Por Francisco Longa / Foto por Lucas Vallorani
El ajustado triunfo en el balotaje porteño de la fuerza macrista reafirma la tendencia general al éxito electoral de los diversos oficialismos. A nivel nacional, ¿asistimos a la derechización del escenario político?
Tras la elección de ayer suman 12 los distritos que ya fueron a elecciones este año, los cuales representan aproximadamente un 43 por ciento del padrón electoral nacional. En todos los casos, con excepción de Mendoza, se impusieron los oficialismos regionales. ¿Qué lugar juega el caso de la Ciudad de Buenos Aires en esta tendencia a la continuidad?
Reto a la ciudad
En el año 1995, en pleno menemismo, fue gerente general de la ANSES. Luego pasó por Desarrollo Social a fines de los noventa y en 2000 –bajo órdenes de Fernando De la Rúa– fue interventor del PAMI; su camino siguió en el Instituto de Previsión Social bajo la órbita de Carlos Ruckauf. Finalmente, tras su gestión como Jefe de Gabinete de Mauricio Macri, el extenso periplo de Horacio Rodríguez Larreta lo llevó a ser el nuevo Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
A pesar de esta abultada suma de cargos en diferentes gestiones nacionales en manos de partidos políticos tradicionales, como la UCR y el PJ, Larreta logró consolidar un perfil asociado a la gestión y a la “nueva política”. Los ejes de la campaña se centraron en la continuidad con los gobiernos de Macri y en la predisposición al diálogo directo con los vecinos.
Es consabido, a la vez, que el PRO ha hecho del “cambio” su caballito de batalla en la campaña porteña, así también como lo viene haciendo Macri a nivel nacional. Esto no deja de resultar contradictorio cuando en la Ciudad de Buenos Aires el PRO lleva 8 años de gobierno y acaba de asegurarse, para 2019, aumentar la suma a 12.
En segundo lugar quedó el joven, aunque no por ello menos acostumbrado a las lides del poder, Martín Lousteau. El referente de ECO, que cosechó un 48,3 por ciento de los votos, también ostenta un largo pedigree emparentado a diversos cargos en gestiones nacionales, como sus recordados pasos por el Banco Central y por el Ministerio de Economía, en tiempos de la resolución 125.
Durante la campaña, a Lousteau le costó diferenciarse del PRO como alternativa política. Con asiento en las asignaciones presupuestarias y en las políticas de educación y salud, el referente de ECO buscó, con una narrativa socialdemócrata, seducir a parte del electorado kirchnerista porteño y a los sectores michettistas puros.
Sin duda, entonces, quienes definieron el balotaje ayer presentan fuertes raíces comunes. No nos referimos a que ambos son economistas, ni a que los dos hayan realizados sus posgrados en el exterior –en Inglaterra Lousteau y en Estados Unidos Rodríguez Larreta– sino a que tanto ECO como el PRO comparten a nivel nacional el mismo espacio político. Se trata de la denominada alianza ‘Cambiemos’, que llevará como precandidatos presidenciales a las PASO a Mauricio Macri, Elisa Carrió y Ernesto Sánz.
El voto marginal como protagonista
Como advertíamos, la diferencia entre ambos candidatos fue muy ajustada. Rodríguez Larreta se impuso con el 51.61 por ciento de los votos contra el 48.39 de Martín Lousteau. En términos porcentuales, el Pro logró persuadir a un poco más del 5 por ciento del electorado acéfalo de candidatos, frente a algo más del 20 del candidato de ECO.
Pero hay dos puntos interesantes para preguntarse y debatir. En primer lugar, la imprecisión de las encuestadoras, que daban a Larreta como cómodo ganador, con alrededor de 10 puntos de diferencia, intentando, tal vez, marcar alguna tendencia en el electorado. No es casual que desde las plataformas comunicacionales cercanas al espacio conducido por Mauricio Macri hayan intentado en reiteradas oportunidades bajar la candidatura de Lousteau.
Por otro lado, el rol esencial que jugó el 5,05 de votos en blanco sobre el módico 69 por ciento de participación. Si vemos la diferencia entre los candidatos es claro que ese número podría haber modificado el resultado final. La diferencia de casi tres puntos entre los votos afirmativos nos permite pensar en qué hubiese pasado si el Pro perdía la ciudad, su bastión electoral.
Sin lugar a dudas, el 5 por ciento del total es una cifra marginal, pero que beneficia de algún modo al ganador (sea quien sea) y que posiblemente deja conciencias tranquilas. Pero hay dos disparadores: por un lado, lo sabido acerca de la gestión del Pro y el riesgo de profundizar sus políticas. Por el otro, lo que nunca sabremos acerca de tener una nueva fuerza gestionando el ejecutivo porteño, con la primer minoría de legisladores pertenecientes a otra fuerza y con un parlamento diverso donde, incluso, habrá cuatro legisladores de los diferentes espacios de izquierda.
Dicho esto, huelga preguntarse entonces cómo se configura el panorama nacional en el actual contexto donde vienen triunfando los oficialismos a nivel regional, al tiempo que, diluido el affaire Nisman, nada hace prever una crisis económica para los meses venideros.
Horizontes a la derecha
Algunos analistas de los comportamientos electorales indican que ante escenarios de relativa estabilidad económica, los votantes se inclinan por los oficialismos. Esta tendencia estaría sustentada en un cálculo racional de temor ante un cambio en el signo político gobernante, con la incertidumbre que todo recambio en el ejecutivo puede implicar. Tal vez sea por ello que el eje de Macri en su campaña presidencial es el de “brindar confianza” hacia el establishment y sugerir a sus votantes que “teman al cambio”.
Sumado a ello, y asentado principalmente en la cuestión del delito común, durante el último año las fuerzas políticas gobernantes han redoblado sus esfuerzos por promover un perfil de mano dura. Este escenario contribuyó a lecturas que indican que existe una derechización de la sociedad. En estas mismas páginas hemos advertido ya acerca del riesgo de afirmar con facilidad escenarios de derechización –así como de izquierdización– a partir de coyunturas determinadas; no obstante, es evidente que en los últimos años asistimos a un notorio corrimiento del discurso público hacia narrativas conservadoras.
De esta forma, llegamos a un 2015 que nos muestra, tomando cualquiera de las encuestas de intención de voto presidencial, que aproximadamente un 85 por ciento del electorado a nivel nacional votará a Scioli, Massa o Macri. No es novedad para nadie que se trata de tres versiones asentadas en un horizonte conservador.
Esto no quiere decir que un triunfo del FpV, del PRO o del Frente Renovador configuren de la misma forma la cartografía de la Argentina por venir, sobre todo considerando los fuertes contrapuntos que se advierten en las listas para cargos legislativos de cada fuerza política. Sin embargo, esa amplia mayoría electoral sí confirma un reforzamiento de las opciones electorales conservadoras. Debe considerarse también que el posible –y a nuestro juicio probable– triunfo de Scioli sugiere algún grado de conformidad con el actual escenario económico y político.
Será materia, entonces, del análisis sociológico comprender las profundas causas de dicho escenario, al tiempo que un desafío para las fuerzas políticas de izquierda torcer esta configuración actual, en pos de promover otro horizonte posible.