Por Luz Ailín Báez
La semana pasada confluyó el paro docente por 72 horas y el histórico Paro Internacional de Mujeres, lesbianas, trans y travestis. En este artículo, abordamos la relevancia que adquiere esta relación en la actualidad.
“Las escuelas están en cada lugar del país y no tienen fecha de vencimiento. Los que sí tienen fecha de vencimiento están en la Casa Rosada”. Con esas palabras, la Secretaria General de CTERA, Sonia Alesso, culminaba el acto que se llevó a cabo en Plaza de Mayo, en un nuevo paro nacional con marcha y movilización de miles de docentes de todo el país. Desde la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina se convocó a un paro de 72 horas que inició el 6 de marzo y confluyó con el Paro Internacional de Mujeres Trabajadoras, el 8 de marzo. Desde hace varios años ya que el inicio de clases, tensionado por la profundización del recorte en educación, viene tejiendo redes con el 8M. Y esto no es casual.
Según el Censo Nacional del Personal de los Establecimientos Educativos (CENPEE) realizado por la Secretaria de Innovación y Calidad Educativa en 2014, el 75,7% del personal que trabaja en establecimientos educativos, 8 de cada 10 personas son mujeres.
Desde sus orígenes y hasta el siglo XIX, la profesión docente se trató de una actividad predominantemente masculina. Esta feminización de la docencia se remonta a los tiempos de la creación del sistema educativo nacional que retomó el discurso político- pedagógico sobre la importancia de las madres biológicas y espirituales en la educación de les niñes originario de la Europa del siglo XVIII.
Según Silvia Cristina Yannouls, autora de la investigación Educar: ¿una profesión de Mujeres?, “Asociada a la idea riqueza de la nación, la maternidad biológica de todas las mujeres asumió un sentido político y público anteriormente desconocido”.
La conformación heteronormativa y patriarcal de los Estados Nación dejó pocas alternativas para las mujeres en el mercado laboral formal: la docencia es una de ellas. Y esto, sólo bajo la condición de mostrarse como “un ejército de soldaderas anónimas, sin clase, sin raza, sin sexualidad y sin emociones, simplemente misioneras de una identidad nacional que también sumergió a los ciudadanos en el anonimato de lo homogéneo”, expresa Yannouls. Del otro lado, siempre nos esperó el trabajo más forzoso no remunerado: el doméstico. Y aquí también el Estado parece mirar para otro lado siempre.
Según el informe del Banco de Desarrollo de América Latina, en primer lugar, las mujeres dedican una mayor cantidad de horas al trabajo doméstico, independientemente del nivel socioeconómico al que pertenezca el hogar. En segundo lugar, mientras que la cantidad de tiempo que las mujeres dedican al trabajo doméstico es decreciente en el ingreso, la dedicación de los hombres a esas tareas no muestra diferencias entre los distintos niveles socioeconómicos. En consecuencia, la brecha de género (mujeres menos hombres) en el tiempo destinado a los quehaceres domésticos y cuidados no remunerados es mayor entre los hogares más pobres. Esto sugiere que los hogares más ricos disponen de otros recursos (otras personas en el hogar, servicio doméstico, tecnología, etc.) que reemplazan a las mujeres en las tareas domésticas y de cuidado. Ciertamente lo que no está sucediendo es que parte de esas tareas las estén asumiendo los hombres en los hogares más ricos. En resumidas cuentas: con mucha o poca plata en el bolsillo, el trabajo hogareño siempre queda en las mismas manos.
¿Cómo hacemos las miles de mujeres, que somos docentes y muchas veces madres, jefas de hogar, para bancar laburo y crianza? Sin nosotras, mujeres; sin nosotras, trabajadoras docentes y domésticas el sistema capitalista y el sistema educativo en particular, entran en jaque. Somos nosotras quienes siempre los hemos sostenido, con nuestro trabajo remunerado y sobretodo con el no remunerado, que nos ha privado de llegar a mejores puestos laborales, relegados a la población meramente masculina.
