Para algunes periodista, para otres operador político, ¿quién es Lucas Carrasco, el verborrágico personaje que llega a juicio oral tras un proceso de denuncia y acompañamiento colectivo?
Por Redacción Marcha
Lucas Carrasco es un periodista entrerriano que se hizo popular en las redes sociales, en blogger y en distintos medios sobre el final de la década pasada. Tenía 35 años cuando concretó el primer encuentro con dos de sus denunciantes. Su acercamiento a ellas fue mediante las redes -un patrón que se repite en todas las historias-. “Vení a casa que te pago el taxi”, era una frase que repetía para incitarlas a acceder. En muchos casos, en horarios irrisorios a la madrugada. Su insistencia era sostenida incluso después de los abusos y maltratos, tras los cuales las dejaba ir sólo con la promesa de un retorno cercano.
Bajo la bandera del progresismo, Carrasco ejecutaba prácticas que disfrazaba de sadomasoquismo -que en realidad no guardaba ningún tipo de consenso, factor fundacional de las prácticas BDSM- y de un romanticismo irrefrenable. También se victimizaba constantemente: sugiriendo que estaba loco, que era un adicto, que sabía demasiado, que lo perseguían, que estaba enfermo, que no tenía remedio y que nadie lo quería. Así lo relataron sus denunciantes que entre 2013 y 2015 comenzaron a contar que sus acciones eran más que verborragia. Y se organizaron para llevarlo a juicio.
Carrasco se refugió detrás del personaje vulnerable que construyó desde lo discursivo, y desde allí justificó sus actos violentos. En los relatos de las denunciantes, más de una vez aparecen estos recursos, sea en forma de poema o de mensajes de texto “desesperados” tras una agresión. Cuando el personaje vulnerable no era suficiente o estaba agotado, apelaba a su carácter de figura pública para seducir: “Venite, estoy con Leo García”. Y la propuesta variaba: Andrés Calamaro, Zambayonny, o incluso referentes políticos de diversos partidos.
Carrasco ejecutó prácticas sistemáticas con todas sus sobrevivientes que dan cuenta no sólo de su lucidez a la hora de haberlas realizado, sino de la plena conciencia del poder que retenía en tanto varón heterosexual de clase media, figura pública, referente político y su posición en tanto adulto mucho mayor que todas sus denunciantes. En su perfil en Twitter, reiteradas veces mencionó su enemistad con figuras públicas o de su entorno por una “severa enfermedad” y también alegó locura, pretendiendo disociarse de las violencias ejercidas, conscientes y elegidas. Porque el abuso de poder en Carrasco fue una decisión que sostuvo a lo largo de todo el vínculo con el grupo de pibas que hoy se organiza en su contra en ciudad de Buenos Aires y en Paraná.
Desde que fue denunciado, procesado, brindó declaración indagatoria y ahora encontrándose pronto a enfrentar un juicio oral por dos de sus actos que constituyen figuras delictivas según operadores/as del poder judicial, Carrasco se dedicó a evidenciar su odio y desprecio hacia las mujeres y el movimiento feminista. Comunicador y consciente de que su provocación es más que palabras, deja ver a quienes ataca como si pretendiera perpetuar el control y la autoridad sobre sus cuerpos y decisiones. Desde su escritorio vomita consejos para otros machos y con el privilegio de los que se creen impunes intenta denostar el movimiento de cambio más poderoso del mundo. Ese que no le permite ni salir a la calle.
*algunos de los pasajes de esta nota forman parte de “Lo irreversible de la lucha: denuncian al periodista Lucas Carrasco por acoso y violencia sexual”.
Leé las notas anteriores:
“Lo irreversible de la lucha: denuncian al periodista Lucas Carrasco por acoso y violencia sexual”
Ya son 20 las denunciantes de las violencias de Lucas Carrasco
Avanza la causa contra Lucas Carrasco: “no está lejos la indagatoria”
Procesaron al periodista Lucas Carrasco por violencia sexual