Por Nadia Fink, Iván Barrera y Juan Gonzalo Pérez
Con un estadio colmado, la Selección femenina de fútbol dio un festival. En una tarde ideal, se impuso 4 a 0 frente a la selección de Panamá en lo que fue el primer partido por el repechaje al mundial de Francia 2019. Las jugadoras se despidieron de su público inmersas en una fiesta y ya tienen la cabeza en el partido del próximo martes y el corazón en el próximo mundial.
La tarde se prestaba ideal. El sol caía y cerraba la tarde de jueves sobre el cielo de Sarandí. Las calles se colmaron inusualmente de pibes, de pibas, de banderas y pañuelos. Grupos de amigas, amigos, escuelas, familias y clubes de barrio se amucharon para presenciar el partido más importante del año. La Selección argentina se enfrentaba a su par de Panamá para definir el último pasaje que lleva al mundial de Francia 2019.
El ingreso fue lento: poco acostumbrado a la mayoría de mujeres presentes en la tribuna, el operativo contaba con mínima cantidad de policías mujeres, las únicas que pueden realizar el cacheo de rutina. En un operativo policial binario, los nenes con los nenes pasaban sin problema, mientras que las nenas policías no daban a basto con la ola femenina que copó el Humberto Grondona. Además de retener botellas y los objetos que siempre se prohíben ingresar a la cancha, hubo un pedido especial: pañuelos verdes y banderas “políticas” a los bolsillos. Nada de ingresar con el pañuelo colgando de muñecas o de mochilas.
Pero una vez adentro hubo un partido. Un partidazo. Las albicelestes arrancaron con un 4-2-3-1. Con Vanina Correa al arco, la línea de 4 con Adriana Sachs, Agustina Barroso, Aldana Cometti y Eliana Stabile; el doble 5 compuesto por Ruth Bravo y Vanesa Santana, por la punta izquierda se desempeñó Florencia Bonsegundo mientras que por la derecha actuó Mariana Larroquette, Estefanía Banini jugó de enlace por el medio y Belén Potassa fue la única punta.
Desde un principio, la selección buscó mucho a las dos extremas con pelotazos a las espaldas de las laterales rivales y así llegó la primer jugada de riesgo: un pase largo a Larroquette que fue derribada por su marcadora y generó el penal que Banini no pudo transformar en gol. Yenith Bailey, de tan solo 17 años y un gran pre-mundial adivinó el palo y con una gran volada le atragantó el grito de gol a la capitana argentina y a las quince mil almas que acompañaban a la selección. Un penal errado a los poco minutos del inicio de un partido determinante puede derrumbar a muchos equipos. A las pibas no.
Siguieron creando y construyendo, con juego un buen juego asociado. Tratando bien a la pelota, buscando siempre aprovechar los pocos huecos que dejaban las rivales y apoyándose siempre en las compañeras para avanzar. De hecho, el primer gol, a los 20 minutos, llegó de una gran pared entre Bonsegundo y Banini, que le permitió a la primera desbordar y tirar el centro que Potassa dejó pasar magistralmente para que Larroquette la pare, enganche hacia adentro, se la acomode para la zurda y la ponga pegadita al palo para el delirio de toda la hinchada. Entre el juego colectivo y algunos lucimientos individuales, llegó el segundo: a los 26´ Eliana Stabile nos regaló un bombazo que pegó en el travesaño y entró poniendo el 2 a 0 con el que finalizó el primer tiempo.
Pañuelazo y goleada
(Foto: Tef)
Pero la fiesta no estaba sólo en la cancha. En las tribunas, los cantos y los gritos estuvieron acompañando el desempeño de las jugadoras. Y los pañuelos verdes (esos que habían pedido esconder) empezaron a aparecer. En el entretiempo surgió un pañuelazo que se armó de boca en boca y que llenó tribunas de verde y gargantas de cantos feministas.
Y en los segundos 45´ se vio una Argentina que, partiendo de la solidez defensiva que brindaron las centrales Cometti y Barroso, buscó controlar la pelota y manejar los tiempos del partido. Así lo busco el DT, Carlos Borrello, cuando sacó a Bonsegundo y puso a Coronel para tener más equilibrio en mitad de cancha y generando que Banini fuera más arriba junto a la ingresada Yamila Rodriguez.
El segundo tiempo resultó, así, menos vistoso que el primero. Panamá, con jugadoras de muy buena técnica, parecía acercarse más al arco que el equipo local. Sin embargo, ya luego del alargue, a los 49 minutos luego de una gran jugada de la 10 argentina y un rebote de la recientemente ingresada Urbani, sería Rodríguez quien empujara la pelota para el 3-0.
Pero el partido nos tenía reservada una más. Cuando ya finalizaba el encuentro, hubo una una dura falta de Katherine Castillo a Rodríguez y la jueza marcó sin dudar penal. Eliana Stabile se tomó revancha y, aunque nuevamente la joven arquera panameña adivinó el palo, lo transformó en gol y marcó así su segundo personal y el 4 a 0 final a favor del conjunto albiceleste.
Ahora sí era tiempo de festejos, abrazos y cantos. Titulares y suplentes se fundieron en un abrazo en la cancha mientras las tribunas prolongaban el festejo. Nadie quería irse ni dejar que esa fiesta terminara. Las jugadoras tampoco. Así que agradecieron tanto cariño y tanto aliento dando una vuelta entera a la cancha, abrazadas y fundiendo sus voces y saltos con las del otro lado. Algunas, incluso, se acercaron a sacarse una foto con sus hinchas, a tomar un pañuelo que le ofrecían las pibas (y que Correa recibió alambrado de por medio) o un trapo que habían llevado para la ocasión.
Quedan algunas otras sensaciones dando vuelta, de cara al próximo martes en tierras panameñas en un partido que se juega partiendo de una gran ventaja, y con el sueño del Mundial tan cerca. Que las pibas dejaron el alma y se acercaron a su público; que tuvieron destellos de muy buen fútbol, aunque las ventajas económicas sean menores; que construyeron un juego que priorizó lo colectivo, tanto en ataque como en defensa, de manera ordenada y con el intento de siempre jugar a un toque; que no exageraron faltas e intentaron (dentro de lo posible) que el juego fluyera. Respiramos. Tuvimos alegría. Y creemos que el sueño del Mundial, de la mano de estas pibas, es un sueño cada vez más posible.