Sexta entrega de la encuesta a escritores argentinos sobre el vínculo entre literatura y política. Hoy nos responde Paula Ruggeri*.
1. ¿Considerás que tus búsquedas literarias, tanto al escribir como al leer, se corresponden con búsquedas políticas de algún tipo? ¿Por qué?
Cuando pienso en búsquedas políticas, tal vez me enfocaría como lectora y autora en aquellas obras capaces de sensibilizar, de cuestionar. Siempre convivimos con imperativos culturales que tienden a conservar cierto orden de cosas que si produce tranquilidad a muchos, también es causa de sufrimiento y muerte de otros. Me interesa cuestionar esa tranquilidad, esa seguridad en sí mismo del conservador. Pero en tanto autora, lo hago narrando, porque esa es mi tarea. La política, antes de ser el arte de lo posible, es el único ámbito social donde la discusión y el conflicto son la norma, de ahí la desconfianza que despierta en mucha gente educada en el respeto absoluto a pequeñas jerarquías dónde no hay debate y el conflicto se vive como algo a corregir. También el conflicto es la base de la narración, y tal vez por eso, el oficio de escribir es la más transparentemente política de las artes.
2. ¿La literatura argentina actual ofrece o intenta ofrecer respuestas e intervenciones sobre problemas y acontecimientos de la Argentina contemporánea? ¿En qué casos y de qué modos?
No estoy leyendo tanto a mis colegas como quisiera, pero veo que un ejercicio catártico (en el más puro sentido aristotélico), llevó a varios autores de mi generación al relato de los años setenta. Es una década revisitada cotidianamente, política y testimonialmente. Sin embargo, sólo la llegada del relato, la convierte en tiempo pasado. Seguramente la literatura viene a legitimar contando historias una construcción que hicimos todos muy dolorosamente. Desde mi punto de vista la literatura más política se escribe con el sello ficcional más puro: la ficción es un buen marco para cualquier ejercicio político. Hoy veo una literatura muy política y ficcional, no discursiva. Hacer un discurso no es la tarea del narrador.
Puedo mencionar la novela de Claudia Piñero, Un comunista en calzoncillos, y también desde la ciencia ficción a Juan Guinot y su novela La guerra del gallo, una investigación sobre la guerra de las Malvinas como vivencia.
3. En esta línea de pensar vínculos posibles entre política y literatura, ¿qué autores nacionales rescatas o están entre tus lecturas?
Últimamente estoy descubriendo la obra de Carlos Chernov. Es un descubrimiento tardío evidentemente, es un autor muy reconocido. Su novela Anatomía humana es una demostración fáctica de lo lejos que se puede llevar un profundo análisis de las estructuras de poder, y de la construcción del poder, a través de un relato de ciencia ficción y apocalíptico. Roza la antropología, la medicina y todas las disciplinas que estudian las sociedades y el comportamiento humano, pero es literatura. Es para mí la demostración mejor lograda de lo que puede lograr un buen narrador de historias, pero también de que hay ficciones que van mucho más lejos del mero entretenimiento. Entretener o capturar a un lector, para muchos autores es un fin, y para otros, como Chernov, es lo más básico de su trabajo, entonces una vez que se logra esto, un autor se puede plantear problemas infinitamente más profundos que el elemental. “principio, nudo y fin”.
* En el año 2005 editó El gran compendio de las criaturas fantásticas (Barcelona), luego siguió Lugares misteriosos (Buenos Aires, 2007) y el libro de poemas La Rosa Encarnada en 2009. Ese mismo año también publicó el fruto de una larga investigación histórica: El Archivo Americano, compilación de artículos de prensa del siglo XIX, editada por la Biblioteca Nacional. La novela El jardin de las delicias salió en 2010 por Ediciones Cuasar.