Por Maro Negro. Una nueva película de Jim Jarmush aparece en escena. Sin fecha de estreno enla Argentina, pero posible de ver por la web, refleja la historia de dos amantes vampiros en la actualidad. El amor, la eternidad y la sangre se fusionan en una historia prolijamente narrada.
La muerte es algo que siempre ronda en toda película que tenga como protagonistas a los vampiros, eso es cosa sabida. Sin embargo, en Only lovers lefth alive (“Sólo los amantes sobreviven”), la muerte se presenta de manera diferente, totalmente alejada de los caninos incisivos o de la sangre fresca; como lo más parecido a la existencia humana. Porque si hay algo que nos acompaña durante toda nuestra vida y que nos angustia a todos y todas por igual, es saber que en un lapso de tiempo nos vamos a morir; la misma angustia que sienten los vampiros al ser conscientes de que la vida para ellos no va a tener fin. La última película de Jim Jarmush plantea este interrogante: ¿Cómo sobrevivir a una larga existencia? ¿Cómo dotar de sentido a una vida que ya tiene infinitos años transcurridos?
Adam (Tom Hiddleston) es un vampiro solitario y deprimido, amante de la música, que pasa sus días -o mejor dicho, sus noches- en una casa en la ciudad de Detroit -ciudad parcialmente deshabitada por la crisis económica–, componiendo lo más parecido a un rock psicodélico y siguiendo a bandas como Can o The Velvet Underground. Por su parte, Eve (Tilda Swinton), su esposa, vive en la región de Tangier, cerca de Argelia, disfrutando de la más pura sangre que le acerca otro vampiro amigo. Clandestino él, trafica la sangre fresca desde un hospital. Sucede que, a diferencia de otras épocas, los vampiros del siglo XXI buscan formas más “civilizadas” para conseguir su sangre. Al igual que con otras sustancias prohibidas, siempre se forman carriles paralelos, limpios y silenciosos para conseguirlas. De repente, Eve tiene el presentimiento de que debe ir a visitar a su marido. Y así comienza la película.
El ritmo de la película es bastante lento, es verdad. En las dos horas que dura el film hay menos acción que en un día de cualquier vida. Pero esto se debe a que los protagonistas son inmortales y no les preocupa el paso del tiempo. Los plazos, los hechos, las visitas, todo se estira, se prolonga, porque la vida misma es toda una eternidad. No hay necesidad de andar a las apuradas, de correr al ritmo de los zombies (como llama Adam a los humanos), porque hay tiempo. Hay tanto tiempo, tanta vida por delante y hacia atrás, que a Adam lo deprime ferozmente.
Y Eve viaja a Detroit a visitar a su amado. La escena en que ella llega y se instala en la casa de Adam muestra cómo afloran los resabios de una historia de amor que vence al tiempo. Las pequeñas rutinas de la pareja perduran y vuelven a la luz con el primer abrazo entre los dos. Ambos se dejan caer en los sillones del living, se sirven una copa de sangre y se ponen a escuchar música. Cada gota de de ese fluido carmel y espeso que ingieren, los deja en un estado de éxtasis que los vuelve vulnerables y dependientes a la vez. Al igual que algunas drogas, la sangre, en su medida justa y de la más pura calidad, hace una virtuosa combinación con la música que envuelve a la historia. Pero la sangre también, para los vampiros, es el alimento que los mantiene, y eso se va a convertir en un problema a lo largo de la historia del film.
El encuentro y la pasión, después de años sin verse, es producto también de las mutaciones que sufre el amor inmortal respecto del mortal. Mantenerse vigente, durante cientos de años de relación, implica conceptualizar al amor de manera diferente de como lo sienten los humanos. ¿Cómo se ama toda una vida cuando esa vida es eterna?
En otra escena, cuando aparece Eva (Mia Wasikowska), la hermana de Eve, una joven adolescente de más de 100 años, la rutina se modifica y el espíritu joven todo lo quiere abarcar. Eva, bonita, distraída, rebelde, vive como una joven adolescente humana sin tener noción del tiempo. La juventud irrumpe con toda su vitalidad y fuerza el mundo de los adultos. Rompe y desarma todas las comodidades y los lujos que disfrutaba Adam en su casa, a la vez que cuestiona esa vida tan aletargada.
La película transcurre así: tranquila, apacible, sencilla, sin los grandes sobresaltos que se esperan desde el inicio. Pero esa calma, que por momentos se vislumbra como una vida rutinaria o monótona, tiene que ver con el sentido de la vida. Ser vampiro es mucho más que chupar sangre y vivir de noche; es generar proyectos y sentidos por toda una eternidad. Y el amor, cuando el vivir se hace insoportable, puede ser lo único capaz de salvarlos.