Por Fernando Mendoza.
A los que gustan del cine y, sobre todo, del que existe por fuera del hegemónico Hollywood, les interesará leer esta mirada sobre la última pieza del director Sang-ho Yeon: Psychokinesis. Una crítica sobre la pelicula y una crítica sobre la crítica hegemónica en el cine.
Si usted es de los que se molesta en buscar algunas críticas que refieran al film en cuestión, probablemente encontrará, entre muchos otros lugares comunes, términos como “superhéroe” y “mafia”. Ante estos dos términos, nuestra cabeza ya teje sus equivalencias: “superhéroe/bueno”, “mafia/mala”. Las críticas que se pueden inferir de estos únicos dos términos ya nos dicen qué miradas se proyectan sobre el hecho artístico: las que pretenden que todo arte pueda acotarse a una visión unívoca; una lectura que compara, reduce y asimila, en la medida en que no se puede o no se sabe bien cómo explicar lo otro, lo distinto. Si las críticas generales, que no siempre se diferencian de las sinopsis, no trabajan sobre el aspecto innovador de todo hecho artístico, al menos deberían intentar comprender una cultura. De lo contrario, recreamos otra forma de lo que Dussel llama eurocentrismo.
No se molesten en leer lo que tiene para ofrecer Wikipedia. Allí solamente refieren a un film de “superhéroes” con “superpoderes”. En la película, no obstante, no hay tal pluralidad, sino un personaje al que le sobreviene una única habilidad (no un superpoder).
Psychokinesis nos presenta una Corea del sur realista, donde una gran compañía constructora pretende desalojar a un grupo de pequeños comerciantes para llevar a cabo, en dicha zona, un ambicioso proyecto. En los varios intentos de desalojo forzoso ocurre un asesinato, el de la madre de la protagonista, Roo-mi. Ésta, una cocinera que vive de lo que le deja su pequeño local de comidas, no está dispuesta a ceder ante la corporación. Y no está sola. La acompañan los demás comerciantes que sobreviven en igual situación de resistencia. Aún con los miles de kilómetros de distancia (y de cultura) que tenemos con Corea del sur, no nos resulta difícil imaginar que la poderosa empresa no tendrá consecuencias legales por una muerte, sea o no dudosa. Para confirmarnos esta intuición, uno de sus representantes, seguido por una escolta, se presenta en el velatorio de la víctima para sobornar a su hija por el “accidente”. Si bien el tono general del film tiende a la comedia, lo hace para atenuar un drama global que vivimos en el presente: las élites que se relacionan con los poderes gubernamentales, o los ejercen, para llevarnos a épocas retrógradas de la humanidad donde la ley del más fuerte (es decir, del más rico) impera sobre todo derecho humano.
Roo-mi, huérfana de madre, notifica lo ocurrido a su padre, quien las abandonara cuando ella era niña. Éste es quien, por accidente, bebe agua contaminada por una piedra espacial y adquiere una singular habilidad: la psicoquinesia. Sin embargo, ante tal habilidad, no se le ocurre nada más que ganar dinero mediante espectáculos de magia. Y es por este mismo hecho que quien confirme la presencia de un solo superhéroe en el film cometería un grave error de lectura. La faceta heroica de Suk-hun, el padre de la cocinera, no transita en ningún momento por lo que puede hacer con su habilidad psicoquinética, sino por la necesidad de redimirse de sus errores pasados. Al respecto, la cuestión que lleva a erróneas conclusiones es suponer que toda habilidad supranatural implica el nacimiento de un superhéroe. Como el esquema del origen de los superhéroes (norteamericanos) contiene siempre esa simple explicación (habilidad+sujeto= superhéroe. O, lo que es igual, anillo de poder+Alan Scott= Linterna Verde), toda lectura posterior, sea de la obra occidental u oriental que sea, se hace erróneamente conforme a dicho esquema. Se cae en el equívoco de usar las mismas fórmulas para todas las obras/casos habidos y por haber y, por eso mismo, se incurre en una falsa equivalencia. A eso no se lo llama una lectura pobre, sino una lectura empobrecedora: empobrece la riqueza que toda obra nueva pueda contener.
Otro de los tantos elementos que componen la obra de Sang-ho Yeon es la cuestión social que se manifiesta a simple vista. Distintas reseñas sobre la película hablan de crítica social. ¿Podemos considerar crítica social a lo que no se descubre en ningún momento, a lo que siempre funciona de modo icónico y nunca indicial? Si se cometen tantas torpezas al momento de interpretar los elementos de un film, un error más podría pasar desapercibido. No obstante, es necesario salvar una vez más a esta obra del lugar común o, lo que es igual, de las lecturas usuales. La crítica social adquiere verdadera fuerza y credibilidad cuando una obra nos la ofrece de forma velada; cuando la distancia a la que estamos de tales mundos o peligrosas realidades es a la vez inconmensurable e inminente, y podemos sentir el roce de semejante lejanía. La ciencia ficción, por ejemplo, es el género que explota mejor que ningún otro la crítica social. Pensemos solamente en la película Elysium, protagonizada por Matt Damon: la alta sociedad, cada vez más diminuta y elevada, termina por convertirse en un elevado y diminuto asteroide, inaccesible en todo sentido para el resto de la humanidad, que vive en un planeta tierra moribundo, despojado de todo recurso natural. Ese mundo distópico, a pesar de su lejanía temporal y ficcional, nos interpela a partir del presente en que vivimos, donde ya podemos ver sus indicios. En Psychokinesis no hay crítica social. Lo que vemos allí es un retrato social. Esto se demuestra fácilmente, pues ningún espectador se asombrará de ver cómo opera el poder empresarial en connivencia con el poder político y sus agentes de control/represión. Sabemos de sobra que eso ocurre en nuestra cotidianidad.
El retrato social, en esta oportunidad, sirve con otro objeto: hacer entrar en conflicto un elemento típico de otros géneros, como el fantástico, para explorar nuevos resultados. Eso explica por qué nuestro protagonista, a pesar de la habilidad que ha adquirido, no se erige como un superhombre salvador. El contexto en que lo sumerge el director lo convierte, más bien, en un marginado que se identifica con su hija y los otros, a los que apoya. La directora de la compañía constructora, quien está detrás de los desalojos violentos, nos confirma este punto: “señor superhéroe, la gente con verdadero poder no son gente como nosotros. Ellos nacieron sólo para ganar (…) cualquier otra persona, usted o yo, somos esclavos (…) acepte el hecho de que es un esclavo; haga lo que le digo y usted va a tener una vida tranquila”. Suk-hun escucha esto cuando se encuentra, a pedido de la compañía, detenido por la policía. Esa réplica es categórica: tales superpoderes están en otro lugar, operan de otra forma y son irrefrenables. Por último, para confirmar este hecho, Suk-hun se declara vencido y dispuesto a pasar un tiempo en prisión; los pequeños comerciantes, a pesar de su resistencia, deberán desalojar la zona.
Al final, y luego de examinar con nueva luz esta obra, podríamos considerarla una tragicomedia, donde la habilidad adquirida por Suk-hun servirá, paradójicamente, para humanizarlo. Pero debemos dejar abiertas todas las puertas, porque en un film oriental los elementos que lo componen no siempre significan lo mismo que significarían en nuestra cultura. En tanto historia, nos queda claro que ninguna habilidad es capaz de rebasar la omnipotencia con que el mundo capitalista actual impera sobre las masas. A veces, con mucha suerte, se logra un empate.
Psychokinesis se puede ver online en la plataforma Netflix y también se encuentra en otros sitios libres, online y subtitulada.