Por el contexto social, económico y político, la elección en Estados Unidos está cargada de una fuerte tensión en la calles. Claudia De la Cruz analiza las implicancias de esta elección en que dos candidatos del establishment se enfrentan.
Por Claudia De la Cruz *
Este día ser realizarán las elecciones presidenciales en Estados Unidos, y la tensión ha venido creciendo, todos los sectores están esperando ansiosamente no solo la elección, sino preguntándose ansiosamente qué ocurrirá los días y los meses siguientes.
Algunos analistas han llegado a la conclusión que esta será la elección con mayor relevancia e implicancia a nivel sociopolítico desde la guerra civil.
Además de la crisis económica que se ha venido desarrollando y que explotó en 2007/2008 y sus implicancias para la clase trabajadora y la élite en Estados Unidos, hay al menos cinco factores que impactan en etas elecciones y las vuelven sin precedentes.
En los últimos 8 meses,
- Se generó una profunda crisis económica con un exorbitante número de desempleados y una continua pérdida de protección social y económica para la clase trabajadora.
- Hemos experimentado la negligencia e ineptitud de la administración de Trump frente a la crisis global de salud, con números que continúan creciendo y sin ningún plan para contener la pandemia.
- En abril, vivimos la derrota de Bernie Sanders, quien había acumulado el apoyo de varios sectores de la clase trabajadora y montado una campaña que levantaba históricas demandas de las comunidades marginalizadas. Bernie perdió la nominación del Partido Demócrata y ganó Joe Biden.
El resultado de esa decisión por parte de la mayoría del Partido Demócrata dejó a miles de personas y organizaciones que apoyaron la campaña de Bernie, principalmente jóvenes, en un lugar de enojo y desesperanza en relación al proceso electoral. Históricamente, Biden ha representado al sector tradicional, conservador, capitalista e imperialista del Partido Demócrata. En ese sentido, la crisis de legitimidad que la democracia burguesa de Estados Unidos viene experimentando, y que dio vida a Trump, quedó en evidencia una vez más. La clase dominante no está dispuesta a que el sistema político se mueva, aunque se de forma moderada, hacia un gobierno más progresista.
La crisis de legitimidad se ha profundizado durante estos meses de pandemia y descontento social. Al mismo tiempo, no hay un movimiento unido de la clase trabajadora que se haya movido hacia la creación de una tercera alternativa por fuera de las dos alas políticas de la burguesía.
El Partido Demócrata, como siempre, ha comprendido este escenario y está sacando ventaja de este para ganar fuerza y avanzar en su agenda alrededor de la consigna de “todos unidos por un mejor futuro”. Los demócratas han absorbido el liderazgo de la coalición anti Trump. Esto representa un gran desafío para el movimiento social.
Históricamente y en el contexto actual, muchos sectores progresistas y de los movimientos sociales han sido subordinados al ala burguesa de los demócratas, incluso cuando muchas de las políticas contra la clase trabajadora durante los últimos 30 años, fueron lideradas por el Partido Demócrata.
- Otro factor clave que hace esta elección sin precedentes es precisamente Trump. La elección de Trump es una expresión de la crisis económica y política en que Estados Unidos ha estado por al menos una década. Teniendo un presidente abiertamente racistas, misógino, xenófobo y fascista que ha conectado con intereses de la clase dominante y ha creado una evidente y pública polarización dentro de la burguesía y sus partidos.
En la esfera social, los supremacistas blancos y sus grupos militarizados han resurgido y se han fortalecido con el fuerte apoyo del Estado. En paralelo, como respuesta, la coalición anti
- Y también está la explosión social que se desborda a finales de mayo tras el asesinato de George Floyd y la profundización de una convergencia de crisis. En este mismo momento, hay comunidades que siguen en las calles protestando y siendo violentamente reprimidas por la policía militarizada.
Este creciente movimiento que sigue tomando las calles exigiendo una serie de derechos para la clase trabajadora, algunos bajo la bandera de Black Lives Matter, están siendo canalizados a la campaña demócrata de Biden, bajo esta coalición anti-Trump. Sin embargo, los demócratas no tienen ninguna propuesta o perspectiva de cambio estructural. Esto es algo que los movimientos sociales y las organizaciones políticas deben tener claro y explorar cómo profundizar esta contradicción.
Estos son algunos factores clave que estimamos han sido el motor que ha generado la movilización de millones de personas hacia el proceso electoral. Algo sin precedentes en los últimos 100 años. Hasta ahora, se estima que 86 millones de personas han ejercido su derecho al voto anticipado, ya sea en persona o por correo. Esta cifra es siete veces mayor que los 6 millones que han votado anticipadamente durante este tiempo en 2016.
