Por Facundo Martin. El nùmero 6 de la Revista-Libro Amartillazos como nueva ocasión para pensar y profundizar las relaciones entre trabajo teórico y acción política.
El encuentro con las páginas beligerantes de Amartillazos ofrece siempre una incitación al pensamiento, sin importar la simpatía o el rechazo que nos provoquen las tesis vertidas en la revista. Su política de la escritura sabe diferenciarse tanto del paper académico como del panfleto más o menos ramplón. El esfuerzo pensante de Amartillazos nunca es condescendiente con el lector, exigiendo (y actualizando) un compromiso meditado y serio con el trabajo filosófico y teórico. Sin embargo, no por eso la revista se entrega a la formulación descarnada de temáticas especializadas. No sólo los compromisos políticos explícitos (anticapitalistas) definen de movida el lugar de la enunciación, sino que también se exploran las variantes del ensayo como forma expresiva. Esto produce una articulación mediata entre teoría y práctica que, agregamos, se pone de relieve en la propia práctica de producción de la revista: Amartillazos es una publicación autogestionada. El editorial es elaborado conjuntamente por el colectivo de trabajo, mientras que los textos, firmados individualmente, son resultado de un proceso de discusión grupal. Finalmente, incluso la diagramación corre por cuenta del propio colectivo editor.
El editorial de este número convida a un debate sobre el sujeto de la transformación social. El texto enarbola una “perspectiva de clase” comprendida en términos de “identidad metafórica”, esto es, como una “universalidad procesual y tensa del conflicto de clase” (p. 22-23). La propuesta de la revista busca en este caso delimitarse frente al “obrerismo” de algunos partidos ortodoxos (p. 9), así como frente a la “multisectorialidad” atribuida a la “nueva izquierda” (p. 11). En ambos casos, se objeta, se comprendería en forma estrecha (“metonímicamente”) a la clase trabajadora, reduciéndola a “una identidad fija y definida” (p. 22). El obrerismo tradicional sería una concepción estrecha que acota el lugar del sujeto revolucionario al proletariado industrial, desconociendo los múltiples rostros (precarización y desocupación mediante) de la clase trabajadora en el mundo contemporáneo. La “nueva izquierda”, en cambio, partiría de la misma concepción estrecha de la clase, pero para componer un sujeto transformador (“popular” o “multisectorial”) mediante una amalgama externa entre una multitud de “sectores” reunidos azarosamente (desocupados, asalariados, precarizados, a los que se suman mujeres, activismo queer, pueblos originarios, estudiantes, etc.).
Creemos que el convite propuesto es de interés para los debates contemporáneos en la izquierda argentina y latinoamericana, pero quisiéramos formular algunas desavenencias con respecto a la manera como se resuelve el problema planteado. Congeniamos con el cuestionamiento lanzado a las versiones estrechas del obrerismo; pero no creemos que se lo pueda colocar en una posición simétrica con la perspectiva multisectorial de la nueva izquierda. En primer lugar, es falso que la mirada de clase esté ausente o minimizada en este espacio. Por citar un ejemplo, Miguel Mazzeo (intelectual y militante del Frente Popular Darío Santillán) caracteriza al sujeto “popular” precisamente a partir del antagonismo de clase, pero atendiendo a unas condiciones históricas en las que éste deja de darse fundamentalmente en la fábrica como lugar privilegiado o único (véase El sueño de una cosa. Introducción al poder popular, pp. 40-42).
Por otra parte, una cabal comprensión de la “multisectorialidad” en términos marxianos nos exige considerar los términos más profundos de la crítica del capital. El capitalismo comprendido ampliamente como “lógica social” tiene implicancias para las maneras como los seres humanos se relacionan sistemáticamente entre sí y con la naturaleza, no definiéndose exclusivamente en términos de relaciones entre clases. La división en clases es, en efecto, uno de sus presupuestos históricos y lógicos. Sin embargo, no es su determinación única. El capitalismo adquiere su carácter y dinámica como totalidad al constituir en nuevos términos el propio vínculo social. Las formas como los hombres se subjetivan y el peculiar modo como se relacionan entre sí, con sus cuerpos y con el resto de la naturaleza son, entonces, forjados capitalistamente.
Una mirada marxista sobre las luchas en torno a la “subjetividad” (política de género, queer, etc.) es fértil en la medida en que puede tornarlas comprensibles a la luz de la dinámica relacional peculiar de la modernidad capitalista. Si el núcleo de la teoría marxista radica en el escrutinio crítico de la prelación omnicomprensiva de la lógica social capitalista, ese escrutinio no puede proceder a descartar sin más “sectores” de movilización social emergentes en nombre de prescripciones teóricas. Se trata, en cambio, de comprender las posibilidades y límites de esos emergentes a la luz de la teoría (y de modificar la teoría a la luz de tales emergentes, evidentemente).
En suma, como decíamos al principio, la beligerancia teóricamente mediatizada de Amartillazos nos invita, una vez más, a pensar; allende algunas discrepancias significativas en torno a los contenidos ideológicos que informan esa beligerancia. Disentimos, pues, con la crítica de la multisectorialidad como una amalgama externa y contingente entre sectores indiferentes. Con todo, la propia necesidad de formular esta discrepancia evidencia el interés que la revista provoca y merece.
(La revista puede conseguirse en su edición en papel o en su versión electrónica a través de http://revistaamartillazos.blogspot.com.ar/)