Por Ayelén Stroker / Foto por Constanza Portnoy
Un testimonio en primera personas sobre una situación relacionada con un presunto intento de secuestro para trata de mujeres. En pleno centro porteño, a plena luz y con personas alrededor, un método perverso y peligroso. La voz de la víctima, para que todas estén alertadas.
Esto me paso a mí. Y es como cuando vez una publicación donde a alguien le pasa y lo cuenta para alertar (como yo he leído, por suerte, otras veces). Lamentablemente, hoy me toca a mí hacer público lo que me sucedió. Y más que nada con la misma intención q tuvieron otras antes, alertar, difundir que esto está sucediendo, y que atrás existen múltiples complicidades para que esto suceda. Porque detrás hay un negocio oscuro sobre nuestros cuerpos, de los que terceros se sienten dueños. Recién hoy, semana y media después, logro escribir estas letras.
Los hechos
El martes 12 de julio a las 14, en Avenida Jujuy casi llegando a San Juan, con mucha gente yendo y viniendo por la avenida, yo venía caminando (hablando por celular), cuando de repente, sentí un tremendo dolor en la mano que tenía libre… sentí que algo me había tocado la mano y, al instante tendí a llevarla hacia la panza pensando “que dolor, que dolor”.
Al segundo ese dolor se empezó a expandir, subiendo por mi brazo hasta llegar al hombro, acalambrando todas las articulaciones de la mano y brazo, con un inmenso dolor que me subía y que hacía que se entumeciera todo. Seguí caminando más rápido, sin mirar para atrás; llegando a la esquina empecé a sentir náuseas y se me empezó a nublar la vista, sabía que me iba a desmayar. Caminé doblando la calle, buscando un lugar lo más lejos posible de donde estaba para sentarme. Logré llamar por teléfono a unos compañeros que estaban a tres cuadras para que fueran a buscarme, y lo logré antes de que se la vista se me nublara del todo. Traté de tranquilizarme y de aguantar sin perder la conciencia, hasta que llegaran a buscarme.
Al instante, tuve la suerte que llegaran mis compañeros. Estaba casi desmayada, y me levantaron porque no podía sola. Me llevaron a un bar y tardé alrededor de 30 minutos en recomponerme un poco, aunque continué sintiéndome mal y el brazo me quedo dormido y doliendo durante varios días después del hecho.
Cuando me preguntaron qué me había pasado, no lo sabía del todo pero mi mano estaba con dos pinches muy rojos (incluso salió sangre de uno de los puntitos), y no había registro más que de gente caminaba de un lado a otro. Me miraron la mano y todos pensamos lo mismo: que me habían pinchado, estaba claro, pero ¿para qué? No hay respuestas certeras, sino varias suposiciones. La primera es el secuestro de mujeres, después pueden ser varias cosas más ninguna deja de ser oscura; ninguna de las opciones deja de tener atrás un entramado de complicidades con un único fin: el negocio, la plata, la mercantilización.
Violencia institucional
Unos minutos más tardes, hay que sumarle la violencia institucional que padecí en varias guardias de hospitales y lugares de atención médica a las que fui, donde en principio no tomaban en serio mi relato y me dieron Ibuprofeno para la mano y me mandaron a casa. Cuando les dije que había sido cerca de la guardia, la médica se asustó pensando que también podía pasarle a ella; pero de todas maneras solo me recetó el Ibuprofeno y dejó una frase tal como “si tenés vómitos o te desmayas de nuevo, volvé”…
En el hospital, además de ver la falta de todo –hasta de un papel para escribirme una receta–, obtuve respuestas como “no podemos hacerte un análisis para ver que droga te metieron sin una orden judicial”. Y, mientras, pensaba: ¿una orden de quién?, ¿de la comisaría de la zona? Siempre se termina comprobando que en este tipo de casos, los que llegaron a ser conocidos, es necesaria la complicidad policial, por lo cual me sigue haciendo ruido hacer la denuncia. Además, no pueden pasar más de 24 horas para hacer ese examen, y esta información la recibí después de 24 horas del hecho.
Sobre el final de mis recorridos hospitalarios logré que en el área de infectología me atendiera una médica que, al menos, se preguntó si estas cosas suceden, y lo corroboró analizándome y reconstruyendo los hechos y posibilidades que podía haber. Y se quedó pasmada, pero por suerte logré que me mandaran a hacer exámenes médicos, como análisis de sangre y HIV entre otros, más que me recetaran la vacuna antitetánica y otros medicamentos.
Información importante
Repasando el porqué de contar todo esto, creo que, sobre todo, es porque es importante reaccionar rápido, no quedarse desmayada cerca de donde sentís que te pincharon o rozaron con un pañuelo (ambas posibilidades para drogarnos y después poder llevarnos) entrar en algún lugar, pedir ayuda y llamar rápido a alguien cercano o cercana que llegue a buscarte. También, desde esta experiencia, es importante evaluar según cada persona /familia si se hace la denuncia, pedir exámenes de sangre y, en lo posible, los toxicológicos para saber qué te metieron. Hacer el análisis HIV, tomar medicamentos por cualquier infección que quede dando vueltas. Tampoco hay que quedarse con lo primero que te respondan en una guardia, y hacer todos los análisis posibles (y lo antes posible). Y, lamentablemente (aunque deberíamos poder andar libres por la calle, aunque es algo que el patriarcado no nos permite), andar atentas, no colgarse, y aunque estaba hablando por teléfono no dejaba de estar atenta a la calle me pasó igual, fue un segundo, un instante que pasa y después me encontré en una situación en la que hay que actuar rápido.
Y por último, creo que es muy importante que difundamos esta información, que la compartan; es importante para cuidarnos, ya que hay muchos interesados en que esto no se sepa.