Por Víctor Gómez. A propósito del reciente reestreno de “Casablanca” en los cines argentinos.
Vista, vista y oída casi como infinitas veces. Tan vista como perdida, quizá imposible, en un decorado de cartón que resultará a su vez inolvidable. Ahí está, de vuelta por unos días, tal vez para siempre, cargada de múltiples significados, repleta de todos los adjetivos también posibles, hasta la desmesura y su consecuente cansancio.
Y sin embargo, como una sencilla canción, es justo lo corriente y lo entrañable que se encuentran. Alquimia dirán, o no se dirá nada. Y lo que sucede cada vez es que ahí se planta el tipo de puro ramplón y tozudo. Y uno, unos cuantos, que entran, sí, también para la ocasión. Rick Blaine, Ilsa Lund y unos señores franceses y alemanes que los acompañan son el pretexto, una excusa en la inmensidad de los quehaceres, si es que hay inmensidad y hay quehaceres, para recordar los viejos tiempos. Si de los buenos cada cuál sabrá.
Detrás, por un lado, son los nazis, malos de toda maldad, los que vienen y por todos. Delante, por el otro y más allá, son los bondadosos norteamericanos los que van, quienes aún así de perseguidos pueden salvar al mundo. Y así hacen y así lo harán. Siempre lo mismo, pero no importa, por costumbre o ganas de creerlo, con la ironía en estado puro, casi no importa. Solo acaso el smoking blanco y la piel curtida de él, solo acaso la mirada transparente de ella, que parecen la mismísima inocencia y culpa hecha mirada y persona es, son lo que interesan.
Pero nada de esto es cierto, claro, nadie se salva, podrá pensar Rick, de apellido Blaine, -un quieto antecesor de Bond tal vez, si se quiere, otro salvador del mundo-, abandonado de todos, confundiéndose con el Humphrey Bogart real, que dice la leyenda, alimentando a esta otra de la película, era un buen tipo, dentro de lo que podría ser un buen tipo en esa industria cultural llamada Hollywood.
Pero volviendo volvemos. Días extraños estos y aquellos, en una búsqueda de paraísos perdidos que nunca existieron, o de los que al menos no tenemos pruebas de su entidad hasta el momento. Mientras tanto y hasta estos tiempos pasaron casi setenta años desde la primera vez en que “Casablanca” se proyectó en algún lugar del mundo, en la parte norte de América. Con precisión esa exhibición se realizó en el Teatro Hollywood de Nueva York el 26 de noviembre de 1942. El asunto coincidió con la invasión de las tropas aliadas de la costa norte de África y la captura de la ciudad de Casablanca. El estreno general fue un poco más tarde, el 23 de enero de 1943, para aprovechar la cumbre anglo-estadounidense, una conferencia entre Churchill y Roosevelt, los chicos buenos de la película, claro, que se llevó a cabo en la misma ciudad de Casablanca.
El mundo fue y será una porquería, parafrasea un tango. La vida es bella, afirma el título de otro film, que recrea instancias de la misma época del siglo más sangriento o más retratado en la historia de la humanidad, donde lo que se cuenta sucede. Entre tan amplios márgenes de posibilidades “Casablanca” no escapa a nada pero tampoco llega a otra orilla que no sea la de clásico, con dudosas pretensiones de eternidad pero cierta eternidad al fin.
Alimentada además con el mito de la dificultad en su realización. Actores peleados por problemas de cartel, presupuestos mal calculados, y otras minucias de camarines y guiones escritos, y vueltos a escribir, fueron sumando pastillas de cierta épica de que todo se pudo a pesar de. Los clásicos, como tales, se salen a jugar. Luego se verán como, y siempre sabiendo que se deben ganar. Porque vale también que la tribuna quede contenta, con otro mojón de historia en su haber.
Ahí la mirada, de regreso, con el tipo de a pie mientras ella se va en avión con otro, con el otro. La virtud manda sobre el amor, parece indicar la escena, por si hacía falta alguna indicación más. Y así y todo allá estuvieron unos cuantos, y acá nomás, en unas cuantas salas, también nosotros, otros tantos pero no tanto. Y entrados en golpes y esperanzas, nos preguntamos con Rick, con la misma resignada y agria certeza, por qué de todos los bares del mundo, justo pero justo tenía que venir ella a este. Este en el que estamos más que instalados, cómodos, conocedores del peligro de las nostalgias, hartos ya de tantas despedidas.
Ficha técnica de Casablanca:
Dirección: Michael Curtiz
Guión: Julius Epstein, Philip Epstein, Howard Koch y Casey Robinson.
Música: Max Steiner
Protagonistas: Humprey Bogart. Ingrid Bergman, Paula Heinreid, Claude Rains, Conrad Veidt, Sidney Greenstreet.
Actualmente puede verse en cines de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Plata y Rosario.