Por Román Cortázar Aranda
Homenaje al escritor Ricardo Piglia, que falleció el 6 de enero pasado. Un poema donde protagonista y narrador se mezclan y confunden, en una de sus obras más reconocidas, Plata quemada, tal como indica el título.
la policía ha rodeado el edificio. Los maleantes están perdidos. Ellos solos enfrentarán a toda la policía de Montevideo. En un arranque, los malditos arrojan la plata envuelta en llamas. El sacrilegio escandaliza a los oficiales, a los noticieros, a la opinión pública. Mal que bien, aguantan los embates de los guardianes del orden. Resisten heroicamente. Dos de ellos se aman. Se escuchan ráfagas aquí y allá. El humo de las bombas intoxica los pulmones de los rebeldes. Cuando ya la muerte es el destino más fácil, el Nene y Dorda se aproximan. El Nene está herido. Y el narrador, tal vez Ricardo Piglia, no puede domeñar a sus creaciones. En los brazos de Dorda, el Nene vive sus últimos momentos. El silencio, que había andado por ahí rondando su presa, de pronto da un salto y aparece en escena. Piglia se queda mudo. Y el narrador, que no atina qué decir, nos dice que Dorda pone su oreja en los labios del Nene. Nadie sabe lo que éste le dijo. Seguramente fueron frases de amor