“Esta es una conquista de los últimos años: reconocer que los reclamos de la docencia y de las y los trabajadores en general entroncan directamente con los reclamos del movimiento de mujeres”, opinó Romina Del Plá, diputada y Secretaria General de SUTEBA La Matanza en diálogo con Marcha. Para la referenta sindical, el 8 M “va adquiriendo en los últimos años el anclaje donde debiera estar: el Día Internacional de la Mujer Trabajadora como una jornada de lucha”. Tanto el reclamo del Aborto Legal Seguro y Gratuito, como la implementación de la Ley de Educación Sexual Integral, como que se aplique la interrupción voluntaria desembarazo para casos de niñas y mujeres violadas, forman parte de reclamos que tienen que ver con lo que cotidianamente las docentes vemos, sufrimos y tenemos que ver en nuestras alumnas y a la vez el reclamo contra el ajuste de Macri, los gobernadores y el FMI”.
Durante los tres días de huelga, faltando nuevamente a la obligación por Ley, el gobierno no se ha tomado el trabajo de convocar a ninguna reunión de paritarias con los referentes sindicales docentes. “Están tratando de hacer que el conflicto se disipe, no darle un solución a los reclamos”, sostuvo.
El presupuesto: un signo de época
Para este año, el presupuesto educativo del Estado Nacional argentino es el equivalente al 1.24% del Producto Bruto Interno del país, lo cual implica una pérdida comparativa del 22% de su participación en el PBI nacional. Además, “se destinará 3.3 pesos al pago de la deuda externa por cada peso destinado a la educación”, resalta el docente de escuela media y miembro del Instituto Nacional de Formación Docente, Manuel Becerra. El dato da una idea de la prioridad del gobierno. “Tomó deuda que se destinó a la fuga mientras en la escuela seguimos con problemas de infraestructura”, sostiene Becerra, que agrega que “a partir de la crisis económica empezamos a tener más problemas sociales que ingresan en la escuela y no tenemos infraestructura para sostenerlo. Los equipos de Orientación Escolar son muy pequeños, no tenemos psicología clínica, no tenemos abogados ni trabajadores sociales. Hay algunos programas por fuera del Estado pero que también están muy solos o no funcionan. Hay un montón de cosas que no funcionan y son necesarias para que nosotros podamos garantizar el derecho a la educación que no dependen de la escuela y evidentemente este Gobierno da claramente prioridad a otras cosas. Se destina el triple de pesos a la deuda que a la educación”.
En relación a esto, Del Plá observa que “ahí vemos más que nunca cómo las mujeres, como trabajadoras, sufrimos una doble opresión: con bajísimos salarios, con la falta de jardines maternales para dejar a nuestros niños, con la falta de las licencias adecuadas para atender tanto a nuestros hijos como otros familiares cuando en las mujeres recae, por regla general, las tareas de cuidado en la familia”.
Enfrentar el ajuste con organización
Esta política de ajuste y de ataque a los ingresos de las y los trabajadores de la docencia se manifiesta en la falta de infraestructura educativa en muchos aspectos: la falta de nombramiento de cargos, el ataque a las ramas y modalidades con los cierres de carreras y cursos. El recorte en educación recayó también en los distintos programas relacionados directamente con las políticas de inclusión y sostenimiento de las trayectorias escolares como el plan Progresar. “Por su nivel de cobertura, el volumen de la transferencia monetaria y, con esto, la magnitud de la inversión social involucrada, el Progresar constituyó desde sus orígenes en 2014 como la principal política de ingresos destinada a los jóvenes de la Argentina”, expresó María Laura Lombardía, socióloga autora del informe del Centro Estudios de la Ciudad (CEC), dependiente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
Según la investigación elaborada por el CEC en 2015, el análisis de los datos relevados muestra una fuerte presencia femenina en el Progresar: más de 6 de cada 10 (61,9%) de las integrantes del programa son mujeres, dato que condice con la mayor participación relativa de las mujeres en la educación a nivel general. La actualización en 2017 de esa misma investigación detalla que “La última vez que se actualizó el monto del Progresar fue durante el primer trimestre de 2015, cuando pasó 600 a 900 pesos mensuales: allí la prestación obtuvo el máximo valor real de la serie. A partir de ese momento fue perdiendo poder adquisitivo de manera drástica, y el valor real que representa en la actualidad es un 47 por ciento menor que en el primer trimestre de 2015 y un 41 por ciento inferior al del último trimestre de ese año.”