Es importante entender este escenario, porque la fuerza que ha movido a este gran número de votantes, de los cuales más de 200 mil son primeros votantes entre los 18 y 25 años, no es su convicción y compromiso con el sistema. Específicamente, los que votan por el Partido Demócrata, no es necesariamente un compromiso con el Partido Demócrata y su agenda, sino que es un voto contra el fascismo y el racismo, y contra lo que Trump representa. Esto también es clave y muy importante para los movimientos sociales. Como posicionarnos y organizarnos alrededor del descontento de la población, y este voto popular contra lo que el capitalismo y la supremacía blanca, es crucial para avanzar y fortalecernos como un movimiento hacia la siguiente etapa dentro de las luchas de clases en este país.
Desde hace meses, y como resultado de COVID-19, las opciones de voto se han ampliado. En otras palabras, se ha activado la votación por correo y la votación anticipada, que en algunos estados no se había utilizado en unas pocas décadas.
Es importante entender cómo funciona la llamada democracia en los EE.UU. No todos los estados se rigen por la misma ley. Hay estados que permiten los votos por correo y cuando éstos son marcados por el servicio postal el 3 de noviembre, aunque lleguen varios días después de las elecciones, cuentan. Y hay estados en los que esto no se acepta. Esto crea un problema, porque en un proceso nacional los estados tienen diferentes reglas de votación. La diferencia de reglas por estado son parte de la historia de la esclavitud donde algunos estados se declararon libres de la esclavitud, y otros estados confederados la mantuvieron, y una vez que fue legalmente abolida a nivel nacional, adoptaron leyes que limitaron la participación de la población negra en los procesos políticos.
La supresión de votos en este país no es el resultado de la administración de Trump, es un problema estructural que Trump y los demócratas están explotando para posicionarse en esta coyuntura.
Trump, desde su tradición racista, durante varios meses, ha lanzado una campaña contra la expansión de las opciones de voto y ha llamado al fraude. Incluso ha hecho ataques al servicio postal y ha promovido la necesidad de recortar su presupuesto. En esta campaña contra el derecho al voto y la participación popular en el proceso electoral, el nombramiento del nuevo juez republicano en el Tribunal Supremo (Barrett) le ha servido a Trump.
Desde la Corte Suprema, pueden invalidar cientos de miles de votos. En este momento, hay estados como Pensilvania a los que se les ha pedido que pongan los votos que llegan por correo separados de los votos en persona para determinar su validez después de la elección. Este es uno de los varios ejemplos de supresión de votos que tienen lugar hoy en día, hay estados como Wisconsin y Texas en el proceso legal de determinar la invalidación de los votos.
En la débil democracia de los Estados Unidos, también encontramos que los votos populares no son lo que determina la victoria presidencial. Por eso es mucho más importante que los candidatos ganen estados. De ahí la importancia de Estados como Florida, Wisconsin, Carolina del Norte, Texas – que históricamente han sido “el campo de batalla”, y donde una u otra ala política de la burguesía puede ganar. Los estados eligen representantes para votar en el colegio electoral, que es donde se elige al presidente. Ahora, eso suena más amigable y menos complicado de lo que realmente es. Los estados están controlados en su mayoría por los republicanos. Los republicanos controlan 30 estados y los demócratas 19. 22 de los 30 estados controlados por los republicanos no tienen un gobernador demócrata que dispute la representación en el colegio electoral. Estos 22 estados representan 219 votos del colegio electoral, y 270 son necesarios para asegurar la presidencia.
En 2016, Hilary Clinton ganó el voto popular, pero la representación estatal dentro del colegio electoral votó por Trump. Y una de las cosas que la campaña de Trump busca garantizar es precisamente una representación de los estados que lo re-elijan. Esa no es una posibilidad lejana. Puede suceder de nuevo.
Ahora bien, lo que está generando más tensión y discordia, aparte de la posibilidad de cuatro años más de Trump, no es necesariamente la forma en que se está llevando a cabo la supresión de votos o el tema del colegio electoral. No menos importante, pero como mencioné antes, esto es histórico y está en curso dentro de la tullida democracia de este país. Lo que está causando tensión, y lo que no ha sucedido desde finales de 1800 es la posibilidad de una crisis constitucional.
Esta crisis constitucional puede ocurrir en el caso de que Trump no conceda una transición de poder, si Biden gana. Y, todo indica que no está dispuesto a ceder la presidencia. En varias ocasiones Trump ha afirmado esto, y ha respondido a la pregunta de una transición pacífica declarando que “no habrá transición, sino más bien, una continuación de la presidencia”.
