Radio LT8 Rosario 01/05/68
Buenos días: Puede que usted me tenga por conocido suyo. O no. De todos modos, y como desde hoy, todos los días, de lunes a sábado, LT8 mediante, yo voy a penetrar en su oído —claro está, mientras usted no cierre ese receptor— es del caso que me presente y le diga a qué vengo a golpear sus tímpanos. Pues yo soy esa persona de la que usted acaso haya oído decir que “no hay nada que le venga bien”, o que “lo ve todo mal”, o que “es un inadaptado social”. Sí; efectivamente, esto último es muy cierto. Nunca logro adaptarme a la tragicomedia que el deporte ha tomado como estilo de vida. Sigo creyendo que el objetivo de prioridad del deporte es formar mejores personas, no personas más enriquecidas. Pues ese soy yo. Por cierto que al ocupar este espacio no traigo otro objetivo que el de siempre en mi conducta periodística: y él es el de combatir esa tragicomedia frecuentemente asociada a la antiética, pero de ninguna manera adaptarme al modus vivendi que se esté institucionalizando en la sociedad deportiva del nuestro y de muchos países que no son el nuestro, dentro de esa progresiva y enfermiza confusión de lo legítimo con lo acostumbrado, o de los derechos con las necesidades. Confusión que hace difícil establecer, actualmente, si el deporte, profesional o amateurísticamente realizado, tiene por objeto educar o bestializar al ser humano que lo practica o que lo mira. Seguramente que usted me oirá muchas más veces fustigando que ponderando, especialmente actitudes, antes que personas. Si a su juicio esto es un menester exigible por la subversión que asfixia al deporte, nada debo agregar a lo enunciado de mis intenciones. Pero si usted duda que eso se justifica consulte a su conciencia cuáles y cuántas cosas andan bien en el deporte y en el hombre deportivo de esta era de la industrialización deportiva. Pregúntese y respóndase usted mismo cuánto hay que le conforme y cuánto hay que le disgusta en todo eso. El deporte está pasando por muy graves subversiones que lo ponen en situación de inminente traspaso (si es que no ha pasado ya) al mundo de las cosas humanas tecnológicamente deshumanizadas, mejor dicho inhumanamente industrializadas, y mi presencia en este brevísimo monólogo no tendrá ninguna pretensión solemne, solamente el simplote objeto de protestar contra esa avalancha de los apetitos contra la reflexión. Le anticipo que no seré imparcial, puesto que tengo tomado en este juego un bando, el del orden con higiene, del cual seré MUY, PERO MUY parcial. Si usted fuera hincha de esa misma camiseta me sentiré acompañado. Si no lo fuera o lo fuera de la otra, dedíqueme lo mismo, por favor, algún rato de su atención, que siempre es bueno oír todas las campanas, entre las cuales la mía no aspira a otra cosa que ser una más, acaso para saber mejor por qué y para qué doblan las campanas del deporte. Hasta mañana.