Por Orlando Agüero
La provincia más grande del país, gobernada actualmente por el FPV, recibió un gran revés al imponerse la candidata de Cambiemos-PRO, María Eugenia Vidal, por sobre el candidato oficial, Aníbal Fernández.
Buenos Aires es el distrito electoral más importante del país. En la provincia se resume nada más ni nada menos que el 37% del electorado nacional. Es decir, que quien triunfe en este territorio podría tranquilamente pensar que está en condiciones de gobernar la Argentina. Gran porcentaje de esos votos se encuentran en la zona denominada conurbano, que no es otra cosa que un conjunto de municipios superpoblados que rodean a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y que se encuentran organizados en un primer, segundo y tercer cordón. Los dos primeros son el lugar donde desde siempre se han desarrollado los emprendimientos industriales, y a medida que se aleja de CABA, se fue delineando la producción agropecuaria y ganadera.
El PJ Bonaerese
Para lograr triunfos electorales, el Partido Justicialista ha sabido disponer de una red muy bien articulada de personas que en el lenguaje político y militante se han llamado “punteros”, quienes se han correspondido con el poder de turno para arrimar los votos casi desde el mismo nacimiento del peronismo. Esta fue siempre una de las claves a la hora de observar cómo se formuló la base de sustentación social que configuró el soporte de las gestiones que en la actualidad conocemos.
Sin embargo, en estas elecciones este esquema parece no haber funcionado tan bien. Puede llegar a ser que el desgaste de la figura del puntero barrial haya permitido que se escaparan los votos que en otro tiempo se encontraban cautivos. De todos modos, es muy importante poder observar qué pasó durante todos estos últimos años en las tierras bonaerenses para lograr entender lo sucedido en las elecciones del fin de semana pasado.
Llegar a la derrota
El actual gobernador Daniel Scioli (FPV) fue quien se dispuso desde el gobierno nacional como el candidato a presidente de la Nación. Esta situación no se dio sin traumas. En el camino quedó Florencio Randazzo, quien se veía a sí mismo como “el candidato”, en el marco de una reestructuración del sistema ferroviario luego del trágico accidente de Once que les costara la vida a 51 personas. Haber sorteado este problema venía a propósito de la imposibilidad de que Cristina Fernández de Kirchner se pudiera volver a presentar por tercera vez consecutiva como candidata a la presidencia.
De esta manera, debía resolverse quién, desde el oficialismo, sería el candidato a gobernador de la provincia más importante. En las PASO Aníbal Fernández, proveniente del sector más arraigado a la tradición de los barones del conurbano y actual Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, se imponía en la interna del Frente Para la Victoria, sobre Julián Domínguez y Fernando Espinoza. Es así que, para estas elecciones, Aníbal parecía correr con el “caballo del comisario”. En otro rincón del ring electoral se encontraba Felipe Solá, candidato por el Frente Renovador, viejo conocido del peronismo bonaerense, quien ya había sido gobernador entre 2002 y 2007 y que proviene de los sectores relacionados con la producción agrícola-ganadera.
Estos dos contendientes parecían tener los suficientes pergaminos como para ganar la elección. Los dos fueron funcionarios del ex presidente Carlos Menem. También los dos fueron funcionarios del ex presidente Eduardo Duhalde. Paradójicamente, los dos también son sindicados como responsables políticos de los asesinatos cometidos durante la denominada Masacre de Avellaneda, donde las balas de la represión a una manifestación el 26 de junio del 2002 terminó con las vidas de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Sus prontuarios no los hacen tan diferentes. No había contrastes entre estos dos candidatos. Demasiado parecidos ante los ojos del electorado cansado de caras viejas y desgastadas.
Vidal, la bonita que engaña
Aunque a primera vista nadie esperaba el triunfo de María Eugenia Vidal como gobernadora de la provincia de Buenos Aires, hay que reconocer que los parecidos entre Fernández y Solá jugaron a mano de la actual gobernadora electa. Es que el historial corrupto y la verborragia demagógica del Jefe de Gabinete se convirtieron en un salvavidas de plomo para las aspiraciones electorales del oficialismo. Sumado a eso, la actitud poco seria de Solá, al plantearse como gobernador nuevamente y pretender resolver los problemas que durante sus cinco años de mandato no solucionó, ofició como un dispositivo que impulsó a Vidal hacia el primer lugar entre estos dos contendientes. Su condición de mujer, joven y una historia política de pocos años le jugaron a favor.
Sin embargo, no hay que olvidar que el partido que representa es el de Mauricio Macri y que su elección configura un real retroceso con relación al conjunto de derechos ganados del pueblo trabajador mediante su lucha. Sólo basta recordar su accionar durante la toma del predio conocido como Parque Indoamericano, o durante la represión a trabajadores, trabajadoras, pacientes y periodistas en el Hospital Borda, donde en ambas ocasiones, siendo funcionaria del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, justificó el accionar represivo.
¿Se viene la derecha?
Solemos pensar o decir que el pueblo se derechizó o se corrió a la derecha. Lo cierto es que las ofertas electorales encarnadas en Fernández, Solá y Vidal, no ofrecen otro signo ideológico. Si hubiese ganado Aníbal, habríamos tenido un gobernador proveniente de los barones del conurbano bonaerense, quien cuando fue Intendente de Quilmes estuvo prófugo de la Justicia y se escapó en el baúl de un auto para no ser detenido. Alguien acostumbrado a la privatización de Empresas del Estado y a destruir a los pequeños comerciantes, ya que durante su gestión como intendente abrió las puertas de su distrito para la entrada de una importante cantidad de hipermercados pertenecientes a corporaciones transnacionales que casi terminó con los almacenes barriales. Si el ganador hubiese sido Solá, habríamos estado frente a un neo-liberal de la Sociedad Rural que ayudó en sus años como gobernador de la provincia a mantener impune la desaparición de Jorge Julio López, sucedida el 18 de septiembre de 2006. Finalmente Vidal nos ofrece, al decir de sus detractores, volver a las épocas del neo-liberalismo de los años noventa. Lo cierto es que estos tres candidatos le proponen, a la provincia de Buenos Aires, las recetas escritas por Carlos Menem y Eduardo Duhalde durante los años de privatización y represión que en la década de 1990 y hasta entrado el año 2000 eran moneda corriente. Con este horizonte, hoy ya no sabemos si al futuro debemos mirarlo hacia adelante o hacia atrás.