Biden tendría que ganar con un número extraordinariamente grande de votos para ser reconocido como victorioso. Además, tendría que ganar el voto popular y el colegio electoral, y los demócratas deberían tener el control del Senado. Incluso ganando de esta manera, dado Trump y las maniobras políticas que ha puesto en marcha, no habría una transición pacífica.
Que Biden gane con el voto popular y el colegio electoral, no es probable. El margen de diferencia por el cual se estima que puede ganar con tal victoria es muy pequeño.
En un escenario como este, el papel de la corte suprema y su trabajo de invalidar los votos en diferentes estados es muy importante para asegurar la posición de Trump. También es importante, el llamado de Trump a los “chicos orgullosos” y a los grupos supremacistas para “defender la democracia”.
Todo indica que se buscarán todos los obstáculos para garantizar otro mandato presidencial bajo Trump.
Hay una posibilidad de que Biden gane el voto popular, y pierda el voto del colegio electoral. Como resultado, el partido Demócrata podría impugnar el proceso, y no ceder. Lo que también significaría un conflicto político y social – con movilizaciones masivas en las calles, además de procedimientos políticos y legales.
En cualquiera de los escenarios habrá un período de incertidumbre – un período entre noviembre y enero. Es decir, desde el día de las elecciones hasta que el presidente sea elegido y confirmado.
Las implicaciones de estas elecciones son de proporción histórica y drásticas precisamente porque nos enfrentamos a un contexto de profunda crisis y polarización en todos los niveles de la sociedad.
En este período de incertidumbre, se estima que se intensificarán los conflictos sociales y los disturbios. En el primer debate presidencial, Trump ordenó a los grupos de supremacía blanca, como los “chicos orgullosos”, que estuvieran atentos y han tomado las calles de algunos estados para enfrentarse a los demócratas, y a la gente que protesta en defensa de las vidas de los negros. Seguramente habrá muchos obstáculos en el proceso de votación del martes, incluyendo la intimidación y posiblemente la violencia de estos grupos en los centros de votación.
Cualquier resultado el martes por la noche e incluyendo el factor de agitación por los medios corporativos podemos esperar movilizaciones: con grupos de supremacía blanca, con grupos que han estado en las calles exigiendo el fin de la supremacía blanca y la brutalidad policial, y grupos que han estado involucrados en la coalición anti-Trump, incluyendo secciones del Partido Demócrata. Además, existe el factor de una policía militarizada en todo el país.
Esperamos más ataques del Estado a los movimientos sociales y organizaciones políticas. En los últimos meses se ha incrementado la persecución, criminalización y encarcelamiento de activistas y líderes sociales.
Se avecinan tiempos de gran convulsión y movilización social. Esto requerirá que aquellos de nosotrxs que creemos en el avance de un proceso revolucionario desde la clase obrera intensifiquemos la lucha. Debemos profundizar esta crisis política, y subrayar las contradicciones elevando las demandas del pueblo y los movimientos sociales, para que la agenda de la clase obrera pueda avanzar.
En todo el país, los movimientos sociales y las organizaciones políticas de izquierda están viendo y analizando este momento, y se preparan para responder a ese período de incertidumbre, con la intención de intervenir a través de la formación política, la organización y la movilización permanente:
- Potenciar la lucha histórica contra la supresión de votos y por la creación de procesos democráticos participativos en el país;
- Levantar las demandas de los movimientos sociales para los cuales los partidos Demócrata y Republicano tienen una respuesta
- Oponerse al fascismo, a la supremacía blanca, al capitalismo y al imperialismo.
- Proteger y fortalecer las organizaciones y movimientos.
- Identificar a los líderes que salen de estos procesos y que pueden ser parte de las filas para avanzar en la lucha de clases.
- Unificar y fortalecer un movimiento popular independiente de las alas políticas de la burguesía.
Estos son momentos intensos, que traen desafíos y oportunidades. Por fin sabemos que ninguno de los dos partidos avanzará en la lucha de clases. Ninguna de las dos alas políticas de la burguesía estadounidense ofrece un cambio en su política contra Venezuela, Cuba, China, Irán – por nombrar algunos. Y no ofrece un cambio material a la realidad de la mayoría de la gente en los Estados Unidos.
Algunas de las preguntas clave en este contexto son, ¿cómo vamos a coordinar nuestros esfuerzos, y organizarnos para no ser la cola final de la coalición demócrata anti-Trump? ¿Y cómo acumularemos el poder popular para responder a este momento como movimientos sociales y avanzar en la lucha de clases en esta etapa crítica?
*Publicada originalmente en Peoples Dispatch