En este tipo de hechos se plasma la política antipopular y misógina del gobierno de turno. Para Manuel Becerra esto forma parte del ajuste blando que realiza el machismo: no mata las escuelas de un tiro certero, las deja heridas solas a la intemperie.
“Nosotros realizamos capacitaciones todo el año con la oferta que nos da el Estado y estamos todo el tiempo discutiendo pedagogía, estamos discutiendo el futuro de los pibes que tenemos en el aula, estamos todo el tiempo preguntándonos si lo que hacemos le va a servir a los chicos para desarrollarse después en el trabajo, como ciudadano. Y eso no sale en ningún lado. Solamente se habla de algo así cuando aparece lo de Global Teacher Prize. Y se le pone énfasis a un docente que desarrolló un trabajo como si fuera algo aislado que se puede hacer en cualquier parte. En casi todas las escuelas del país hay intervenciones muy buenas y eso no sale en ningún lado. Solamente hablamos de educación cuando tenemos un conflicto paritario, y sólo hablamos de educación con Baradel en el medio como figura demonizada. Nunca se nos da la oportunidad de discutir educación en otro contexto. Y no es algo que nosotros no estemos capacitados o dispuestos para debatir. Pero simplemente nos ponen una cámara y un micrófono cuando hay un conflicto paritario”.
Los gobiernos nacionales y provinciales se embanderan en el discurso que desnaturaliza el carácter de trabajo remunerado de la actividad docente: los docentes tienen que estar en las aulas enseñando. Y aquellos que reclaman son tildados de enemigos de los niños, a quienes dejan sin clases. Para Becerra, “el Gobierno hizo un análisis acertado de contradicciones discursivas que están en la sociedad. Comunicacionalmente ha sido muy efectivo y esta efectividad tiene que ver con saber leer algunos discursos que están dando vueltas en el sentido común. No operan sobre el vacío. El Gobierno logra anudar cuestiones que parecen y son contradictorias: un discurso meritocrático con un discurso de castigo a las y los docentes por reclamar un mejor salario, para algo que supuestamente es lo más importante de la política pública: la educación.
Las mismas construcciones patriarcales que operan el sentido común de la distribución de los quehaceres domésticos, fomentan la idea antagónica entre el docente vocacional que va a dar clases sin importar el contexto en contraposición al docente combativo.
“Con esa vocación no se carga la sube, no se compran las milanesas ni el arroz. Podemos tener toda la vocación del mundo pero si la heladera está vacía vamos a reclamar salario. El Gobierno apela a una idea de vocación absolutamente desinteresada y desprovista de todo atravesamiento material, de toda carnadura de lo real y puramente articulado desde lo espiritual”, agrega Becerra.
Si volvemos sobre las cifras que arrojan una amplia mayoría de trabajadoras de la educación mujeres, todos estos discursos, recortes y represión se vuelven directo contra nuestros cuerpos. “Hay una situación de opresión y sobrecarga sobre las mujeres que se ve reflejada en cómo crecientemente vamos participando en la lucha del movimiento de mujeres, y la docencia pasa a ser un elemento fundamental de ella”, concluyó Del Plá.
No somos acetas que vivimos del aire. Efectivamente, hay que desarmar esa contradicción ambulante de meritocracia y castigo. Y está en manos de las mujeres hacerlo.