Un repaso con mirada feminista y sin fronteras de los sucesos recientes en Bolivia, un Estado que volverá a ser el faro de dignidad para toda la región. Una estrategia evidente que fracasará: Añez, con nosotras no.
Por Laura Salomé Canteros / Foto: Camila Parodi (8M 2020)
Bolivia duele y lo comprobamos cada día. Todo pasó muy rápido y los sucesos nos obligan a pensar desde demasiados ángulos la historia reciente. El 10 de noviembre de 2019 se produjo la renuncia obligada de Evo Morales, el primer presidente indígena de la región, tras el levantamiento desestabilizador que protagonizaron los militares y la policía en las ciudades más pobladas del país. Desde entonces, con la biblia en la mano, apelando a Dios, y rodeada de machos fachos, Jeanine Añez, se autoproclamó presidenta e instauró un período de terror. Son cinco meses de un Golpe de Estado criminal que llegó para habituarnos al odio del racismo, el machismo y el fundamentalismo.
Son muchas las críticas hacia quienes gobernaron los últimos 14 años en nombre del Proceso de Cambio: haberse alejado de sus bases, los movimientos indígenas, campesinos y obreros parece ser la primera. Haberse olvidado de avanzar en la despatriarcalización, otra. Sin embargo, Bolivia es el país con mayor índice de paridad en su órgano legislativo, donde rige el 50 y 50 en las candidaturas y donde durante este período se sancionaron leyes fundamentales como la de protección integral para prevenir la violencia de género y de violencia política contra las mujeres.
Es un Estado Plurinacional donde conviven más de 30 naciones resistiendo a los ímpetus personales de liderazgo y a la constante avanzada colonial sobre sus recursos naturales y del Estado. Pero siempre con la dignidad de construir desde la comunidad ancestral y con las fuerzas de esas abuelas, madres y hermanas que siempre estuvieron en armonía con la Pacha. Señalando la militarización sobre los (cuerpos) territorios. Denunciando hoy el Golpe a las mujeres de pollera.
En la Bolivia de hoy duelen las Masacres de Senkata y Sacaba; lxs más de mil presxs politicxs, asilos en otro países y la persecución a la juventud rebelde. Las agresiones a las mujeres de pollera y a las mujeres políticas, transmitidas en vivo por TV; el exilio, la tortura a los trabajadores de prensa populares y la censura o autocensura de quienes se desempeñan en medios tradicionales. La vulneración de las garantías constitucionales en una región diezmada por la crisis pandémica.
Ni Golpes de Estado ni golpes a las mujeres
“Hay machistas que se resisten a que podamos estar en la palestra pública”. Con estas palabras, Jeanine Añez, pretendió contrarrestar las críticas que recibió ante el anuncio de que formaría parte de las elecciones presidenciales. “Vamos por la igualdad de oportunidades”, afirmó. Es que incorporar la perspectiva de género parece ser una de sus estrategias de campaña. Así lo demostró el 8 de marzo, cuando en un anuncio oficial afirmó ser “la mejor amiga de las mujeres”, difundiendo en los medios estatales, una línea telefónica de denuncia ante la violencia machista, dejando a las mujeres a merced de la policía; la misma institución que le responde, que inició el Golpe de Estado y que las reprimió; la misma que marchará hoy, a cinco meses de la renuncia del ex presidente, realizando un vía crucis de “viernes santo” provocativo.
Es la misma Añez que, en medio de la pandemia por el COVID 19, olvida que las más castigadas por la indiferencia del Estado son las mujeres pobres, campesinas, las adultas mayores y las jóvenes que viven al día. Es que el golpismo (ese movimiento de reacción de la derecha racista y antidemocrática), no sólo tomó el poder del gobierno en noviembre pasado para perseguir política e ideológicamente y proscribir. También desgasta un tipo de Estado que no existía antes del Proceso de Cambio.
El Golpe de Estado en Bolivia son muchos golpes. A la identidad, a la sociedad, a la política, a la economía y a la historia. A la (auto)representación de los pueblos, a la posibilidad de construcción de sociedades más igualitarias e inclusivas, a la expresión de una juventud que reivindica sus raíces originarias, al concepto de plurinacionalidad. A las mujeres de pollera, a las madres y abuelas que salieron a las calles en defensa de la democracia, a las mujeres políticas que padecieron las violencias de los machos fachos, y a las exiliadas y presas políticas; hoy desterradas y silenciadas.
Según la mayoría de los testimonios que relevó la Delegación Feminista Plurinacional que viajó el 7 y 8 de marzo de 2020 a solidarizarse con las mujeres que resisten como hecho político -y de la que Marcha formó parte-, serían más de mil las y los presos políticos del gobierno transitorio de Jeanine Añez. Entre ellas, Patricia Hermosa, presa por ser la apoderada del ex presidente Evo Morales; María Eugenia Choque, presa por ser la presidenta del Tribunal Supremo Electoral; y Elena Flores, lideresa afroboliviana de Los Yungas. Las tres, ligadas al Movimiento al Socialismo (MAS), se encuentran encerradas sin condena en el Centro de Orientación Femenino de Obrajes.
Además del encierro sin condena y la violación del derecho a la defensa y del acceso a la justicia, estas mujeres padecen doblemente las consecuencias del encierro; son violencias -por acción u omisión- que se suman a las discriminaciones y vulneraciones de derechos sistemáticas que les destina al vivir en una sociedad de parámetros racistas y machistas. “Sólo los indios estamos en la cárcel”, afirmó Patricia Hermosa en la primera entrevista desde la cárcel. En su historia se evidencia que además no tiene acceso a la salud, un derecho básico para todas las personas.
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Elecciones 2020 aún sin fecha
Hace unas semanas, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) del Estado Plurinacional de Bolivia decidió dar a conocer, en conferencia de prensa, la postergación de la fecha de elecciones generales que estaban previstas para el 3 de mayo. Según el organismo, la decisión del gobierno de facto de “declarar una cuarentena con restricción de actividades durante 14 días” en ocasión del COVID- 19 es una medida que impide continuar desarrollando las tareas preparatorias.
Por este motivo, el TSE anunció que se fijará una nueva fecha “en un marco de concertación y unidad del conjunto de los bolivianos”, comunicación que se conoció después de que sectores sociales manifestaran públicamente el rechazo ante el posible aplazamiento de las elecciones. Desde el MAS – IPSP, a través de un comunicado difundido en las redes de los candidatos Luis Arce y David Choquehuanca, afirmaron que “primero la vida antes de definir una nueva fecha de elecciones”, posicionándose por no tratar el tema durante la cuarentena hasta mediadios de abril.
A cinco meses de una fecha triste, son las mujeres las que están al frente de la organización comunitaria para enfrentar el hambre, las consecuencias de una economía en recesión y las violencias racistas, machistas y fundamentalistas que se disparan de las decisiones de un gobierno criminal. Son las que sostienen a Bolivia y las que están destinadas a vencer. Para ellas no habrá discurso que reemplace a la solidaridad. Será como esa marcha alegre que el 9 de marzo bajó de El Alto para gritarle rabiosa al fascismo que dentro de los feminismos no hay lugar para las golpistas.
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