre fotografías y hasta uno escrito a cuatro manos con su tercera mujer, Carol Dunlop, en el que relataron un viaje de París a Marsella que duró 33 días. Y, como si fuera poco, Aurora Bernárdez -su primera esposa y quien tiene a cargo su obra- encontró en un viejo armario una serie de cuentos, poemas y textos inéditos que fueron publicados en un libro llamado “Papeles inesperados”.
Su militancia en la política latinoamericana
La vida de Julio Cortázar, que comenzó con una gran propensión a la lectura, la escritura y a la soledad, terminó ligada a diferentes movimientos revolucionarios latinoamericanos. Su participación en 1963 como jurado en el Premio Casa de las Américas en La Habana, Cuba, cambió para siempre su manera de relacionarse con la política.
La revolución cubana -que recién había llegado al poder hacía tan sólo cuatro años- sedujo fuertemente a Cortázar y fue el trampolín para su posterior vinculación con otras causas sociales del continente. Tres años después, escribió el cuento “Reunión”, dedicado a Ernesto “Che” Guevara, y declaró públicamente su compromiso con todas las luchas revolucionarias latinoamericanas. Ese apoyo incondicional al gobierno de Fidel Castro que mantuvo hasta su muerte fue un punto de conflicto, incluso, para los propios intelectuales de la isla.
Al respecto el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante aseveró en una entrevista: “nunca le perdoné que no condenara a Castro”. “Cortázar se transformó en una especie de propagandista del régimen. Y usó todas las tribunas que tuvo a su alcance para criticar mi posición”, agregó. Por el contrario, su par caribeño Roberto Fernández Retamar retrató hasta donde llegó el afecto del escritor argentino por la isla al declarar que “Cortázar ha dicho que, aunque nació por azar en Bruselas, es por supuesto argentino; y desde 1959 tiene también otro país: Cuba”. “Los cubanos –continuó- andamos tan estrepitosamente contentos con esto, que Julio apenas puede atender en su hotel llamadas, visitas, entrevistas, suspiros, aleluyas”.
Pero su actividad política no se extinguía en Cuba: en 1973 cedió los derechos de autor de su novela “El Libro de Manuel” a la ayuda de los presos políticos en la Argentina y en 1975 participó en la Ciudad de México de la Comisión de Investigación de los crímenes de la Junta Militar de Chile. Un año antes de su muerte, cedió los derechos de “Los autonautas de la cosmopista” a la revolución sandinista de Nicaragua.
La fantasía y la realidad
La fascinación por lo fantástico no sólo se hizo presente en la obra de Julio Cortázar, sino que su vida también estuvo atravesada por algunas situaciones curiosas. El escritor Abelardo Castillo contó en una entrevista que “hacia 1960, le había enviado a París el cuento Historia para un tal Gaido en el mismo momento en que él me mandaba Continuidad de los parques. Lo que sorprendió a ambos escritores es la similitud de los relatos que se cruzaron por correspondencia: en el cuento de Cortázar el personaje de una novela mata al lector y en el de Castillo, el personaje asesina al autor.
Una situación muy similar ocurrió con los cuentos “La puerta condenada” de Cortázar y “Un viaje o el mago inmortal” de Adolfo Bioy Casares. Ambos relatos comenzaban en el buque “El vapor de la Carrera” que salía de Buenos Aires a las 10 de la noche y llegaba a la mañana siguiente a Montevideo y ambos protagonistas iban al hotel Cervantes. Bioy Casares recordó que “en ese momento Julio estaba en Francia y yo en Buenos Aires” y adhirió: “El cuento es idéntico. Se repite paso a paso. Todo era similar”.
La tercera coincidencia tuvo como protagonista al renombrado editor español Francisco Porrúa a propósito de la edición del libro de cuentos “Todos los fuegos el fuego”. El ibérico explicó que “había que decidir la carátula y un día pensé en el cuento El otro cielo, en que se entra en el Pasaje Güemes y se sale en la Galería Vivienne”. “Entonces le escribí a Cortázar y le sugerí colocar en la portada del libro una foto de la galería de entrada y en la contratapa un fotografía de la galería parisina”, agregó. Lo fantástico aparece nuevamente cuando, mientras la carta de Porrúa viajaba con la propuesta, Cortázar enviaba otra con la misma idea.
Una narrativa admirada y criticada
El modo innovador de la narrativa cortaziana fue -y sigue siendo- motivo de debate y de opiniones encontradas entre diversos exponentes de la literatura.
Con un hábil juego de palabras, la fallecida poeta Alejandra Pizarnik declaró en una oportunidad que “Cortázar no deja el azar librado al azar”. “Lo que sorprende –continuó- es la maravillosa perfección con que plasma sus relatos: aún el más fantástico presenta una arquitectura acabada como una flor o una piedra”. Por el contrario, el escritor Cesar Aira afirmó que “Cortázar es un caso especial para los argentinos porque es el escritor de la iniciación, el de los adolescentes que se inician en la literatura y encuentran en él, el placer de la invención”. “Yo también lo encontré en su momento, pero con el tiempo este placer se me fue cayendo”, sentenció y agregó que con excepción de algunos cuentos “el resto de la carrera literaria de Cortázar es auténticamente deplorable”.
Otros dos emblemas de la literatura nacional admiraron su escritura: Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. El primero expresó públicamente su admiración por la obra literaria más allá de sus marcadas discrepancias políticas y el segundo no sólo mantuvo una amistad con Cortázar, sino subrayó: “Yo creo que es uno de los mejores escritores argentinos y con eso estoy diciendo que es uno de los mejores de la literatura universal”.