Por Simon Klemperer.
Hace varios años murió una de esas personas que nunca mueren. Esas que verdameramente nos dejan conmemorar su partida porque nos permiten agradecer su presencia eterna. Unas pocas letras para Luca Prodan.
Hace casi cuatro años, solo en casa, me topé con un archivo en la compu. No tenía nada que hacer y el archivo era un documental sobre Prodan, llamado Luca. Cuando terminó el documental, yo no era el mismo. Nunca se es el mismo después de una obra así. Si después de vivir una obra de arte, una película, un cuadro, una escultura, un libro, una canción, seguimos siendo los mismos, hay dos posibilidades: o estamos muertos, o la obra nunca cobró vida. La pasión en la única forma de estar vivo. Lo demás es transitar la nada y no llegar a ningún lado. Lo demás es la espera de la muerte.
Escribí esto justo al terminar de ver el documental y no me gustó. Lo dejé guardado en un disco duro, simplemente para no borrarlo, casi por cobardía. Hoy, cuando se cumplen 27 años del día de la supuesta muerte de Luca, lo vuelvo a buscar, voy al disco duro de los recuerdos y aquí está, y no me disgusta. Así que lo publico, a ver si en una de esas es un texto vivo y no un montón de letras esperando la nada.
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El director Rodrigo Espina hizo un documental llamado Luca. Con Sumo sonando de fondo tendría más sentido leer estas letras. Su voz, su acento, su pronunciación, su todo lo demás, le darían la fuerza que requiere pensar en él y en lo que implica su existencia en este mundo. De forma tal que leer sobre música se acerque más a la música y menos a la escritura. Pero aquí estamos, comunicándonos en forma de letras. Habrá que hacer que suenen.
Espina hace un recorrido por la corta vida de Luca Prodan, integrante de Sumo, emblema del under argentino de los años ochentas, a través de la narración de todos aquellos que, para bien, lo acompañaron en su paso por el mundo. Imágenes en movimiento de Italia y Argentina acompañan la narración.
La gran mayoría de los entrevistados lloran al hablar de él. También ríen, lo que, en este caso no es más que otra forma de llorar. Las lágrimas no caen con tristeza, caen con esperanza. Le emoción expulsa la pena de cada una de ellas. Lágrimas que explotan de reggae al caer al piso. Hablan sus amigos, sus amores, su familia, sus encuentros. Hablan de él y lloran porque Luca no es lo que fue, Luca es todo aquello que nosotros fuimos o quisimos ser. Todos lloran cercanos al año 2010 por haber sido hace treinta años aquello que el sistema no podía dominar. Luca es ahora todo lo que nosotros fuimos en ese momento. Y ríen reviviendo la belleza de lo políticamente incorrecto. Lloran por un rock que no compraba su ropa en grandes tiendas, ríen sabiendo que los rockeros ya no van a sus conciertos en bondi, y quedan en silencio imaginando una mirada transparente, abundante en ganas de no ser cooptado por las formas, una mirada que escapa del sistema, de lo establecido, que vive en un mundo que no lo deja ser, y a pesar de todo, es.
Es también el llanto de la tragedia. Cómo vivir en este mundo sin estar en él. Cómo convivir con la droga, el alcohol y la música, y haciéndole frente al mundo sin morir en el intento. Es el llanto de la tragedia que quiere vivir sin ser esclavo y termina suicidándose poco a poco. Es el llanto que rompe a causa de la condena de ser libres. Ser libres en este mundo que es casi el único que tenemos. Y la risa, la risa por haberlo sido y por poder volver a serlo.
Después de dos horas de recorrido, entre el silencio de las sierras de Córdoba y el ruido de Cemento, Rodrigo Espina logra dar a luz ese vacío casi lleno que dejó Luca en este mundo y que no es solamente su ausencia, sino, la ausencia de una parte de cada uno de nosotros.