Veinte muertos y centenares de heridos es el saldo que dejó la irrupción del ejército en la Plaza Tahrir, símbolo de la ‘primavera árabe’, desde el viernes pasado.
Las protestas contra el gobierno provisional en manos de las Fuerzas Armadas egipcias recrudecieron en los últimos días. Ayer se conoció la noticia de la muerte de otras cuatro personas en Plaza Tahrir, cuando Policía y Ejército intentaban desalojar el lugar. Según fuentes médicas, habría más de 600 heridos aunque la estimación resulta complicada dado que los militares desmontaron por la fuerza algunos de los hospitales de campaña que se habían levantado en pleno centro de El Cairo.
A poco menos de un año de las movilizaciones que terminaron con el gobierno de Hosni Mubarak, los manifestantes hoy repudian el Ejecutivo de transición dirigido por las Fuerzas Armadas, acusándolo de seguir las mismas políticas del derrocado tirano. Mohamed Hussein Tantaui, jefe de la Junta militar al gobierno desde el 11 de febrero, llamó a un Consejo de Ministros especial para tomar cartas en el asunto y anunció que no se cambiará el plan de gobierno que prevé elecciones parlamentarias para el próximo 28 de noviembre pero que no aún no contempla elecciones presidenciales. Según el portavoz del Consejo, las manifestaciones en El Cairo no son representativas porque “unos pocos miles no representarán a 81 millones de egipcios”. Por su parte, el ministro de Cultura, Eimad Abu Ghazy, renunció al Consejo en protesta contra la actuación de las Fuerzas Armadas en la plaza.
De la plaza al Parlamento
La oposición egipcia pidió ayer, a través de un comunicado, la renuncia de la Junta militar y el castigo a los culpables de la represión. Entre los detenidos durante el desalojo, se encuentra Butaina Kamel, candidata a Presidente en unas elecciones que muchos egipcios ven como una quimera. Las protestas se desarrollan justamente por la falta de una decisión política por parte de la Junta militar respecto del traspaso del poder a manos civiles. Cuando, hace nueve meses, el ejército se negó a disparar sobre una plaza que pedía la renuncia de Mubarak, las esperanzas se habían concentrado en las Fuerzas Armadas, que recibieron un amplio apoyo popular para formar un gobierno de transición. Hoy, esa misma plaza exige su renuncia porque ve una situación económica cada vez más complicada y ninguna señal de apertura democrática por parte de los uniformados. Desde el comienzo de la nueva etapa bajo mando militar, se han multiplicado las denuncias de torturas y detenciones arbitrarias. Pocas semanas después de la formación del nuevo Ejecutivo, las autoridades instaron, sin éxito, a todos los egipcios a abandonar las plazas y las manifestaciones. El pedido fue seguido por una política de mano dura que acaba de culminar con 33 muertos y más de 6000 heridos durante la última una semana.
En lo político, la disputa se plantea en torno a la redacción de la nueva Constitución, que deberá ser realizada por el Parlamento que resulte electo en las próximas elecciones. La Junta presentó un borrador, ampliamente rechazado por todos los sectores políticos, que apunta a disminuir la participación popular en la toma de decisiones a partir de una serie de principios ‘supraconstitucionales’ que ubican a las Fuerzas Armadas en un rol de ‘guardianes de la Constitución’ y les otorga poderes para actuar por sobre las instituciones democráticas en cualquier momento. Ante este texto, los Hermanos Musulmanes (formación política que podría quedarse con la mayoría parlamentaria) tomaron el protagonismo y encabezaron las primeras protestas, planteando la instauración de un estado islámico teocrático.
Esta situación se tradujo en una lucha por el control de esa plaza, símbolo de las revueltas en el mundo árabe, que hoy encuentra a liberales, islamistas e izquierda unidos en contra de la Junta militar. Anoche, miles de manifestantes se acercaban al lugar a pesar de la represión mientras que las protestas se expandían a Alejandria y a otras ciudades del país.