Por Medardo Avila Vazquez
Feliz, como casi todos y todas, por el tercer campeonato mundial de la selección nacional, pero hay algo que me da vueltas en el corazón y en la cabeza, algo que pienso que no es general, que puede ser compartido o no, y que tal vez seguramente algunos, sobretodo setentistas/ochentistas como yo, también perciban.
Esta vez somos campeones del mundo, todos y todas lo somos, ¡el pueblo argentino es Campeón del Mundo! Todo empezó con esa canción de La Mosca, la de la ilusión de querer ser campeón mundial, eso me llegó. Me hizo ruido algunas cosas de la canción, como la gastada “brazuca” o el machirulismo de: “la ganó papá”. Pero me tocó que yo y todos nosotros y nosotras nos jugábamos en esta final la posibilidad de ser Campeones del Mundo, incluso sentía que esta selección lo veía claramente así. Y la pasión generalizada de adultes y niñeces por todos lados demostraba que nos jugábamos algo muy fuerte, de nuestro ser, de nuestra identidad.
En 1978 ganamos el Mundial con un equipo maravilloso de buen futbol, se festejó popularmente, sí, claro que sí, pero muchos y muchas sabíamos que la sangre de nuestros compañeros y compañeras estaba detrás y el sinsabor amargo era muy fuerte.
En el Mundial de México volvimos a salir campeones mundiales con el Diego y su magia, y festejamos y nos sentimos felices. Pero aun había mucho dolor por Malvinas y nuestra democracia estaba muy jaqueada y pareció más que nada un regalo de Maradona para todos nosotros y nosotras, nuestro sentir fue el de Rodrigo: ¡Gracias Diego!
Pero hoy es distinto, hoy campeones del mundo, vos y yo, mis niños y niñas pacientes, las enfermeras y mucamas del hospital donde trabajo, las y los trabajadores formales y sobre todo las y los informales, también lo son más que nunca.
En esta era de los ideales neoliberales, de pronto, somos campeones del mundo porque nos identificamos con un equipo que cargado de humildad, trabajo y planificación nos hermanó. Nos hizo verlos como nuestro reflejo. Contra todo plan neoliberal, no fue la capacidad de Messi, ni el valor estratégico de Scaloni los que con su meritorismo consiguieron el campeonato, fue su pasión, sus lágrimas, su compromiso, los que no hizo sentir que ellos éramos nosotros, que jugaban por nosotros. También La Nación, el Clarín y el poder se dieron cuenta y apostaron a la derrota.
Hoy nuestra subjetividad está a flor de piel, y a pesar de ellos, se recarga nuestro “Inconsciente Colectivo”. A pesar de que en la Argentina estamos mal, de que nuestros sueldos cayeron a los más bajos del continente, de que se roban nuestros bienes y el FMI gobierna sin pudor, la inflación nos demuele día a día, mientras los incendios y desmontes se multiplican avanzando en la crisis climática. Pero así, a pesar de todo, tenemos los mejores jugadores del mundo, también tenemos pensadores y pensadoras brillantes, científicos y científicas destacadas, artistas versátiles, trabajadoras y trabajadores, creativos y luchadores, como nuestra selección. Y hoy estamos felices porque somos los Campeones y seguiremos resistiendo y luchando por un país mejor para todos con una sonrisa en el corazón.