Por Carla Perelló / Fotos: Carina Batagelj
Micaela García tenía 21 años y era militante del Movimiento Evita. Su búsqueda se nacionalizó durante una semana y ayer se supo que fue asesinada en Gualeguay, Entre Ríos. El principal sospechoso, Sebastián Wagner, está detenido. Reaccionar ante la violencia machista y la muerte.
“Encontraron muerta a Micaela”, escribió una compañera en un grupo de WhatsApp. Mi reacción fue llorar. No sé todavía cómo se describe la sensación de tristeza e indignación que nos invade cuando suponíamos cuál era el final de esta historia compartida. Y, sí. ¿Cuántas de nosotras pensamos en un desenlace con otras variables en las que a Micaela la encontrábamos viva? Es dicho popular que la esperanza es lo último que se pierde y a todas nosotras nos queremos vivas… pero la reiteración de los hechos pareciera que nos endureció el corazón. Y, por más que esto nos entristezca, ya no nos asombra ni llama la atención que tras una desaparición lo que encontremos sea el cuerpo de una mujer asesinada.
“El final menos esperado, pero que todos presumimos”, cierra su salida al aire una cronista de C5N desde Gualeguay. Y, sí, definitivamente, todxs lo presumimos porque a esta altura ya podemos sistematizar el mecanismo que se pone en práctica ante la desaparición de cada chica, joven, adolescente: salió a divertirse y no regresó, alertas vía redes sociales, la publicación en los medios de comunicación cuando ya pasaron algunos días, los rastrillajes de la policía, la verificación del recorrido que hizo a través de cámaras de seguridad. Algunas pistas: una sandalia, el pantalón. El detalle espectacularizado en las pantallas de televisión suena macabro y parece una burla en la que el macho hace alarde de que hizo con el cuerpo lo que quiso y, luego, lo desechó. El macho lo muestra como paseándose en pija como se le canta. Y la televisión se hace eco.
La naturalización de hechos tras cada chica, joven, adolescente que desaparece, debería encendernos muchas alertas. Interpelarnos, no dejarnos dormir. Porque, para que quede claro, lo que asumimos como algo que sucede porque es así es el secuestro, la desaparición, la tortura, la violación y la muerte violenta de una persona. De una persona que resulta ser mujer y que por esa condición (mujer, lesbiana, travesti, trans) fue sometida a la máxima expresión de violencia.
Pero, ¿qué pasa cuando salimos a reclamar para que esto se acabe de una buena vez?, ¿qué respuesta tenemos de las instituciones, responsables de garantizar nuestro bienestar?, ¿qué obtenemos de los medios masivos de comunicación?, ¿por qué el macho asesino tiene la libertad de manejarse con tanta impunidad?
Todas las preguntas se han respondido hasta el cansancio, sobre todo, en este último año donde el movimiento de mujeres y feminista ha gritado y agitado sus consignas a lo largo y ancho del país, y del mundo. Aún así, se vuelve urgente repetir. Y pareciera que no por casualidad en esta historia -como en muchas otras más- queda harto demostrado el accionar del sistema machista y patriarcal.
De lo general a lo particular.
El Estado sienta posición cuando desfinancia “por equivocación” al Consejo Nacional de las Mujeres y al Plan Nacional de Acción contra la violencia de género. También cuando elige que la política pública esté destinada a sancionar y no a prevenir y erradicar las múltiples formas en que se manifiesta la violencia marchista. Y cuando elige que las mujeres conformen el 14 por ciento del Gabinete nacional.
Cuando las mujeres hicimos paro general y salimos a las calles bajo las consignas “ni una menos, vivas nos queremos, si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, haciendo públicos nuestros reclamos y nuestras propuestas, la respuesta por parte de quienes integran el aparato del Estado fue: 1. utilizar los medios masivos de comunicación -casi por default conservadores- para la estigmatización de las mujeres por supuestos “incidentes” frente a la Catedral. 2. utilizar ese espectáculo para salir a cazarnos, criminalizarnos, pegarnos y llevarnos detenidas de manera ilegal. Muchos medios acompañaron cómplices el criminal accionar policial y su defensa por parte de Martín Ocampo y Patricia Bullrich, a cargo de Seguridad en la Ciudad de Buenos Aires y a nivel nacional respectivamente.
Ahora, en la historia de Micaela, la “Justicia” corporizada en la figura del juez Carlos Rossi decidió poner en libertad a Sebastián Wagner, macho que admitió el asesinato y dio las coordenadas para que finalmente hallaran su cuerpo. Un macho que, ya condenado por dos violaciones a estudiantes fue liberado, mientras tanto Analía de Jesús, “Higui”, una mujer lesbiana que se defendió de sus violadores sigue presa… Sólo por defenderse. Un círculo vicioso que se repite en loop, que nos encierra y nos mata.
Éstas son sólo un par de muestras de cómo funcionan los discursos y hechos sustentados en el sistema patriarcal y machista en el que vivimos que después se materializan en violencias cotidianas cuya máxima expresión es el asesinato. Ésta es la razón por la que alertamos que las mujeres estamos en peligro. Ésta es la razón por la que gritamos que el Estado es responsable.
La enumeración de cada uno de estos puntos puede sonar redundante, pero se vuelve urgente desandar cada detalle para dar cuenta de que lo natural es que podamos salir de nuestras casas con libertad, sin tener miedo a que nos maten. Y que sepamos que cada una de estas historias de muerte es un llamado de atención a nuestra sociedad. Es una interpelación a nosotros y nosotras como sujetos y sujetas que no nos debe dejar dormir hasta que todas nosotras podamos vivir libres y sin violencias.
En Argentina una mujer es asesinada cada 18 horas.
En Argentina el Ministerio de Salud estima que se realizan 460 mil abortos clandestinos por año, 80.000 mujeres deben ser hospitalizadas por complicaciones en estos abortos y 100 mueren. Es la primera causa de muerte materna evitable en el país. “Belén” estuvo 800 días presa por ser mujer, pobre, por abortar.
Analía de Jesús, “Higui”, está presa por defenderse de una horda de machos violentos que la quisieron violar. En su defensa mató a uno de sus agresores. Pero ella, también, es mujer, pobre y lesbiana.
El año pasado la Red PAR -Periodistas de Argentina en Red por una Comunicación no Sexista- difundió los datos del monitoreo que realiza la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC, por sus siglas en inglés).
*Las mujeres son sujetos centrales de las noticias en el 29 por ciento de los casos y casi no hubo avances en comparación con la medición realizada cinco años atrás contra el sexismo y los estereotipos de género a la hora de informar, tanto en diarios como en radio y televisión. Son similares los números en las redes sociales, que fueron relevadas por primera vez.
*En el 25 por ciento de las noticias donde una mujer aparece, necesariamente la encuadran en su rol familiar. Por el contrario, con los varones esto sucede sólo en el 8 por ciento de los casos.