Por Guadalupe Rodríguez*
Cuando asumió Macri, y la violación y abandono de los Derechos Humanos fue inminente, pensé: este gobierno va a durar hasta que nos meta el dedo en la yaga a todos los Argentinos. Porque puede joder con muchas cosas, pero hay algo que no dejamos pasar nunca por la historia y la memoria construida en la Argentina: la violación de los Derechos Humanos.
Cuando sacó el 2×1 se vio la repercusión y las manifestaciones masivas en las calles. Ahora, la desaparición de una persona en democracia. ¿Qué va hacer el Gobierno? ¿Sacarán a la luz el paradero de Santiago Maldonado? ¿A quién le van a hacer la culpa ahora? ¿¡En qué va a terminar todo esto!? ¿Será un punto de inflexión? Las repercusiones ya son muchísimas. Por respeto a nuestra memoria, a nuestra historia y a los 30.000 desaparecidos, no vamos a descansar hasta que aparezca con vida Santiago Maldonado.
Sin embargo el asunto va más allá. Tiene que aparecer, pero no hay que perder de vista que es una causa mucho mayor. Está sucediendo algo clave y característico del sistema neoliberal aplicado desde el año 2015. Están desterrando a nuestros pueblos originarios ancestrales, para que vengan a invadirnos transnacionales como “United of Benetton”, para instalarse en territorios sagrados. Solo ven “un espacio geográfico” como billetes y un lugar para destruir la naturaleza y el ecosistema, para producir más y más de sus productos. Es decir: destierran a nuestros pueblos originarios dejándolos no solo huérfanos de hogar sino de su territorio ancestral con todo lo que implica; para ellos no es solo un “espacio geográfico”, es mucho más que eso. Estos territorios se construyeron a lo largo de 500 años junto a su identidad. Y los empresarios (en este caso, ni siquiera burguesía nacional, sino extranjeros) vienen a destruir la naturaleza sin el más mínimo respeto por la tierra, destruyendo todo el ecosistema construido a lo largo de siglos por los pueblos. Transforman nuestras riquezas naturales en carteras, bolsos, valijas y se lo llevan a Estados Unidos y Europa para después cobrarlo acá al triple o más, “porque son importados” y, por supuesto, sin dejar un peso en la Argentina.
Es neoliberalismo puro. La invasión de las transnacionales que destruyen todo a su paso. La destrucción es tan grande que abarca desde territorios y sus pueblos originarios, la naturaleza y el ecosistema, hasta la industria, los productos nacionales, la economía interna, etc.
El cipayismo es tal que permiten que se instalen estas empresas que cuanto más destruyen, más se llevan y menos dejan, para caerle bien a los países centrales desde nuestra condición de país “productor de materia prima”. Vienen, se llevan todas nuestras riquezas, dejando todo destruido y contaminado, arruinando tierras y ríos. Se van, se llevan toda la guita y después se importa a Argentina y nos cobran el valor agregado de la producción industrial. ¿Suena a los principios del siglo XX y la segunda revolución industrial? ¿A la división mundial del trabajo, las denominaciones, caracterizaciones de países industriales y países agroexportadores que brindaban la materia prima?
Este es un texto de las repercusiones del modelo agroexportador de principios del siglo XX: “Los grandes perdedores de esta época fueron el ambiente y las comunidades indígenas que fueron desposeídos de sus tierras en beneficio de las burguesías nacionales y las empresas extranjeras. Millones de personas (indígenas, mestizos, negros, inmigrantes) sufrieron diferentes formas de explotación por parte de empresas e individuos vinculados con la producción de artículos de exportación”. Hoy en día, Siglo XXI, 2017, no hay grandes diferencias.
Se exportan capitales enteros que se instalan en los países. Los monopolios de las grandes potencias están dentro de la economía y del Estado de los países “atrasados”. Los capitales financieros pueden derrocar e imponer gobiernos como se les de la gana, según su conveniencia. No son casuales los atentados a los gobiernos progresistas que se oponen al saqueo de recursos naturales. En 1952 Arenz, en Guatemala promulgó una reforma agraria, desde allí una publicidad en contra de Guatemala se desató. Por órdenes del presidente de EE.UU., Dwight Eisenhower, se produjo un bombardeo aéreo con el fundamento de “deshacerse de un gobierno comunista”. Hasta el día de hoy, las cosas no cambiaron demasiado; un ejemplo perfecto es la persecución a Venezuela y el presidente Maduro que se opone a las medidas que querían imponerle desde EE.UU., teniendo en cuenta que Venezuela posee una de las más grandes reservas de petróleo.
La represión sistemática de las instituciones gubernamentales también está siendo efectuada. Hay violación de los Derechos Humanos acompañada de una brutal represión. Están desalojando de sus territorios a los pueblos originarios violando la Ley de Derechos de las Comunidades Indígenas. En la última represión en el pueblo Cushamen, la Gendarmería desapareció a un pibe. ¿Está clara la gravedad de la situación? No puede desaparecer una persona, luego de una represión, estamos en democracia. No puede desaparecer una sola persona.
Argentina tiene memoria, es uno de los países que más reivindica los derechos humanos y no olvida los genocidios y las atrocidades producidas en la dictadura de 1976. Ahora estamos en democracia, bajo un gobierno neoliberal que reprime sistemáticamente, evade el Estado social de derecho, ignora la ciencia, la cultura, a los jubilados, a los maestros, a los negros; que vende y entrega todo nuestro país a EE.UU., que nos endeuda por 100 años, que nos rompe con los precios de la comida, de los alquileres, de los medicamentos; que nos quita todos los subsidios y los planes sociales.
Así como el 2×1, es una aberración a nuestra memoria, a nuestros derechos construidos con valentía por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que haya desaparecido Santiago Maldonado en una represión efectuada por la Gendarmería Nacional. Una situación regresiva que la Argentina no va a permitir; ese es el legado de la memoria de los años 70, de los 24 de marzo y de las masivas movilizaciones contra el 2×1.
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*Guadalupe Rodríguez es estudiante de historia de la Universidad de Buenos Aires y del Instituto Municipal de Cerámica de Avellaneda “Emilio Villafañe”.