Por Darío Cavacini
Tercera entrega de “Poetas Internados, poesía libre”. Trabajo documental que surge de la pregunta acerca del valor que adquiere la poesía en contextos de encierro tales como los manicomios, donde la creatividad se confronta diariamente con el exceso de psicofármacos y la inspiración parece brotar como respuesta al abandono y la desidia propios de este tipo de lugares.
Desde hace una década, Pablo Morales participa de los talleres del Frente de Artistas del Borda (FAB), agrupación que intenta a través del arte, romper con los muros que el manicomio impone. Ha realizado espectáculos de teatro, mimo, danza y circo, participó en tres documentales, grabó dos discos con el taller de música, expuso colectivamente fotografías y pinturas y escribió decenas de poemas que luego publicaría en la revista “Corpiños en tus ojos”. Por su trayectoria como artista y su carisma, dentro y fuera del escenario, se ha trasformado en un referente dentro del mundo artístico ligado al ámbito de la salud mental. Hoy es uno de los coordinadores generales del FAB.
Internado en el hospital Borda desde hace más de 20 años, las puertas que le abrió el arte lo ayudaron sobrellevar esta larga estadía en el hospicio. Al principio no le fue fácil, los psiquiatras que lo atendían, le decían que estaba “re loco” por querer ser artista y paciente al mismo tiempo. Según confiesa, los propios médicos no lo dejaban salir del hospital, lo sobremedicaban y le explicaban, sin fundamentos, que era una locura hacer una obra teatral o cualquier otra manifestación artística que involucre público. En esos primeros años como paciente comenzó a sentir cotidianamente la privación de todo aquello que es propio y singular del ser humano: la identidad, los deseos, los lazos sociales y afectivos, la intimidad y los derechos civiles y políticos.
Para contrarrestar el desarme de su subjetividad decidió dejarse atravesar por el arte en todas sus dimensiones, entendiendo que era la única posibilidad que tenía para lograr que la sociedad abandone su indiferencia y su miedo y comience a cuestionarse el imaginario que ubica a los internados en el lugar de desecho social. A partir de su militancia como artista dentro del manicomio comenzaría otra historia en su vida: “Mucha gente empezó a darse cuenta que en realidad no era ninguna locura lo que estaba haciendo, veían los espectáculos en los que participaba, cómo iba triunfando con cada presentación, cómo me fotografiaban, filmaban, me veían en videos recitando poemas, viajando por todo el país y no les quedó otra opción que creer en mí”. Afirma que todas esas experiencias le permitieron reconstruirse como una persona con capacidad para desear y amar, a la vez que le dieron la posibilidad de confrontarse con los no internados para demostrarles que aún desde la panza del monstruo era posible crear belleza y romper con el estigma que significa estar internado desde hace tantos años.
Su primer acercamiento al mundo de la poesía fue cuando conoció a los coordinadores del taller literario del FAB, espacio al que concurre habitualmente todos los viernes por la tarde. Cuando la semana va muriendo, él renace poeta. Comenzó haciendo poemas grupales en las que narraba diferentes situaciones que sucedían en el Borda, siempre intentando no naturalizar aquello que veía cotidianamente puertas adentro. Participar del taller tuvo y tiene una importancia fundamental en su vida, la confianza que le dieron para escribir fueron esenciales para darle rienda suelta a su multifacética manera de expresarse que ni él mismo sabía que existía. Desde que empezó a transitar este camino entendió que nada se puede hacer en soledad y trabajar colectivamente le permitió transitar nuevas formas de hacer poesía.
Sus gustos literarios se han ampliado a partir de su compromiso con el arte, los poetas malditos se convirtieron en referentes ineludibles para él, en particular Jacobo Fijman quien también tuvo que pasar varias décadas internado en el Borda sufriendo el abandono y la soledad propias de los manicomios. Refiriéndose a estos poetas, entre los cuales incluye a Alejandra Pizarnik, Antonín Artaud y Marisa Wagner, dice sentirse muy identificado con ellos porque se compenetraban totalmente con lo que hacían, a diferencia de los que estudian en la facultad que escriben pero no llegan a internalizarse en sus poesías. Asegura que experimenta esa misma sensación cada vez que se sienta a escribir: “Cuando hago poesía estoy en la poesía, me transformo en ese poema que estoy haciendo, es como si estuviera volando junto a lo que escribo”.
Ya en la escuela primaria hacía letras de canciones y párrafos sueltos a los cuales les agregaba dibujos de mariposas y jugadores de fútbol. Uno de sus escritos preferidos de aquella época estaba dedicado al Loco Gatti: “Vos tan loco y te pareces un loco y más locos somos nosotros que estamos hinchando por vos y vos ni pensás en la locura”. Aunque no sean tiempos fáciles para los soñadores, él anhela regresar a esas composiciones que realizaba cuando era pequeño. Fantasea con convertirse en un artista como Picasso y enlazar sus pinturas con las poesías que realiza en el taller del FAB semana tras semana. “Artista soy y Pablo me llamo, pero Picasso todavía no soy”, dice con una enorme sonrisa a la que se le han extraviado varios de sus dientes pero no las ganas de reír.
