Por Pablo Tano. River vuelve a enfrentar a Boca en la Bombonera por primera vez luego del descenso. Con Ramón Díaz y Bianchi en los bancos, el Millonario intentará volver a ganar de visitante el Superclásico luego de casi una década.
Córner desde la esquina derecha para River. Gallardo se aproxima a paso lento rumbo al banderín. La pegada del Muñeco siempre intimida. El reloj marca que transcurren 37 minutos del primer tiempo. La Bombonera, tiembla. Es un partido clave para escaparse rumbo al título. La pelota vuela por el aire, los nervios se crispan y ella cae en la cabeza de Husaín, quien desvía su trayectoria y, cuando parece que ésta se irá afuera de la cancha sin mayor peligro, cerca del segundo palo del arco defendido por Caranta, aparece como un fantasma Cavenaghi para ganarle la espalda a Cagna, conectar un frentazo certero y fortísimo para decretar el 1 a 0 definitivo. Enmudecen los hinchas xeneizes, celebran los millonarios. La victoria, justa y merecida, les devuelve a los de Núñez el liderazgo del Clausura 2004, le birla a su rival histórico ese privilegio y, encima de todo, le allana el camino hacia la consagración.
De aquel triunfo épico del equipo dirigido por Leonardo Astrada, en condición de visitante, pasaron casi ¡nueve años! Después, River ya no volvió a ganar en la mítica Bombonera. Esa tarde plomiza del 16 de mayo, también con Carlos Bianchi en el banco boquense como ocurrirá el próximo domingo, quizás el acontecimiento único repetirá en cancha a un sólo protagonista: Clemente Rodríguez.
Haciendo números y recopilando estadísticas, se puede inferir en que el Millonario acumula siete partidos sin poder vencer a su clásico archirrival en la Ribera. El historial indica que se registraron cuatro victorias para el local y tres empates. Además, el otro dato curioso es que el último gol de River lo convirtió Marcelo Gallardo, en el Clausura 2009 (terminó 1 a 1 y el otro tanto lo marcó Palermo).
La presencia de Ramón Díaz será otro plus. El Pelado regresa a La Bombonera tras once años. Un recuerdo inolvidable para el riojano fue ese 2002 porque su equipo goleó 3 a 0 y brindó una lección de fútbol. Con una producción colectiva notable se impuso con tantos de Cambiasso, Coudet y la jugada maradoniana del misionero Ricardo Rojas, quien desde su propio campo y luego de eludir a dos rivales, recibió una asistencia y definió con una vaselina por sobre el cuerpo de un adelantado Abbondanzieri.
El próximo domingo los dos clubes más populares de la Argentina protagonizarán la edición nº 200 del Superclásico tomando en cuenta la era amateur y profesional. El Xeneize logró 72 éxitos, el Millonario 66 e igualaron en 61 ocasiones.
La fiesta está preparada para vivir una experiencia única, irrepetible y sorprendente. No sólo el color en las calles aledañas al estadio y en las tribunas sino la energía y la vibra que transmitirán las más de 53 mil almas fanáticas cuando salten, bailen y canten. Aunque trasuntar con palabras se hace un ejercicio complicado y merece ser contado como testigo presencial. Como planteara una encuesta realizada por el diario inglés The Observer y respaldada por sus lectores: “Es uno de los 50 eventos deportivos a nivel mundial que uno no debiera dejar de asistir antes de morir”. Y traigo a colación las sensaciones del gran Negro Fontanarrosa al haber debutado en un Boca-River como colaborador para la revista El Gráfico, en 1988. Más allá de su edad, que no quiso revelar -cuentan en la publicación-, jamás había presenciado un Superclásico. “Conocí el mar ya de grande, cuando había pasado la veintena. Estuve después en las pirámides de El Cairo (el verdadero) atraído por la leyenda de Keops, Kefrén y Micerino, aquel terceto central como nunca más volverían a tener los egipcios. Y vi un River-Boca en cancha de River. ‘Puedo morir tranquilo -aseveró cierta vez un agudo estadista norteamericano–. He visto al hombre llegar a la Luna y he visto el perfil de Jane Mansfield’. Yo no tuve el gusto de conocer a la señorita. Pero vi una película de Isabel Sarli. Y he visto jugar al Gitano Juárez”.