Por Sebastián Alonso
La transnacional Parex-Klaukol sigue envenando a los y las vecinas del barrio Las Mercedes de Virrey del Pino. Ayer, hartos y hartas de la desidia estatal y con 10 años de lucha sostenida en sus espaldas, bloquearon la entrada a la transnacional exigiendo que el Estado intervenga de una vez por todas.
Obstruyendo la entrada y salida de camiones y materiales, exigen a la fábrica, al Estado y a la Justicia que dejen de contaminar el barrio, envenenarlos/as y asesinarlos/as sistemáticamente. También se entregó un petitorio y se exigió una respuesta de parte de las autoridades pertinentes pero nunca llegó. Si bien la policía desalojó el bloqueo, las y los vecinos siguen organizados y no piensan bajar los brazos.
“Ayer enterramos a otra vecina más. Era una señora joven y llena de vida. Esto no puede seguir así, esto es urgente”, dice Susana Aranda con furia en sus ojos. Ella es vecina del Barrio Las Mercedes, ubicado en el km 44.300 de la Ruta 3, La Matanza, quien junto a sus vecinas y vecinos vienen denunciando este genocidio ambiental por parte de la empresa Parex Klaukol desde el año 2009.
Cansadas de despedir a personas del barrio y resistiendo las graves enfermedades (leucemia fulminante, insuficiencia respiratoria, cáncer pulmonar, renal y de piel) causadas por la contaminación en el aire por el sílice y otros metales pesados emanados por la fábrica, una vez más decidieron realizar una acción colectiva frente a las puertas de la multinacional.
A lo largo del día lunes pasado, se cortaron las dos puertas de acceso de camiones y materiales a la fábrica para la producción y la distribución. Desde muy temprano, con las nubes tapando el sol, el mate, los carteles y aerosoles llegaron a las puertas de la empresa para decir de una vez por todas “Basta”. La solidaridad, la risa y el abrazo nunca faltan en estas jornadas donde el dolor prevalece. Son muchos los años de lucha por la vida, de estrategias, resistencias y aprendizajes que se han puesto en juego.
Instaladas en la entrada, se entregó a las autoridades pertinentes un petitorio exigiendo una respuesta inmediata que nunca llegó. Avanzado el día, se tomó la decisión de bloquear la otra entrada y aproximadamente a las 18hs llegó la policía en cuatro patrulleros a desalojar prepotentemente el bloqueo, lo que permitió la salida de los camiones cargados de material.
“¡Nos están matando y ustedes defienden a la empresa y al poder político!” gritaban a la policía. Con ojos llenos de lágrimas, se juntaron las cosas y como la lucha enseña en las calles, se decidió hacer una asamblea para ver cómo seguir luchando.
Un largo camino andado
A través de todos estos años de lucha, las estrategias y resistencias han sido muchas y variadas. Principalmente, se inició el camino a través de la vía judicial cuya causa hoy se encuentra elevada a la Corte Suprema en las manos de Elena Highton de Nolasco (la misma que votó en mayoría el 2×1 a los genocidas de la última dictadura militar). La causa estaba en manos del Juez Federal Néstor Barral, quien se declaró incompetente, así como lo habían hecho otros jueces antes. Asimismo, esta situación entra en la causa “Matanza – Riachuelo” en manos del juez Rodríguez, cuya causa se contradice con la anterior al declarar que “sus ojos son OPDS* y ACUMAR*“.
Es enorme el manoseo que han recibido lxs vecinxs a lo largo de estos años por todas estas instituciones y el poder judicial quienes declarándose incompetentes deciden sistemáticamente no enfrentar a la empresa a pesar de que esta actúa ilegalmente. A través de la resolución 10209/02, emitida por la Secretaría de Políticas Ambientales de la provincia de Buenos Aires y la OPDS, basándonse en la ley provincial n°11459, Parex-Klaukol fue declarada dentro de la tercera categoría industrial que incluye a aquellos establecimientos que se consideran peligrosos ya que su modo de producción constituye un riesgo a la salud, la seguridad y la higiene de la población cercana.
Una fábrica con estas características, según la ley, debe estar ubicada en zonas rurales, alejada de zonas urbanas. Ante esto, Susana reclama indignada que “aquí somos invisibles porque somos pobres. Tampoco tenemos hospitales, cobertura médica, no tenemos agua potable, no tenemos nada. Nos condenan a morir. Acá no hay donde atender metales pesados, no hay aparatos, no existe. Es un engaño. Los hospitales acá están vaciados, no tienen tecnología para nada. El único desenlace es morir en tu casa de dolor y de impotencia. Esto es la facturación de Parex Klaukol o nuestra vida. Este es el patio trasero de La Matanza, nadie se acuerda de nosotros”.
Es así, que a través de la lucha, el dolor, la indignación, amenazas recibidas, las experiencias y aprendizajes colectivos que se van acumulando con el tiempo, decidieron realizar acciones concretas para seguir exigiendo dignidad y vida. Todas atravesadas por fuertes amenazas. Inclusive, en una ocasión obligaron a Susana a tragar pilas “para que realmente sienta la contaminación”. Se realizaron acampes en la Embajada Francesa y en la puerta de la fábrica pero la medida que más tiempo se sostuvo y logró gran visibilidad fue el acampe y huelga de hambre realizado en la Plaza de San Justo frente a la Municipalidad de La Matanza en diciembre de 2016. Durante un mes de acampe, las y los vecinos junto a organizaciones sociales, artistas y activistas independientes se manifestaron frente al poder político municipal presidido por la Intendenta Verónica Magario. Ante esto, la intendenta se manifestó en los medios negando la problemática y asumiendo y minimizando que sólo se trataba de un simple problema con el acceso al agua, y que ya se estaba solucionando. Esta es la impunidad que se maneja ante tanto blindaje mediático, político y judicial: nada sucede.
Mantener una charla con las y los vecinos del Barrio Las Mercedes indica un gran aprendizaje acumulado en tanto tiempo: son expertxs en contaminación, en materiales, metales pesados, modos de producción, leyes y procesos. También, tienen un lamentable cementerio en sus cabezas. Nombran a sus vecinos que han muerto, con quienes han crecido y habitado el barrio, con sus nombres y apellidos, edades y enfermedades en una larga lista que parece nunca acabar. Pero ante tanta desidia por parte de los poderes políticos, judiciales y la empresa, ellas están empecinadas a seguir luchando por ellos y ellas, por los niños y niñas que hoy se encuentran afectados por sus amigos y compañeros. “No podemos esperar: 10 años. Hoy tenemos diez diagnosticados de cáncer. Pudimos haber salvado un montón de vidas, de chicos y de personas grandes. No lo quisieron hacer. Y no lo van a hacer. A nosotros se nos va la vida”, lamenta Susana rodeada de todas y todos sus vecinos.
Este reclamo por la vida no piensa bajar los brazos, sólo sabe de fortalecerse en abrazos y lucha compartida, una lucha que permite develar las connivencias que asesina a barrios enteros, a familias enteras, sostenido por el capitalismo y la idea de desarrollo que sólo puede avanzar a costa de vidas y comunidades. Empecinadamente, estos vecinxs revolucionaron sus vidas y nos enseñan día a día cómo pelear contra un monstruo enorme. Ni la policía, ni el poder político, ni la justicia inepta, ni una transnacional puede pararlas. Organizadas, juntas, en asamblea, aprendiendo y enseñando, construyendo, con la digna rabia que la muerte genera, las y los vecinos de Virrey del Pino siguen caminando. Acá no se rinde nadie.