La ciudad de la furia nunca ha sido amable con el diferente, él lo sabe muy bien. Cada vez que sale del hospital se siente dentro de un círculo muy difícil de entender y aceptar. Hacer poesía le permite preguntarse cómo es enfrentarse con la vida en el exterior del manicomio: “Afuera hay un movimiento continuo que no comprendo, Capital Federal es una maquinaria que va completamente rápida: de la oficina te vas a tomar un café, de ahí al cine, de ahí te vas con una chica a festejar un momento, de ese momento te vas a cenar, te bañas, después te acostas cuatro horas, te volvés a levantar, te vas a la oficina…”. Luego de tantos años de internación, el afuera se le transformó en un lugar totalmente ajeno, lleno de acertijos existenciales que intenta descifrar con cada verso que escribe.
La piedra de la locura. Acto I: Silencio
La oscuridad se aproxima
La muerte anuncia silencio
Silencio
Nuestros cuerpos y nuestras almas ya fueron elegidos
El silencio acontece y mi locura se opaca
Los labios y los dientes quedan como estatuas vivientes
Ahora la piedra de la locura es mostrada y el silencio cuida sus secretos.
Recuerda estos sonidos cuando aparezca el silencio
Los sonidos que se escuchan, cuando no se escucha nada.
Recuerda que te olvidas de repente de la muerte
Cuando el silencio se aprieta
Se encoge
Se ensancha
Y se rompe.
Es la piedra de la luz mala
La piedra del espíritu
Es la piedra más sagrada por los Incas.
La memoria…Tal vez la memoria
En la piedra del espíritu
La desolación y el silencio.
El ataque de nervios que se quiebran
Tal vez un cerebro
Otra vez de noche
La piedra del espíritu
Que sacan, que salvan
No sé qué pensar, tal vez…
La piedra de la locura. Acto II: Espejo
Memoria y espejo en solo una mirada
Espejo, espejo
Eso piensa mi espera ardiente
Espero volver al espejo
En pocas miradas
Miradas y esperas
Espero olvidar esas tardes
Que me miraba el espejo
Espejo, espejo
Solo espejo
Brotan miradas tras miradas del espejo
Solo espero olvidar esas cosas raras
Que miraba tras el espejo
Todo pasa
La espera; ¿Qué espera?
Ah! El espejo
¿Puede ser el espejo?
Solo espera! Solo espera!
Ah! El espejo!.
Espejado de copas caleidoscópicas
Quiso verse a sí mismo
Y en vez de verse, se escuchó
Solo silencio
Y de ese silencio nació su figura completa
Acomplejada de ruidos
Unos asimétricos
Otros simétricos
Otros antropométricos
Escucho su nombre
Vertió su nombre en la copa
Y se bebió a si mismo
Y recién ahí acabó de conocerse
Espejado en el silencio sin nombre
Pues ya no era él
Era el silencio de su nombre.
La piedra de la locura. Acto III: Locura
Y si hubiera fondos y costados
Si apareciera el líder de estas tierras
Encajonando muros y trampas donde hay silencios
Mi voz interna es distinta a mi voz vocal
Así capturo nuevas ondas sonoras
Que relampaguean en este cofre grisáceo
No odio, no amo, transcurro
Ando de luto entre las sombras que se marginan
Que dirán de mí los letreros del alba
Cuando se nuble y se despeje sin mi propia decisión
Ahora veo todo más claro
Ya estoy loco
Y ese miedo interfiere en la creación de la totalidad
Suspiro, respiro días de sensaciones paranormales
Yo; ya hice mi función
La sociedad me condenó
Igualmente gané mi premio
Hoy recito mi testamento
Dejo la tierra en posesión de sus moradores
Sálvenla; porque la han vuelto loca
No soy único, soy varios que se repiten.
La piedra de la locura. Acto IV: Muerte
En la tensa riña de la muerte
El caimán endemoniado, escabullido
Permitió largar el llanto de la constancia
Es otro destino, pierda una hora y pierde la mano
El tatuaje se mueve con indiferencia
El entupido gabán se moja con la lluvia
Y nadie le quiere hablar.
Que exploten las ruinas
Los rehenes quieren cocinar
Soy un perro con sarna en la espalda
Son cuestiones astrológicas
Tus pies pisarán las raíces de la planta
Y te harás tierra
El traje será de oro y arrastrará mi cadáver
Hoy no estoy mojado
La nave del espacio vende fruta
Cocinando a mi grumete
Todo estará frío
Afuera siempre pasa lo mismo.
En un trueno
Me agarraré de ella
Para que el cielo no se caiga
En vez de el yo me caí a pedazos
Esto era fuera el mundo
Hay ruido de árboles verdes
Chillido de árboles
La tierra lo hace
El mundo también tiene hambre
Quiere comer la Pachamama
Mi señora cabeza de agua
Cabeza de piedra
Tu eres el pan que alcanza a todos los mundos.