Se cumplen 9 meses de la profundización del genocidio del pueblo palestino, iniciado en 1948. Las mujeres resisten con sus prácticas ancestrales de bordados, Tatreez, que unen los hilos de la solidaridad de los pueblos del mundo.
Por Vivian Palmbaum | Foto: @bordandoluchass
A 9 meses de la cruenta avanzada de apropiación territorial y exterminio del pueblo palestino, se realizó el conversatorio “Palestina, La Resistencia en el Bordado Tatreez, Mujeres Bordando Historia”, organizado por la Federación de Entidades Palestinas, el Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI), el colectivo Bordando Luchas y Sandía, coordinadora transfeminista por Palestina.
No se trató de una actividad de denuncia sino de mostrar el lugar de las mujeres palestinas que resisten. Tilda Rabi, presidenta de la Federación de Entidades Argentino Palestinas, destacó y agradeció, “shukran”, el sentido de solidaridad de los pueblos que acompaña a la resistencia palestina.
Elena Sánchez, de PEAPI, explicó que la actividad estuvo destinada a “que no solo se hable de cosas horrendas, sino para visibilizar cómo las mujeres buscan la vida y la alegría”. Sánchez presentó una síntesis del significado de esta experiencia ancestral, explicando que la identidad palestina se borda: “Durante muchos siglos, las mujeres palestinas han bordado sus propias prendas y vestidos. Esta habilidad, denominada Tatreez (palabra árabe que significa bordado), se ha transmitido de generación en generación entre hijas y nietas. El vestido palestino es un símbolo de identidad y resistencia. La práctica del Tatreez es una forma de comunicación con la que se transmite el estatus social, el estado civil y la edad; se inicia a los 7 años cuando las mujeres comienzan a bordar su ajuar. Se destacan tres tipos de puntos tradicionales: fallahi (bordado para las campesinas), bit (el bordado que une) y tahiri (originario de Belén y Jerusalén). Los bordados y las telas empleadas se diferencian por regiones”. Sánchez reveló que las mujeres comunican sus intenciones y deseos a través de su vestido, con los puntos y los colores, y sus variantes cromáticas.
En 1948, con la Nakba, se rompe la transmisión cultural de estos patrones y dinámicas sociales, y los bordados se empiezan a mezclar en los campos de refugiados. Las mujeres, a través del Tatreez, encontraron una herramienta para comunicar su historia en sus vestidos, con claves de interpretación, como bordar más flores para mostrar que tienen familiares fuera de Palestina.
En la Primera Intifada, se dejaron de lado los patrones tradicionales para distraer la mirada, y el bordado se convirtió en una respuesta a la prohibición de mostrar su bandera. En Hebrón, comenzaron a bordar en sus vestidos la bandera, solapada entre otros bordados, para conservar sus colores. La usurpación territorial y las políticas de exterminio por parte de Israel también avanzaron con la apropiación cultural de estas tradiciones, presentándolas como propias. Sin embargo, en 2021, la UNESCO reconoció el Tatreez como Patrimonio de la Humanidad, consagrando el 30 de abril como Día del Tatreez.
Desde el colectivo Bordando Luchas expresaron: “Nos unimos por la necesidad de usar el bordado colectivo como relato para expresar lo que duele, lo que queremos denunciar”. Así, vienen tejiendo sus hilos como un lenguaje, un bordado de lucha que hoy se solidariza contra el genocidio palestino y que ha bordado luchas e historias como la Masacre de Margarita Belén y la Masacre de Napalpí, entre tantas otras, que se exhibirán a partir del 12 de julio en el Museo Etnográfico de Buenos Aires. Mariana Eva Sala, cuyo padre está desaparecido, relató que, mientras era niña, su madre fue presa política y que la dictadura no le permitía verla seguido. Fue a través de dibujos, bordados y juguetes que se mantuvo la comunicación y se sostuvieron sus lazos.
Para finalizar, una delegada de la coordinadora transfeminista por Palestina, Sandía, contó que las mujeres y disidencias palestinas son protagonistas activas que resisten las estructuras que el apartheid ha generado, una violencia estructural que tiene mayor peso sobre ellas y elles y, por ese motivo, se ha constituido como una causa a defender por el transfeminismo como espacio de liberación.
Muchas voces estuvieron presentes en la actividad, trascendiendo las fronteras nacionales, desde México, Chile, Uruguay y Ecuador, para no olvidar que, frente al genocidio contra el pueblo palestino, se traman los hilos de la solidaridad y la memoria para sumarse a las voces del mundo, que no pueden ser acalladas, para ponerle freno a la barbarie.