Por Leandro Albani / @LeaAlbani
Se estrena “Pañuelos para la historia”, documental que relata las historias de las Madres de Plaza de Mayo y de las Madres por la Paz de Kurdistán.
Nora Cortiñas sube una cuesta acompañada por un grupo de mujeres. El cielo cae gris sobre las montañas. Nora, sin parar, continúa su marcha ayudada por un palo. Las mujeres que la guían también son madres y aprendieron, al igual que Nora, la importancia de resistir a la opresión. Todas tienen ausencias en sus pechos: sus hijos e hijas fueron desaparecidos o asesinados por estados criminales.
Nora, integrante de Madres de Plaza de Mayo –Línea Fundadora-, habla con las mujeres, que forman parte de la organización Madres por la Paz de Kurdistán, esa nación de Medio Oriente que década tras década defendió su identidad y su cultura que quisieron borrar.
Esas madres, con sus pañuelos y sus años, son las protagonistas principales del documental “Pañuelos para la historia”, realizado por Alejandro Haddad y Nicolás Valentini Lassus, y que este viernes se estrenará en el cine El Cairo de Rosario a las 20.30 horas.
El documental, además de contar dos experiencias unidas en una profunda resistencia contra la injusticia y el terrorismo de Estado, permite recordar a Alejandro Haddad, periodista y escritor, fallecido en 2014. Poeta, realizador documental y co-autor del libro “Kurdistán. Crónicas insurgentes”, Alejandro fue un conocedor a fondo de la historia del pueblo kurdo y sus luchas por la liberación.
Consultado por Marcha y Resumen Medio Oriente, Valentini recordó que conoció a Ravi (como le decían sus amigos y amigas) en la provincia de Chaco, donde tuvo “la inmediata magia de la comunicación en ese humor que hay que morderse la lengua para no reírse y seguir hablando con seriedad” que regalaba Alejandro.
“Aunque Ale fuese porteño nunca lo pareció –recuerda Nicolás-, porque hay muchos porteños que no pueden dejar de parecerlo aunque hagan fuerza, pero él era de Rosario, de Santiago del Estero y de todas partes, con una tonada de aquí y otra de allá. Así trabamos una buena amistad que nos llevó a trabajar juntos en este proyecto”.
El nacimiento del documental fue cuando Alejandro volvió de un viaje a Turquía, donde participó en el Foro Social de la Mesopotamia. “Analizando juntos –relata Valentini-, le sugerí que para hablar sobre los kurdos era necesario generar un lazo con nuestro pueblo e historia, a través del viaje de Nora, con un objetivo concreto donde los espectadores la acompañen y se vean reflejados viendo otra realidad pero, a su vez, con muchos puntos de encuentro”.
Para Alejandro, las mujeres del Kurdistán siempre fueron un espejo en el cual reflejarse, tanto por su coraje como por su incansable resistencia. En una entrevista brindada a la agencia de noticias Rodolfo Walsh, decía: Las mujeres de allá tienen que convivir su lucha contra sus Estados que la reprimen y contra su propio pueblo. En la guerrilla dijeron bueno, vamos a hacer una organización paralela, paralela pero dentro, son como autónomas. En la vida tienen que luchar contra la violación de los hombres, que si un hombre la viola a ella a la que matan es a la mujer no al tipo, porque ellos consideran que la mujer conversa el honor de toda la familia. Entonces como deshonró a la familia la matan a ella y no al tipo a tal punto que el gobierno de allá, de Irak, Turquía no le da importancia a ese asesinato a pesar de que es un delito. No le dan importancia porque está dentro del Islam. Hay toda una confusión y la mujer dice: esto se tiene que terminar, a mí no me mata ningún chabón porque yo no tengo nada que ver con el honor de la familia”.
Nicolás también tiene una historia que se entrelaza con el documental. “Haber nacido en España a causa de que mis viejos fueron perseguidos en la dictadura, los temas relacionados con los derechos humanos y las Madres de Plaza de Mayo me movilizan profundamente”, señala.
El documental no sólo registra el encuentro de Nora con las Madres por la Paz, sino que también da un pantallazo de la historia del pueblo kurdo y su actualidad, además de lograr que los espectadores conozcan de cerca una tierra lejana, bañada de montañas, sembradíos e historias.
Con Nora hasta pasamos su cumpleaños 83 mientras filmábamos –recuerda Valentini-. En el viaje teníamos un chofer llamado Sedat, que nos llevaba en su camioneta por la Mesopotamia junto a las Madres de la Paz y en estos viajes cantábamos y nos reíamos más allá de las lenguas. También tuvimos la oportunidad de ir a tomar té a la casa Zhera, una de las madres, y filmar un encuentro con Nora”.
En el trascurso de la filmación también sintieron de cerca la presencia del Estado turco, el principal responsable por la represión sistemática contra el pueblo kurdo. “Al cuarto día, comenzamos a notar que la policía a nos seguía, siempre en las esquinas del hotel estaba el mismo oficial. Cuando salía a dar una vuelta en mis ratos libres, me acercaba a una de las mezquitas más antiguas de Turquía y comenzaba a preocuparme por la connotación que podría tener para la policía que vaya a ese lugar o cualquier otro. De esta manera comencé a entender algo de lo que alguna vez pudieron sentir mi padre o mi madre en los ‘70”, recuerda Nicolás.
“¿Cómo este pueblo puede sufrir tanto? ¿Por qué un pueblo milenario no pude ser reconocido por un país que tiene menos de noventa años? ¿Por qué desaparecen y encarcelan personas por luchar por su identidad?”, se pregunta Valentini. Pero también afirma que lo vivido junto al pueblo kurdo “son las verdaderas cosas que me motivan, esos lazos internos y fuertes que se remontan a mi pasado individual y familiar hasta llegar al colectivo. Quiero a los kurdos que conocí, quiero a Nora Cortiñas, quiero un mundo que alguna vez soñaron mis padres, que sea más justo, sin represiones y genocidios”.