Crédito: Lucas Vallorani
Por Emiliano S. Nuevamente, Almafuerte volvió a reventar las instalaciones del Mandarine Park para contentar -verbo predilecto de Ricardo Iorio- a la audiencia metalera pesada de la gran urbe.
A Iorio le hubiera gustado que fuera un 17 pero de Octubre, nunca de Oktubre: un 17 peronista. El pasado jueves santo Almafuerte revisitó el complejo outdoor de Punta Carrasco, rebautizado por el cantante como “Mandarina Parque”, ratificando que las 14.000 personas que había metido en diciembre pasado, allí mismo, no fueron invitados de Pergolini, ni una ayuda lastimosa de Vorterix.
El contraste entre los curiosos escapistas que, demorados detrás de los alambres esperando a que los DJ pusieran fin al espectáculo distorsionado, observaban con curiosidad (y lástima) a los más de 12 mil metaleros del domo y la acaudalada facción de adolescentes que siguen al Iorio de la TV, resultó notoria. La gran pregunta, más allá de este contraste risueño para que la hinchada cante “somos los negros, somos los grasas pero conchetos no”, es si las treinta mil almas que Almafuerte puso en All Boys (su primer estadio en 20 años de carrera) y que cuantitativamente se replican en cada concierto son o no un producto genuino de youtube.
No es de extrañar el testimonio recurrente: “Es la primera vez que vengo a verlo, después de Casella”. Ya sea por sus monerías, por sus monstruosidades o por su poesía, el público de Almafuerte se dirime entre metaleros de la primera hora (como el peronismo, ¿no?) y neo metaleros (virtualistas, foristas, militantes de youtube, esos que comparten fotos de Iorio diciendo ‘tomen la sopa, guacho forros” o que se estampan en su remera ‘las cosas se aprenden de chico’).
Sea cual fuere el asunto sociológico, en esta oportunidad Iorio y compañía (grata y sustancial compañía: el Tano, Bin y Beto, cada vez más consolidados) sonaron como casi nunca, técnicamente hablando. Exceptuando problemas de retorno, de monitoreo, que Iorio -abigarrado a un mameluco de la Fuerza Aérea Argentina- acusó, el show fue impecable. Impecable, también, la lista de temas. Quedó afuera alguna de sus versiones más requeridas por su público, aquellas de Ayer deseo, hoy realidad que Iorio sacó de manera solista en 2008 homenajeando a Miguel Abuelo, a Pappo y a Spinetta, entre otros. Hubo, sin embargo, lugar para reivindicarlos: “Alma de diamante” en la guitarra del Tano, por ejemplo, le dio pinceladas nostálgicas a un concierto… nostálgico. Cuando los medios juegan al post mortem, Iorio les rinde tributo en vida.
La noche abrió con “Todo es en vano si no hay amor” y un juego audiovisual permanente. Con “Patria al hombro” se desplegaron misceláneas del General Perón y Eva Duarte sonriendo, distendidos, papá y mamá de Almafuerte en la gigantografía de la pantalla, velando por el ritual de metal pesado nacional. ¿Sigue Almafuerte siendo una banda de metal? El contexto obliga a responder que sí, que pese a que Trillando la fina (2012) marcó una huella cada vez más registrada para que el porvenir musical se acercara a los titanes de la mitología (a Pappo’s Blues, a Pescado Rabioso, a Vox Dei) hay, al mismo tiempo, una tradición lírica -mucho más rural y rutera, por supuesto, que aquellos comienzos con Mundo Guanaco en 1995- que reafirma los tópicos del metal: la patria, los símbolos nacionales, los trabajadores y una ontología del ser metalero. Para que la tesis sea cierta, Iorio recordó lo que significaba en los ochentas ser perseguido por “metalero y pesado” con la canción “Presa fácil” que hacía mucho tiempo no sonaba en vivo.
De Trillando la fina sacaron chispas “Si me ves volver” (quizás, ¿una competencia sana con el himno que significó “Sé vos” hasta hace muy poco?) y “Glifosateando”, canto archi-bio-político contra los depredadores sojeros. En la línea imaginaria de un ruralismo a contrapelo, “Cabeza de tractor” logró convulsionar el pogo pese al frío creciente que mandaba el río. Y en esa paradoja rioplatense, tenía que ser un tema de Cuchilla Grande, de los uruguayos que no suenan con tumbadoras para ganar la tarde de una FM, el que mágicamente uniera las orillas en la noche del ‘Mandarina Parque’.
El cierre regaló abrazos y cantos de amistad con “Toro y Pampa”, “Homenaje”, “Tu eres su seguridad”, “Almafuerte” y “A vos amigo”. A diferencia de eso que los medios y cierto voyeurismo académico sigue leyendo como “misa ricotera” cada vez que el Indio sale a la cancha, en los recitales de Almafuerte queda bien en claro que el espectáculo está sobre el escenario, y que lo que sucede abajo nada tiene que ver con un exorcismo ni con una futbolización del público. Por el contrario, cualquiera sea la caracterización sobre la masividad de Almafuerte -sí, la banda más grande del heavy nacional, sin duda- en ese “contentar” o “entretener” que Iorio propone siempre hay un mensaje de resistencia, de lucha y de herejía. Los metaleros no van a misa. Que así sea.