Por Sergio Segura – @comunhc
La firma del acuerdo definitivo entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el gobierno colombiano, uno de los hechos políticos de mayor trascendencia para el país y parte del continente de los últimos años. El próximo domingo 2 de octubre el país decidirá mediante un plebiscito si está de acuerdo o no con la implementación de lo firmado.
La firma y el perdón
Rodrigo Londoño de las FARC (Timochenko) y el presidente Juan Manuel Santos firmaron este lunes 26 de septiembre el “Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, lo que significa el fin de una guerra fratricida iniciada hace 52 años y el compromiso de cumplir lo acordado en seis puntos contenidos en 297 páginas. Cada uno con un balígrafo (bolígrafo elaborado con un cartucho de proyectil de fusil) y seguido de un apretón de manos, cerraron en la costa colombiana este proceso iniciado formalmente en Cuba hace 4 años, que ha contado con un amplio respaldo diplomático internacional y tuvo como testigos a 2500 invitados en la ciudad de Cartagena.
La ceremonia tuvo la impronta de la paz institucional: camisas y palomas blancas, acompañamiento de varios jefes de Estado de la región, Ban Ki-Moon de la ONU como invitado de honor, el rey Juan Carlos de España y un representante del Fondo Monetario Internacional, entre otros.
“Nuestra única arma será la palabra”, aseveró el jefe del Estado Mayor de las FARC, quien pidió perdón en nombre de la guerrilla por el sufrimiento ocasionado en la guerra, con víctimas presentes. Del 17 al 23 de septiembre, durante la X Conferencia de las FARC con 200 delegados de la guerrilla, incluyendo algunos prisioneros de guerra a quienes se les permitió salir de la cárcel para participar del encuentro, concluyeron su tránsito hacia un “partido o movimiento político”, como anunció Timochenko en la declaración política, cerrando así el camino de la lucha armada.
Santos, aunque inició su discurso saludando a las víctimas, no pidió perdón por el terrorismo de Estado, un sinsabor para muchos. Mucho lino blanco y poco de paz por parte del Presidente, del que se esperaba que el día del acuerdo paz reconociera las raíces del conflicto social y armado, que en todo caso ya está escrito en el contexto de los acuerdos y fue sostenido por el jefe del equipo negociador del Gobierno, Humberto de la Calle.
“Señor Rodrigo Londoño y miembros de las Farc: hoy, cuando emprenden su camino de regreso a la sociedad; cuando comienzan su tránsito a convertirse en un movimiento político, sin armas; siguiendo las reglas de justicia, verdad y reparación contenidas en el Acuerdo, les doy la bienvenida a la democracia”. Las FARC dejarán las armas gradualmente durante los próximos 180 días en diferentes puntos acordados. Según Santos, después del plebiscito del próximo domingo, el mundo puede asegurarse de tener una guerra menos.
El país decide: la importancia de votar por el SÍ
La paz ha estado cargada de discursos variopintos y la polarización se recrudeció en las últimas semanas en vísperas a la votación. Según la Corte Constitucional, el SÍ necesita mínimo 4,4 millones de votos y superar el umbral del NO para que el acuerdo sea avalado.
En la política colombiana y sus dinámicas electorales hay juego sucio, propaganda engañosa y desinformación. Parte del país comparte y reproduce las ideas funestas de la extrema derecha y de un sector importante de la iglesia cristiana: “Colombia será otra Venezuela”, “se le entregó el país al diablo (o al comunismo castrochavista de Santos)”, “le van a entregar el país a las FARC para meterme a la cárcel: Uribe”, “EE.UU. no daría elegibilidad a Bin Laden”, entre un sinnúmero de ficciones que, si bien no tienen sentido dentro del debate, son aserciones de fácil aprehensión por la sociedad colombiana. Esa percepción sobre la paz se traduce en votos para el uribismo que, con corrupción y parapolítica incluida, sigue siendo una de las fuerzas políticas más grandes del país, por lo que no se puede subestimar su accionar o especular sobre su fin.
