Las banda rusa Pussy Riot se presentó en Buenos Aires y fue canciones, palabras rebeldes, amor con su público y política feminista. Cuando sacudir los miedos para disfrutar las libertades es también un mensaje que se difunde a través de la música performática.
Por Laura Salomé Canteros / Fotos: Oscar De La Vega
Músicas y activistas. Performers, encapuchadas zapatistas, punk rockers y por momentos hasta traperas, las Pussy Riot se presentaron en Buenos Aires y fueron cantantes, VJs, voceras por los derechos negados en Rusia y espectadoras de un público que se brindó a un recital que, feminista, se construyó tanto desde arriba como desde abajo del ya mítico escenario del Niceto Club en Palermo.
En un contexto en que las Músicas Unidas reclaman por cupo en los festivales, en que emergen propios para difundir la potencia y diversidad de los talentos y en que las pibas siguen diciendo “no nos callamos más” animándose a denunciar a los violentos en el ambiente, las Pussy Riot brindaron un multifacético y enérgico recital de 23 canciones en el que no faltaron las denuncias a las políticas de los macho- fachos más poderosos del mundo, Putin y Trump, y la persecución del gobierno ruso y los sectores conservadores del poder concentrado hacia las mujeres y personas del colectivo LGBTTIQ+.
Tampoco faltaron las sonrisas, besos y abrazos; los regalos y las manos extendidas hacia el escenario que volvían estrechadas por la frontwoman Nadya Tolokonnikova, que gozosa retornaba el cariño hacia las que agitaban un pogo que de tímido pasó a ser contagioso a las más de mil personas que allí se encontraban. A medida que el recital avanzaba la sorpresa y la admiración entre artistas y público fue derribando las invisibles fronteras del idioma. Las Riot cantaron algunos temas en ruso y otros en inglés. Mientras, los bailes sin coordinación de las pibas abajo eran olas ascendentes para la energía que no paraba -y cantaba y gritaba y agitaba rabiosa- arriba.
“Las chicas inventaron el punk rock, no Inglaterra”, dice una remera icónica que usó en los noventa Kim Gordon, integrante de Sonic Youth. Así lo relataba Valeria Lugosi en una nota que publicábamos en Marcha y que retoma la historia del movimiento Riot Grrrl, una pieza fundamental en el feminismo mundial, un manifiesto punk necesario para plantarnos frente al eterno patriarcado. Las Pussy Riot, cual herederas como tantas otras de esa alegre rebeldía, mostraron su arte y fueron políticas: invitaron a la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito a abrir el recital en reclamo de esta demanda, permitieron que se escuche el grito por la absolución y libertad para Yanina Farías y al final del concierto levantaron una bandera urgente y necesaria: “Ni una menos también en las cárceles”.
La protesta amenazada
Antes del recital de la banda rusa, Nadya Tolokonnikova, participó de una entrevista pública en la que se analizaron los puntos en común para ejercer la protesta y luchar por la libertad y los derechos en Rusia, en Argentina y el mundo. Organizada por la Red Internacional de Organizaciones de Libertades Civiles (INCLO) y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la entrevista estuvo coordinada por María Florencia Alcaraz -periodista feminista del portal Latfem- y participaron además Paula Paula Litvachky -directora del área de Justicia y Seguridad del CELS- y Daniel Sandoval -docente villero y quien perdió gran parte de la visión por una bala de goma policial durante una protesta-.
Las Pussy Riot fueron detenidas en febrero de 2012 durante un concierto improvisado en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, tras lo que fueron acusadas y condenadas a dos años de encierro por vandalismo en un juicio que ha sido catalogado por observadores internacionales como un espectáculo y por referentes feministas como un intento de disciplinamiento. Nadya fue una de las arrestadas tras cantar en contra de Vladimir Putin y desde el encierro llevó adelante varias campañas para difundir las condiciones de detención en las cárceles, violaciones a los Derechos Humanos que se repiten también en Argentina donde aun los asesinatos en los penales siguen sin investigación ni condena.
“Cuando estaba en prisión comencé una huelga de hambre. Mi abogado escribía cartas. Todo parecía inútil. Queríamos denunciar que dentro de la prisión había trabajo esclavo”, afirmó en la entrevista previa al recital. “El gobierno de Rusia es sexista y homofóbico”, respondió Nadya a la pregunta sobre si estos castigos institucionales recaen de forma diferenciada sobre los cuerpos de las mujeres, “nos pegan con mayor violencia. En los Juegos Olímpicos le pegaron más a uno de nosotras que era un hombre con un vestido. En la prisión nos amenazaban con nuestros hijos. Nos decían malas madres”.
Nadya también habló sobre la “Ley contra la propaganda homosexual” que sancionó el gobierno de Putin en Rusia justo antes de realizarse el Mundial de Fútbol en ese país: “Hace unos años se aprobó una ley que prohíbe promover la homosexualidad. El gobierno es dueño de todos los medios y lo que hace es reprimir y enseñar al pueblo que está bien odiar a los géneros no tradicionales. Es particularmente difícil para las personas trans”.
“No hay que tener miedo ni esperar resultados inmediatos”, afirmó la cantante, “si una está en Rusia y decide luchar por sus derechos debe manejar los miedos y seguir adelante”. Sin embargo siempre hay esperanza y así lo demuestra Nadya a quien la faceta activista parece, por momentos, ganarle a la actitud punk: “El pueblo ruso es mucho más inteligente que el gobierno, por eso tengo muchas expectativas con el futuro. Nos merecemos algo mucho mejor”, afirmó, “lo más importante es la organización”.
“Cuando perdimos nuestra libertad lo que más nos preocupó fue perder el anonimato”
Al igual que los pañuelos verdes, las máscaras multicolores se volvieron ícono mundial y símbolo de libertad durante el encierro de las Pussy Riot. Sin embargo, como integrantes de un movimiento son claras en afirmar que se inspiraron en el zapatismo. “Venimos del antifascismo under”, contó Nadya, “si nos ponemos las máscaras, se trata de las ideas y no de las personas y el objetivo es lo que debemos transmitir”, agregó y cual crítica o reflexión ante un movimiento feminista que se sabe sin fronteras, dijo: “con la máscara somos representantes, no dueñas”.
Florencia Alcaraz hizo a Nadya la pregunta que muchas queríamos: “¿Qué harían las Pussy Riot si estuvieran en Argentina en la presentación del proyecto de aborto el próximo 28 de mayo?”, a lo que respondió entre sonrisas: “Queremos ser invitadas”. Y agregó, sobre el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries: “Ustedes me inspiran. El movimiento de mujeres es lo más grande que vi en mi vida. Sé que van a ganar”.
Finalmente la cantante habló brevemente sobre un tema que confesó, le apasiona: feminismo & punk. “Cuando empezamos Pussy Riot eramos sólo tres chicas. Cuando son pocas y tienen una idea radical, hay que apelar al punk”, aconsejó, “pero cuando son millones hay que salir a manifestarse y ya no es necesario acudir a un movimiento artístico”. Nadya también se permitió dejar la complejidad de lado para ser simple y directa, y ante la pregunta sobre cuáles son las herramientas que nos entregan los movimientos feministas y punk para resistir a la crueldad del neoliberalismo afirmó, casi predictiva del recital: “¡griten!”.