Por Lucía Cholakian Herrera y Laura Salomé Canteros / Foto: Rubén Andón
Comienza el juicio que instalará un antes y un después en la lucha de las pibas. Cristian Aldana, músico y ex cantante de “El otro yo”, será enjuiciado por “abuso sexual y corrupción de menores”. El perfil de Ariell, una de sus sobrevivientes y denunciantes.
Cada vez que se escracha como acto político a un varón violento no es solo el señalado el que va a juicio, sino toda la cultura del terror y de la guerra contra los cuerpos y las subjetividades feminizadas. Es entonces cuando levantar la voz en compañía de otras, traza el camino colectivo de la reparación. Ese que muchas veces es negado por las instituciones pero que es sostenido por las feministas. Esa guía sin instrucciones que destruirá más temprano que tarde el silencio de la complicidad que da impunidad al poder del macho.
Cristian Aldana es músico y ex cantante de “El otro yo”. Violentó a Ariell Carolina Luján mientras ella tenía entre 13 y 19 años y lo hizo de forma sistemática: sexual, física y psicológicamente. Lo hizo contra ella y contra otras -en su mayoría niñas y adolescentes-. “¿Por qué estás acá, qué hiciste, nena?”, le preguntaron a Ariell en abril de 2011 cuando fue por primera vez a la Comisaría de la Mujer de Morón. Tenía 21 años, había juntado valor para denunciar al varón que la había violentado durante seis y no era la primera vez que iba a ser revictimizada. Pero siguió caminando y resignificó no solo su lucha, también la de muchas.
Del “No nos callamos más” al proceso judicial
Fue también un abril, pero de 2016, cuando Mailén y Rocío publicaron videos dando testimonio de los abusos y las violencias perpetradas por Miguel del Pópolo, cantante de la banda “La Ola Que Quería Ser Chau”. Fue entonces cuando “El otro yo” publicó en su página de Facebook un repudio a las violencias machistas de del Pópolo afirmando: “En nuestra banda hay una mujer, tenemos hijas, madres, amamos a las mujeres”. Así la impunidad comenzó a quebrarse y muchas personas comenzaron a responder a la publicación con el link de la pancarta que mostraba a Ariell -un año antes- donde por primera vez se leía una frase hoy icónica: “Nos nos callamos más”. La reacción de la banda ante los comentarios fue borrarlos, a lo que siguió la indignación masiva y la interpelación directa: “¿Ahora te haces el bueno, Aldana?”. En contraste a la maniobra de complicidad, la claridad: la imagen de Ariell comenzó a circular en medios y redes.
A la visibilización de las violencias de Aldana mediante la acción callejera le siguió el relato en un blog -con protección de su identidad- en redes. Pero Ariell decidió volver a intentarlo. En 2016 denunció en Atajo Fiscal, con la abogada Ornella Noccitti, y a la semana se sumaron seis denuncias más contra Aldana en UFEM (Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres). Todas fueron remitidas al Juzgado de Instrucción N°17, y fue a finales de ese año que en un fallo ejemplar, el juez Roberto Ponce dispuso el procesamiento y prisión preventiva para el imputado, que fue trasladado al Penal de Marcos Paz, donde esperó el juicio que hoy comienza.
“El procesamiento es por abuso sexual gravemente ultrajante con acceso carnal en forma reiterada, en concurso ideal con corrupción de menores. También agravado por haber causado un grave daño en la salud física y mental de las víctimas”, explicó Gabriela Conder, actual abogada de Ariell. En el juicio, serán siete las querellantes. “Cuantas más hay, te das cuenta de la masividad del daño que produjo en las chicas. Nosotrxs vemos causas con muchas querellantes, como AMIA, Once. Entonces ahí te das cuenta cual es el daño que produjo. Es como si fuese realmente una masacre”.
La reacción machista
Ariell sabe que por la compañía de los feminismos y distintos organismos como DOVIC y UFEM, sumado a la masiva condena social que recibió Cristian Aldana, su historia fue única en comparación a otras. Sin embargo, ni ella ni el resto de las denunciantes se salvaron de la constante revictimización y del hostigamiento por parte de las instituciones involucradas. Prueba de ello fue la infiltración de la abogada Nvard Nazaryan en su causa.