Parte del SÍ opina más con el deseo que por la factibilidad. Muchos creen que ciertamente se vivirá en paz luego de la implementación de los acuerdos o que desde ya estamos en un nuevo paradigma de la política, donde se dejará de perseguir y devastar a la oposición política. Hay bastante tela para cortar y la implementación de los acuerdos no será vertiginosa, por lo que habrá que ser paciente con los resultados y cautelosos con la expectativas. Los del SÍ coinciden en que la paz no es únicamente entre las FARC y el Gobierno, sino que es un bien supremo de la sociedad (aunque el presidente aspire al Premio Nobel). Apoyando este plebiscito se le da mayor sustento social y legitimidad a la solución política al conflicto armado, reconociendo la disimilitud entre los modelos de sociedad y la diversidad de proyectos políticos.
Para la línea más dura, “la paz es sólo una táctica”: sostiene que reconciliarse con el Estado es imposible, pues las condiciones que originaron el conflicto siguen intactas, y se resisten a sobredimensionar estos acontecimientos aunque los apoyen con críticas.
Según las últimas encuestas, ganaría el SÍ con un 66%. Hasta una encuesta de opinión nacional de Ivamer calcula que 69.6% de los colombianos y las colombianas quiere un acuerdo de paz con el ELN. El presidente invitó a esta guerrilla a iniciar la fase pública de diálogo la próxima semana y anunció a Chile como país garante de este proceso que se llevará a cabo en Ecuador. Por su parte, el ELN anunció que será respetuoso del plebiscito y suspendió acciones militares ofensivas del 30 de septiembre al 5 de octubre, pronunciamientos bilaterales que ratifican que la solución política al conflicto armado en Colombia va en serio.
“Salvo el poder, todo es ilusión”
El Gobierno y varios ministros han sido enfáticos en que la paz significará mayor inversión extranjera y el regreso o afianzamiento de multinacionales que por los asedios de la guerrilla se vieron afectadas económicamente. Igualmente, sectores de izquierda persisten en suponer que es un acuerdo importante, pero que no deja de ser entre dos ‘élites’; también se le reclama a las FARC prescindir de su histórica forma rígida y hegemonista de hacer política y así no eternizar diferencias para “construir justicia social junto a otros sectores sociales que llevan décadas tejiendo sociedad y apostándole a la paz”.
En efecto, las opiniones sobre la paz dejaron de ser temas de discusión únicamente de políticos, intelectuales, movimientos sociales o sujetos interpelados por la guerra. Hoy la solución política al conflicto armado vincula a toda la sociedad que aprecia si este domingo avala o no los acuerdos, si prefiere la militarización o apoya los diálogos para despuntar la guerra y cesar con las tragedias que fueron cotidianidad al menos durante los últimos 60 años.
Lo mejor que podría pasarle al país es que con la firma del acuerdo empiecen las dosis de verdad, se reparen integralmente a las víctimas como lo manifiesta la redacción y que, por fin, las FARC puedan hacer política sin que los espere un genocidio como el del movimiento A Luchar!, la Unión Patriótica o el Frente Popular en los años 80. Esas dosis de verdad son las que trasnochan a Uribe, porque pueden seguir derrumbándose sus argumentos demagogos y el capital político basado en el odio a la insurgencia. Uribe tendría que ir la cárcel o exiliarse, como lo está su hermano y sus ministros.
Pero así no funciona la vida real. Santos busca un equilibrio entre defenderse de Uribe y no salpicar lo suficiente al partido Centro Democrático, como se puede interpretar la designación del nuevo Fiscal General de la Nación, por ejemplo. En materia humanitaria y de garantías políticas, los desafíos son aún mayores. El paramilitarismo sigue activo en los territorios sembrando el miedo y manteniendo la violencia para controlar el narcotráfico. El Nuevo Código de Policía acaba de ser demandado por inconstitucionalidad y aceptado en la Corte por violar libertades públicas, cada inicio de semana hay denuncias del movimiento social por asesinatos de líderes comunitarios.
Este es el panorama general de la paz, lo que viene empezó a marcar el reloj desde el 26 de septiembre cuando Santos y Timochenko firmaron el acuerdo, un acuerdo que tiene que superar un plebiscito y una paz que debe tener justicia, cambios y equidad social para que sea completa. Incluso con el fanatismo fatalista y el optimismo obtuso, lo cierto es que se avecinan transformaciones en el país, cambios más de forma que de fondo, pero al fin y al cabo cambios que sienta las bases de senderos donde la sociedad será la principal veedora.