Por Pedro Perucca. Existe un circuito alternativo de exhibición donde películas argentinas ignoradas por el circuito oficial y aplastadas por los tanques hollywoodenses se hacen fuertes y crecen, encontrándose con un público cinéfilo que aún quiere ver cine en pantalla grande.
Hace un par de semanas una amiga compartió en su muro de Facebook la programación de algo llamado “No sólo en cines”. Sin saber de qué se trataba, veo que en Casa Brandon está programada Diablo, una película de Nicanor Loretti que lamentaba profundamente haberme perdido en el cine.
Así que unos días después allí estaba, en el acogedor multiespacio artístico queer de Villa Crespo, presto a tachar una película deseada de la lista de pendientes pero aún sin tener demasiada idea de qué era “No sólo en cines”. No voy a comentar la película aquí, simplemente me limitaré a recomendarla encarecidamente, a instarlos a que la busquen en la programación de “No sólo en cines” y vayan a verla predispuestos a dejarse sorprender por una de las mejores películas argentinas de los últimos tiempos, por un cóctel tarantinesco (mejor que mucho Tarantino según algunos críticos, con los que coincido) de ultraviolencia y humor negro como se ha visto pocas veces por estas tierras, con un Palomino sublime en su rol de Marcos Wainsberg, un boxeador retirado (judío, peruano y peronista, para más datos) que en sus tiempos de gloria pugilística supo ser conocido como “El inca del Sinaí”. Vayan, vean, transmitan la buena nueva.
La sorpresa y la alegría diabólica de la desaforada película de Loretti me llevó a querer agradecerle a los responsables de volver a poner en cartel una joya como esta que había estado apenas unas pocas semanas en cartel en alguno de los espacios INCAA.
Pues bien, aunque el proyecto “No sólo en cines” ya tiene algo más de un año, se podría decir que su crecimiento ha sido subterráneo, silencioso. Por eso, no es casual que la primer proyección del ciclo haya sido el 11 de septiembre de 2012 con la película Topos, de Emiliano Romero. Romero es, precisamente, el ideólogo y motor de este proyecto que pretende, por un lado, garantizar espacios de exhibición para muchas películas ninguneadas por el desastroso régimen de distribución y exhibición dependiente del instituto de cine nacional y, por otro, lograr que el cine vuelva a los barrios, que pueda ser disfrutado también en espacios diferentes a los de las multisalas de los shoppings.
Partiendo de ese lapidario diagnóstico del circuito de exhibición oficial que condena a las películas “no comerciales” argentinas a estrenos limitados a unas pocas semanas en los Espacios INCAA, que además no son apoyados con ningún tipo de publicidad, Emiliano Romero eligió no resignarse y junto a otros realizadores nacionales fueron construyendo de forma absolutamente autogestionada un circuito alternativo que con el paso de los meses fue sumando espacios hasta contabilizar más de 50 centros culturales y multiespacios artísticos en Capital Federal y en muchos otros puntos del país. En estos espacios las proyecciones son siempre en HD y Blue Ray y además en muchas de los encuentros se cuenta con el plus de la participación de algunos de los realizadores o actores que luego se suman a una charla con el público del film.
Si bien la iniciativa parte de un diagnóstico crítico de las políticas cinematográficas institucionales, no se ubican como enfrentados al INCAA sino que piden apoyo oficial para fortalecer este circuito alternativo que podría cambiar el paradigma de exhibición para las producciones nacionales pequeñas que no encuentran espacio en un mercado copado por los tanques de Hollywood y las películas argentinas “rentables” comercialmente. Sí se ha conseguido que en las películas proyectadas en “No sólo en cines” se corten tickets oficiales que sumen taquilla para las producciones exhibidas.
Gracias a este mecanismo se ha logrado que, por ejemplo, una película como Topos, que en sus funciones oficiales en el Gaumont, Arte Cinema, Espacios INCAA o Cosmos-UBA había contabilizado apenas 2000 entradas logre cuadruplicar esa cifra con la exhibición en un circuito alternativo y barrial, que se fortalece por el boca a boca y las recomendaciones en las redes sociales. Es decir, una alternativa concreta a la pobreza de las políticas oficiales, surgida desde abajo y sustentada de manera directa por el compromiso de los realizadores y de los dueños de los espacios de proyección. Una alternativa, en fin, que merece ser difundida y defendida por todo amante del buen cine.
Algunas de las películas que se pueden ver en este maravilloso circuito alternativo son la ya mencionada Topos, de Emiliano Romero; Malditos sean! de Fabián Forte y Demian Rugna; Diablo, de Nicanor Loreti; Plaga Zombie: Revolución Tóxica, de Farsa Producciones; Vikingo, de José Celestino Campusano; Pompeya, de Tamae Garateguy; Caño Dorado, de Eduardo Pinto; El hada buena, de Laura Casabé; La memoria del muerto, de Javier Diment; Hermanos de sangre, de Daniel de la Vega; La peli de Batato, de Goyo Anchou y Peter Pank; Los Subterráneos, de Tomás Larrinaga o la recientemente estrenada ¿Quien mató a Mariano Ferreyra?, de Alejandro Rath y Julián Morcillo.
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