Por Redacción Marcha
Miles de personas marcharon hacia la Plaza de Mayo en repudio de las políticas que viene exhibiendo el gobierno de Mauricio Macri en sus apenas tres meses al frente de la Nación.
Cuando el fuego crezca quiero estar ahí
El cemento refractaba el sol que ya era intenso a las 10 y 30 de la mañana. Las banderitas francesas flameaban por todo el centro porteño, esperando darle una grata bienvenida al presidente de aquel país del viejo continente y que, sin lugar a duda, se debe haber sorprendido. Como una metáfora de miles de fueguitos caminando por las calles, el calor no hizo rendir a nadie: por el contrario, sólo fue un contexto donde voluntades, firmezas y reclamos concretos no se amedrentaron ni ante la posibilidad del debut del flamante “Protocolo de seguridad en manifestaciones” o, como se le dice en criollo: Protocolo antipiquetes.
Con la mentora, la ministra de Seguridad Patricia Bulrich de viaje (algo que, parece ser, acostumbra el gobierno para evitar decisiones álgidas), la fuerte seguridad que rodeaba la Casa Rosada y las fuerzas de seguridad de uniforme y de civil apostadas en las esquinas, la tensión se percibía pero las columnas empezaban a formarse para empezar la caminata hasta la Plaza de Mayo.
La convocatoria realizada por la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), sumó a las dos Centrales de Trabajadores de Argentina (CTA), a numerosas organizaciones sociales y de derechos humanos, partidos políticos de izquierda y colectivos LGBTTTI para hacer uno el reclamo de los miles de despidos a estatales y privados, el techo a las paritarias, pero también contra el protocolo antipiquetes y el atropello a los derechos humanos que el gobierno macrista impone desde los decretos y sugiere desde la disputa del sentido.
Noticias de ayer
Mientras las columnas avanzaban, detrás de banderas que hablaban de siglas y también de científicos, becarios y toda la gama que el Estado intenta marginar como trabajadoras y trabajadores, acompañaban también en muchas personas sueltas, que acompañaban con palmas y cantos el ruido de los redoblantes y tambores; o que se protegían a la sombra del sol ya del mediodía.
Mientras, los medios hegemónicos interpretaban la realidad con el sutil lente de sus necesidades y expresaban –en vivo, desde una placa, o al instante, desde un sitio web– la preocupación por la falta de aplicación del protocolo, el horror porque “el centro porteño fue un caos” y la necesidad de que “la ley se cumpliera”. En vivo u on line la pregunta que surgía es si el gobierno estaba dispuesto a cargarse una feroz represión o a asumir ante los medios que acompañaron y ayudaron a su llegada al gobierno que a partir de “la letra chica”, el protocolo no llegaría a cumplirse. Parece difícil la elección para el Macrismo, y parece que los medios se han tomado atribuciones de las que les costará volver.
El desafío estaba echado sobre la mesa: el pueblo en la calle bloqueando arterias e imponiendo, contra todas las adversidades, los reclamos en lo más alto y claro del contexto que se atraviesa. Ni los manifestantes ni los periodistas populares y comprometidos hicieron caso al protocolo que aprendió del crimen de Darío y Maxi y que intenta no repetir su derrotera historia. Pero esta vez, como antes y como después, el disciplinamiento de los de arriba fue vulnerado por la organización de los de abajo.