Por César Saravia desde El Salvador /
El 3 de febrero se realizarán las próximas elecciones en El Salvador, las primeras que arrancan un ciclo de seis que habrá este año en la región.
El próximo 3 de febrero se llevarán a cabos las elecciones en El Salvador, será la sexta elección después del fin de la guerra en 1992, y la octava de manera consecutiva de la que no participan militares. Tras 10 años de la llegada al poder del primer gobierno de izquierda en la historia del país, el desgaste se hace presente y la crisis de los gobiernos progresistas toca costas salvadoreñas. De momento, y a pocos días de la elección, todo parece indicar que la presidencia quedará en manos de alguno de los dos principales partidos de derecha.
En 2009, con Mauricio Funes como candidato, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, FMLN, llegó por primera vez al gobierno. Este triunfo fue posible mediante una amplia alianza social que incluyó a los movimientos sociales y progresistas, clases medias, sectores populares y una parte del empresariado nacional emergente. Su llegada al ejecutivo se enfrentó rápidamente a una correlación de fuerzas en que la derecha tradicional mantenía el control del órgano legislativo y posteriormente del poder judicial, principal herramienta institucional utilizada por la oposición.
Durante los gobiernos del FMLN, se llevaron a cabo apuestas en materia de política social, con programas de atención a la pobreza, una reforma de salud integral, la entrega de títulos de propiedad a campesinos y campesinas, y programas orientados a mujeres y juventudes. Pese a esto, las críticas y cuestionamientos a su perfil político de izquierda vienen desde los primeros años de su llegada al gobierno. Muchos sectores han acusado al partido de abandonar sus ideales revolucionarios y su carácter popular, en favor de alianzas con el empresariado nacional, y cerrarse a las demandas del pueblo. Quizás el elemento que más ha ido diluyendo las expectativas que generó el triunfo FMLN es que problemas como el desempleo y la violencia siguen golpeando con fuerza a buena parte de la población que en muchos casos se ve obligada a migrar.
Actualmente, las encuestas son lideradas por Nayib Bukele, candidato por la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), de corte derechista, y ex alcalde de San Salvador por el FMLN, antes de su expulsión en 2017. Bukele es un joven empresario del sector publicidad y comercio, que llegó a la política al optar por la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, un pequeño municipio al Sur de San Salvador en el que desde hace un tiempo se construyen grandes residenciales privadas. Desde ahí, Bukele organizó un aparato comunicacional que rápidamente puso al municipio en la agenda de los medios nacionales e incluso internacionales. Esto le permitió convertirse en uno de los políticos más populares, lo cual le valió la confianza para optar por la alcaldía de San Salvador donde se perfiló como posible candidato.
Su figura combina elementos de los principales paradigmas en el marketing político actual. Uno de ellos es el modelo comunicacional de la “política pop”, con un estilo descontracturado y no tan solemne. Otro de los elementos que incorpora en su discurso es el de la antipolítica, reflejada en ideas como “los mismos de siempre” y “ARENA 2.0” con los que ha reforzado el descontento con los partidos políticos mayoritarios. Este discurso le ha permitido cohesionar el voto “anti” y canalizar es descontento hacia su proyecto, ofreciendo una alternativa que no es “ni de izquierda ni de derecha”, una abstracción que le permite, hasta la fecha, no tomar postura en los grandes temas de país. Bukele, además, se caracteriza por tener una fuerte presencia en las redes sociales, siendo el político más popular en ellas. Su estrategia incluye el uso de fake news y cuentas troll para atacar a sus adversarios, así como la utilización de Facebook Live para dar noticias a sus seguidores. En meses anteriores, además sostuvo reuniones con Luis Almagro, secretario de la OEA, en quien buscó apoyos.
Detrás en las últimas encuestas aparece Carlos Calleja, candidato por el ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) partido que gobernó durante 20 años y que llevó a cabo las principales reformas de corte neoliberal. Calleja es también un empresario, dueño de la principal cadena de supermercados del país. Es el candidato que representa de manera más clara los intereses del gran empresariado salvadoreño, que en los últimos años mantuvo su poder real (económico) pero que ha venido perdiendo peso a nivel cultural y político en el país. Las organizaciones sociales y ambientalistas han señalado la amenaza que representa por su cercanía a empresarios del sector minero, luego de que en 2017, la resistencia popular en El Salvador lograra la prohibición total de la minería metálica en el país. La derogación de la prohibición y la privatización del agua son algunas de las principales amenazas de una eventual vuelta de ARENA al control del gobierno.
Representando el proyecto de continuidad en el gobierno aparece Hugo Martínez, quien representa a una generación más joven dentro del FMLN y se incorporó a su partido desde su experiencia en los movimientos estudiantiles. Se define a sí mismo como de izquierda progresista pero pragmática, pese a que ha sido el exceso de pragmatismo una de las principales críticas que desde los sectores de izquierda, dentro y fuera del partido, se ha hecho. Fue canciller durante los dos gobiernos del FMLN y presidente del Sistema de Integración Centroamericana. Durante su gestión en cancillería, el gobierno salvadoreño restableció relaciones con Cuba y reconoció a Palestina como Estado. Tuvo una posición a veces contundente y otras veces moderada respecto al apoyo a Venezuela y mantuvo una relación amistosa con los Estados Unidos. Más allá de que muchas personas reconocen a Martínez como el “más preparado” en términos de formación académica y política, su candidatura no ha logrado hasta la fecha despegar en las encuestas y acercarse a una posible segunda vuelta.
Si bien es cierto las encuestas no son un modelo predictivo y pueden fallar, el escenario no es del todo alentador para el FMLN, uno de los históricos partidos de izquierda en Latinoamérica. Los 10 años en el gobierno han dejado avances relevantes en materia de derechos sociales, pero no suficientes como para aglutinar a la población alrededor de una eventual continuidad. Los errores propios, sumado al bloqueo fiscal y el ataque mediático, así como el descontento de la población, son algunos de los elementos que se combinan para abrir la posibilidad del regreso de la derecha.
Frente a este escenario abierto, quedará pendiente observar las alianzas en los próximos meses si se llegase a dar una segunda vuelta o si la elección se resuelve en primera. Algunos ya manejan la posibilidad de una segunda vuelta entre los dos partidos de derecha. Frente a esto, ya hay discusiones sobre cuál será la posición del FMLN. Algunas voces plantean una posible alianza con Bukele para evitar la llegada de ARENA, mientras que otras rechazan cualquier alianza y apuestan por la recomposición de las fuerzas. Más allá del resultado en esta elección no solo se juega la continuidad de un gobierno progresista en El Salvador, sino cuál será el escenario frente al que movimientos sociales y las izquierdas tendrán que sentarse a dialogar y/o a enfrentarse en los próximos años.