Por Paola Salgado Piedrahíta* – @PaolaSalgadoP
La ex senadora colombiana y defensora de Derechos Humanos fue víctima el 1 de abril de un ataque por parte de hombres armados. Pensar en Piedad Córdoba Ruiz es pensar en las mujeres sobrevivientes de los conflictos armados y en las que están en resistencia en Colombia.
Llegábamos a la cita en medio de un aguacero torrencial; mujeres de diversos rincones nos encontrábamos para hablar del feminismo popular, y con una nueva excusa para seguir botando ideas, juntando corazones, abrazarnos un poco, pensarnos juntas cómo continuar construyendo ese mundo que soñamos y creemos posible. Era viernes 1 de abril y al mismo tiempo se anunciaba en diversas redes, que en Quibdó (Colombia) se había frustrado un atentado en contra de la vida de Piedad Córdoba Ruiz.
La sala en silencio por unos segundos, tras dar a conocer la noticia tomó la decisión de pronunciarse, porque en cualquier lugar del mundo las feministas siempre estamos dispuestas a gritar y materializar la consigna: “si nos tocan a una, nos tocan a todas”.
Hablar de Piedad es hablar de diálogo y paz. Resumir en pocas líneas la lucha de esta mujer es un encargo difícil; Piedad Córdoba es una feminista colombiana, afrodescendiente, que ha dedicado su vida a la lucha institucional y desde el escenario de lo público; que le ha apostado de manera férrea a la paz, al diálogo para la superación del conflicto y a la justicia social en Colombia.
Durante dieciocho años fue congresista de la nación, dando debates en temas marginales frente a la pobreza, la exclusión, las mujeres, los derechos sexuales y reproductivos y la guerra. En ese escenario se dio a conocer como una mujer de carácter deliberante e independiente, alineada en una posición más radical frente a la derecha y su actuación guerrerista en el país.
Esto le costó hacia finales de los años noventa, el secuestro del que fue víctima por orden de Carlos Castaño Gil (comandante jefe de los grupos paramilitares), luego el exilio y tras su retorno, dos atentados en contra de su vida de los cuales salió ilesa. Pese a ello, su actividad política en la oposición al régimen de Álvaro Uribe Vélez a inicios de la década del dos mil fortaleció los lazos de unidad de la izquierda en momentos donde se dieron importantes derrotas a la derecha colombiana.
De sus gestiones más reconocidas se destaca el trabajo como facilitadora, con el presidente Hugo Chávez, de la liberación de seis políticos/as colombianos/as que se encontraban como rehenes[1] de las FARC[2]; desde ese momento sus posiciones contra la guerra se radicalizaron y su trabajo por lograr una salida negociada al conflicto, actuando como referente, facilitadora y generadora de debate político le ha significado una campaña permanente de odio en su contra promovida por la derecha colombiana y los medios de comunicación hegemónicos.
La estigmatización sistemática sobre Piedad, calificada de “traidora de la patria”, ha puesto un blanco permanente en su contra, esto en un país en donde ser referente social y político señalada de estar a favor de la insurgencia, es un justificante para que cualquiera hale del gatillo.
La persecución y la falta de garantías para ejercer la oposición le costó su derecho a la participación política, siendo sancionada e inhabilitada para ejercer cargos públicos precisamente por su labor a favor de la paz.
Tal parece que en Colombia ser una constructora de paz, tiene un gran costo político que se paga no solo con la judicialización y la criminalización sino con la vida misma.
No es casual que una movilización convocada por el partido político Centro Democrático[3] en contra de los diálogos con la insurgencia, sea apoyada explícitamente por el ejército paramilitar, que llevó a cabo un paro armado afectando a siete departamentos del país, causando muertes y ataques a bienes civiles. Todo al mismo tiempo, incluyendo el ataque a Piedad Córdoba y una amenaza de muerte que circuló en contra de un grupo de mujeres y organizaciones de mujeres referentes del movimiento social y de víctimas en Colombia.
El ataque frustrado contra la vida de Piedad Córdoba, se da en un contexto en el que la derecha arrecia su discurso de guerra y hace un llamado en contra de la paz. Las múltiples acciones por parte de sus principales líderes políticos, tienen como fin generar un ambiente de inestabilidad frente a los procesos de negociación y la actuación de la justicia en Colombia; ambiente de profunda oposición política a la restitución de los derechos de las víctimas, la devolución de las tierras despojadas, la reparación, el desmantelamiento del paramilitarismo y la verdad sobre el terrorismo de estado.
Pensar en Piedad es pensar en las mujeres que están en resistencia en Colombia. Las mujeres sobrevivientes quienes el conflicto armado atravesó sus vidas, las que han dicho que su cuerpo no es botín de conquistadores, las que han gritado que no quieren parir hijos para la guerra; las mujeres que han levantado los/as muertos/as y reconstruido el tejido, el territorio y los proyectos sociales y políticos; las mujeres que ya no están, las arrebatadas por el patriarcado, el capitalismo, el guerrerismo. Pensar en Piedad es pensar en las víctimas.
Los ataques y la persecución sistemática que se ha intensificado en contra de líderes sociales y referentes de paz, cobra especial relevancia justamente por las discusiones sobre la materialización de la justicia y la reparación para las mujeres víctimas y las garantías de no repetición.
La intensidad y la dureza de la violencia dirigida contra las mujeres referentes en Colombia es una muestra de la gran oposición que existe a que las agendas de las mujeres se posicionen en el escenario político, particularmente en la construcción de una paz duradera que implica necesariamente la trasformación de las estructuras que discriminan a las mujeres y perpetúan una sociedad desigual, de explotación, saqueo y violencia.
Rodear a Piedad, no es solo estar a favor de la paz, es manifestarse en el sentido que el cuerpo de las mujeres es un territorio inviolable, un territorio donde se manifiestan los aportes indiscutibles a la reconstrucción del país, la soberanía, la justicia social y al trabajo por los cambios sociales que Colombia necesita.
Las mujeres organizadas representan un potencial trasformador y potencian la fuerza y la resistencia que han demostrado muchas otras mujeres frente a la violencia y la insistencia de parar la guerra y reparar la gran tragedia humanitaria. Es potenciar las posibilidades de articulación de múltiples sectores y organizaciones sociales y políticas de las mujeres y con todo el movimiento social alrededor de un acuerdo común sobre la paz y sobre el país que todos y todas soñamos.
*Feminista y militante del Congreso de los Pueblos
[1] Asamblea General de Naciones Unidas. Convención internacional contra la toma de rehenes. Artículo 1 1. Resolución 34/146 el 17 de diciembre de 1979 Disponible en http://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/sp_conv_%20interna_%20cont_toma_rehen.pdf
[2] Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – FARC. Grupo insurgente Colombiano que actualmente dialoga con el Estado para la consecución de un acuerdo de paz.
[3] Partido político colombiano, de tendencia derechista, fundado en el año 2013 por el expresidente de la república Alvaro Uribe Vélez.