Nazaryan, defensora del comunero Roberto Salcedo -imputado por acoso sexual laboral- y empleada del PRO; se acercó a Ariell y otras denunciantes como la abogada de las malas víctimas. Escondiendo su identidad política y su trabajo, se involucró en las causas entorpeciéndolas y engañando a las jóvenes acerca de qué curso tomarían ciertas acciones. Recientemente, gracias a una investigación publicada en “Periódico Vas”, las sobrevivientes de abusos y violencias pudieron acceder a saber quién era realmente Nazaryan y desligarse de ella antes de que comenzara el juicio.
Pero los daños provocados continúan afectando a las denunciantes y alertan sobre un mecanismo que amenaza a las que denuncian a los machos. Una reacción machista ante las que ya no callan y se empoderan. Diego Boris, su amigo de toda la vida de Cristian Aldana y su socio, denunció a Ariell por calumnias después de que ella relatara una situación en la que cuando tenía 17 años y convivía con Aldana, en la cual tras haber sido abusada y golpeada por Aldana, le pidió ayuda. Boris la llevó a Ariell a la estación de Once y aun viéndola roja de los golpes y en estado de shock, justificó las violencias que el músico ejercía sobre ella bajo el argumento de que “estaba estresado”. “Cristian me pega Diego, Cristian me pega”, le dijo Ariell en ese entonces. Él tenía 45 años, Aldana 35 y ella 17. La denuncia civil que él radicó avanzó más rápido que la mayoría de las acciones tomadas desde la denuncia de 2016 contra Aldana.
“Creer como postura política”
Ariell junto a otras compañeras creó el blog “Ya no nos callamos más”, que administró hasta hace un mes. En él, bajo la premisa de que “hablar es autodefensa”, se publicaron más de 280 testimonios en menos de dos años contra muchísimos varones con mayor o menor protagonismo social que ejercieron violencias sobre personas que decidieron utilizar ese canal de denuncias para dar vueltas las asimetrías. Y eligieron escribir sus historias para sensibilizar, prevenir y alertar a otras y luchar contra la perpetuación de los abusos de poder de los machos. “No somos el sistema judicial, elegimos creer como postura política ante el terrorismo sexual, generar prevención entre nosotres y herramientas de autodefensa que rompan con la cultura de la violación y todos sus mecanismos de manipulación eligiendo salir del lugar de víctimas y expresarnos cuándo, cómo y donde fuera”, expresa como manifiesto el blog.
Ariell hoy tiene 28 años y cuenta con vasta experiencia y aprendizaje político. Y sabe identificar de quienes debemos cuidarnos: del sistema judicial, que opera de manera que revictimiza sistemáticamente a las mujeres que se acercan a denunciar las violencias machistas. “El escrache es una respuesta y postura política de autonomía antirrepresiva creada por todas las mujeres, niñeces e identidades disidentes como autodefensa feminista, donde el eje primordial es quien denuncia y enuncia su historia, reservando su identidad y exponiendo al violento, deconstruyendo colectivamente la violencia machista”, afirma. Y agregó, a pocos días del juicio: “Hay veces donde con un alerta o escrache alcanza para reparar, resignificar y exponer a los violentos y sus cómplices, pero hay muchos otros donde es urgente tomar acciones legales para que no nos maten o sigan violentando”.
“Yo con vos, voy preso”, le dijo Cristian Aldana a Ariell la primera vez que chatearon, cuando ella tenía 13 años. Hoy, Ariell tiene 28 y él está preso. Son quince años los que erigieron a la mujer que hoy forma parte de un movimiento de visibilización de las violencias. Una que no es ni sobreviviente ni heroína, porque cualquier etiqueta le queda chica. Una mujer protagonista de la historia, que sostuvo por primera vez el mensaje que marcará una era: la del “no nos callamos más”. Una que irrumpió en una marea de silencios obligatorios y que habló para llevar a juicio -junto a otras seis querellantes- a quien abusó de ella y tantas otras. Quince años construyeron la rebeldía, la fortaleza y las herramientas para la defensa personal y feminista. Esas que empoderan, destruyen ídolos y logran cambiar de lado el miedo. Porque con el acompañamiento les hemos quitado las armas a los machos.