Quedan las tareas para la política, la militancia y la ciudadanía: democratizar en un país que sigue en disputa porque el fascismo va por las mayorías.
Por Redacción Marcha | Fotos: Julianite Calcagno – Bar Leiva / faro colectivo
Eran las 20 y algo cuando Sergio Massa, candidato a presidente de Unión por la Patria (UxP), salió a reconocer la derrota. O el triunfo del odio. Con un mensaje en el que cedió la “responsabilidad institucional” a quien fue elegido como el próximo presidente, Javier Milei, un economista de escasa experiencia, candidato por La Libertad Avanza (LLA) y que sumó el 55,7% de los votos.
Fueron casi nueve meses de campaña electoral; el tercer escenario de balotaje desde la recuperación de la democracia representativa en 1983 en Argentina. Una elección decisiva que obligó a la ciudadanía a optar entre un frente oficial desgastado por coyunturas internas e internacionales y una candidatura de difusión ideológica fascista que llegó demasiado lejos. Un plebiscito y la redefinición de los consensos básicos para la convivencia política.
Votó el 76% de más de 35 millones de personas habilitadas en más de 17.000 centros de votación en todo el país; sin embargo, las miradas estuvieron en territorios específicos: las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe y la Ciudad Autónoma donde o se expresaron votos opositores o hacia candidatos que quedaron fuera de la contienda. Sin embargo, los resultados volvieron a sorprender y aquellas provincias que históricamente habían votado al peronismo rompieron su tradición.
En la semana previa y a lo Bukele, a través de redes sociales, La Libertad Avanza agitó sospechas sobre el conteo y los titulares de medios tradicionales naturalizaron una forzada denuncia sobre “fraude electoral”. Entre repercusiones, su apoderado fue citado por el poder judicial y allí se desdijo. La respuesta de la Cámara Nacional Electoral fue afirmar que son las agrupaciones políticas las responsables por cualquier anomalía en el proceso. Antes, el 30 de octubre, a través de un comunicado, habían afirmado que existen “invocaciones de fraude sin fundamento” que “desinforman a la opinión pública y socavan a la democracia”. Pero otra vez, como sucedió durante las PASO, cuando los números son a favor de su fuerza no existe sospecha de fraude.
“Sigo creyendo que Argentina necesita acuerdos de Estado”
Fue en horas del mediodía que Sergio Massa, el ministro candidato, votó en Tigre. Llegó acompañado por Malena Galmarini, titular de AySA, y tras fotos y con bandera argentina de fondo y ante prensa local e internacional, y gran cantidad de vecinxs, llamó a las fuerzas políticas a tener “responsabilidad, serenidad y templanza” ante “un momento bisagra” para el país, y anticipó que “habrá que establecer prioridades para los próximos días”.
En la semana, la familia Massa- Galmarini recibió amenazas de muerte y hay tres personas detenidas que serán investigadas por su responsabilidad. “Empezamos una nueva etapa en la Argentina, que requiere del diálogo y los consensos necesarios para que nuestra patria recorra un camino mucho más virtuoso”, afirmó el candidato de UxP tras votar, y agregó que es una elección “que define qué país vamos a transitar los próximos cuatro años en la que tenemos la responsabilidad de construir un sendero de esperanza y confianza”. Y deseó, consciente del contexto de antagonismos: “Que el futuro nos encuentre más unidos”.
Por otro lado, quienes integran la fórmula presidencial fascista llegaron en soledad y fueron repudiados. Javier Milei ejerció su voto en CABA tras una semana de exposiciones no forzadas, en Ezeiza y en el Teatro Colón en dos actos de desnaturalización de su ideología, y Victoria Villarruel, fue recibida en Caseros por un acto de rechazo por parte de familiares de personas detenidas desaparecidas durante el terrorismo de Estado que ella reivindica. Una oportunidad para visibilizar historias en un distrito con 325 militantes desaparecidos.
Todo es bronca y dolor
La noticia se sintió en los huesos, resonó en las entrañas. Si bien, todavía no había números oficiales, los silencios y los primeros comentarios de quienes habían acompañado el proceso electoral empezaron a confirmar lo peor: las mayorías eligieron un gobierno fascista que propone, entre sus principales puntos, acabar con ellas.
Ciertamente la autocrítica debería llegar en algún momento. Como siempre dijimos, las campañas tienen que enamorar, las conquistas se tienen que reivindicar. El fascinamiento con el fascismo y su espectacularidad no pueden ser la narrativa. Este mensaje es, también, para las empresas y medios de comunicación que colaboraron en la construcción del peor escenario posible.
Pero si algo sabe este pueblo es de cuidarse. Mientras que la noticia comenzaba a tomar fuerza, los abrazos y apañes virtuales lograban multiplicarse con la misma rapidez: “no estamos solas”, “nos tenemos”, “la lucha sigue”. Y es que ese mismo pueblo que resistió a la última dictadura cívico militar hace, nada más y nada menos, que 40 años; que salió a las calles contra el neoliberalismo de los años ´90; y que se convirtió en marea verde durante las últimas décadas, lleva en su ADN esa memoria colectiva que, más temprano que tarde, volverá a reorganizar la rabia.