Corea del Norte anunció una moratoria en su plan de enriquecimiento de uranio a cambio de de la entrega de 240.000 toneladas de ayuda alimentaria. Washington contento en este año electoral.
Corea del Norte paralizará sus experimentos para el enriquecimiento de uranio y ensayos con misiles de larga distancia y permitirá la visita de los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), organismo de control de las Naciones Unidas, para que supervisen su programa nuclear. Así lo anunció el pasado miércoles el gobierno de Pyongyang, durante una visita a Pekín.
La decisión norcoreana fue saludada con cautela por Estados Unidos, quién incluyó a ese país entre los “estados canalla”, y mantiene hacia él una política de hostigamiento desde el final de la guerra de Corea en 1953. La secretaría de Estado norteamericana que conduce Hilary Clinton, a través de un comunicado oficial, afirmó que “EE UU todavía tiene profundas preocupaciones con respecto al comportamiento de Corea del Norte en un amplia gama de asuntos, pero este anuncio refleja importantes, aunque limitados, progresos para la solución de algunos de ellos”.
El pedido que Corea del Norte hace ahora, ante la distensión luego del gesto en tono conciliador, es el envío de 240.000 toneladas de ayuda alimentaria, para enfrentar la enésima hambruna que vive la península. Desde la caída de la Unión Soviética, principal aliado coreano en el mundo bipolar del siglo XX, su economía estatizada ha sufrido fuertes crisis, debidas en parte a la poca efectividad de las medidas de la dinastía Kim, concentradas principalmente en el fortalecimiento de la industria pesada y el mantenimiento de un amplio aparato militar, para sostener las confrontaciones con Corea del Sur y sus aliados, pero también al aislamiento internacional impuesto por occidente, a través de un bloqueo fomentado principalmente por el vecino del sur -desde 2008- y EEUU -desde los años 80-. A esta situación, se le suman factores coyunturales muy importantes. El 15 de abril, Corea del Norte festejará el centenario del nacimiento de Kim Il-Sung, fundador del país y abuelo del actual líder Kim Jong-Un. Se trata de una fecha muy importante para los norcoreanos, que quieren mantener el imponente aparato estatal volcado a la construcción de símbolos y líderes que han desarrollado desde su fundación, y que se ha demostrado en toda su magnitud durante los funerales del ex mandatario Kim Jong-Il, padre del actual presidente fallecido hace poco menos de tres meses.
En ese sentido, el anuncio de suspensión temporaria del plan nuclear, se inscribe en un cambio de paradigma dictado por el traspaso del poder, acontecido hace muy poco tiempo, en una región que estuvo en el centro de las miradas en los últimos dos años.
Las “escaramuzas” registradas desde 2010 entre las dos coreas, habían reavivado los temores de una escalada bélica en la región, y avivado las intervenciones norteamericanas y sus advertencias contra el gobierno de Pyongyang. Es necesario recordar que entre las dos Coreas sólo se ha firmado un armisticio en 1953, y técnicamente los dos países se encuentran en guerra, por lo menos hasta la firma de un tratado de paz. Cuando esta perspectiva parecía cada vez más lejana, los norcoreanos decidieron bajar el nivel de tensión y comenzar un proceso que aún nadie se atreve a bosquejar.
La intromisión estadounidense en la península del Sudeste asiático, que perdura desde hace ya sesenta años, logró acorralar el gobierno local, y desactivar temporalmente uno de los mayores focos de tensión diplomática y bélica del mundo. Junto con el alimento y los inspectores de la AIEA, Corea del Norte recibirá la atención de la diplomacia internacional en los próximos días, especialmente de los cinco países mayormente interesados en mantener cierto equilibrio en la región, EEUU, China, Japón, Corea del Sur y Rusia, pero con más de 120.000 soldados norteamericanos desplegados a su alrededor. Un escenario “más distendido”, que sin duda favorece al premio nobel por la paz Barack Obama, en pleno camino hacia las elecciones de fin de año, y en uno de los puntos más sensibles para todas las gestiones estadounidenses, la política exterior.