Por Gabriel Casas
De cara al amistoso contra México, el cronista repasa la goleada contra Bolivia y propone volver a las fuentes del ideario futbolero argentino; algo que el Tata conoce bien…
Obviemos el 7 a 0 a Bolivia. Martino tiene una idea y quiere que sus jugadores la lleven a la práctica. Ya tuvo su primer gran contratiempo en la final ante Chile. Ahí se la agarraron más con Messi, que con él. La realidad es que la paz a la Argentina futbolera sólo llegará si hay vuelta olímpica en Rusia.
Entonces, volvamos al regreso a las fuentes que propone Martino. No es nada original, es volver a nuestra identidad nacional en este hermoso deporte. El problema es que el título con Bilardo en el timón, confundió a esa identidad. El doctor bidón tuvo la suerte de contar con el mejor Maradona. Ya sé, muchos dirán que ya es hora de que el mejor Messi, salga a escena también en las citas mundialistas.
Jugar con un enganche clásico, tres delanteros, dos laterales que se proyecten por sorpresa, un volante de marca y otro mixto, es un ADN desde la década del 40 en adelante con la albiceleste. Con mayor o menor éxito. Hasta que irrumpió el bilardismo, con su verso de estar 2o años adelantado, y tiró todo por la borda.
Basile intentó recuperar la identidad, y lo logró en dos Copas América y en un Mundial hasta que Maradona se cebó con la efedrina. También, con el Coco, Argentina jugó una estupenda Copa América en Venezuela hasta que el contragolpe del Brasil le dio el Dunga-Dunga. Passarella fue el rey del contragolpe. Bielsa, el rey del obtusismo ofensivo y una defensa inexplicable. Pekerman se quedó en el medio de las buenas intenciones, también a la hora de la verdad.
Maradona, con cama incluida para asumir, sólo se encomendó a las individualidades de arriba, en especial, en Sudáfrica. Batista chamuyaba como el Barcelona y hacía jugar como el Valencia con un triple cinco. Sabella recuperó las banderas del bilardismo, pese a que Messi en las eliminatorias lo hizo abdicar. En Brasil, fue otra vez Bilardo en 45 minutos del debut y también desde cuartos en adelante.
Obvio que todo pasa por los jugadores. Sin embargo, los de hoy en día, le rinden demasiada obediencia debida al entrenador de turno. Sé que algunos le va a joder que escriba sobre el menottismo y el bilardismo, pero fueron los únicos técnicos campeones mundiales y encima con dos estilos totalmente disímiles.
Martino, aunque no lo diga, se encolumna en el menottismo. En un mes le arranca la hora de la verdad para ver si se sienta bien en su cargo. Menotti exageró con eso de que si Messi se enojaba y no venía más, no sé si clasificamos a Rusia. Creo que Argentina clasificaría, aún sin el mejor del mundo. Aunque ese camino sería tortuoso. Estoy convencido de que las eliminatorias sudamericanas –por el nivel de ocho de los diez equipos– son más difíciles de transitar que los grupos europeos. El asunto es que cuatro plazas son demasiadas oportunidades para grandes como Argentina y Brasil.
Entonces, nunca renuncie a su idea montonero Martino. Estos jugadores vienen de ideas pachorrianas y de a poco, se van a sentir cómodos en la suya porque es lo que mamaron de chicos. Ya no en los potreros, sino en los clubes de sus barrios. No necesita mucho para convencerlos. Sólo con buen juego y resultados positivos en el arranque ante Ecuador, Paraguay, Brasil y Colombia, se sentirán en su salsa.
Sepa que no hace falta tanto para mantener en silencio al pueblo futbolero, porque encima indultó a Tévez. Eso sí, sepa que ante el primer traspié, le van a exigir que el de Fuerte Apache sea titular. Siga dándole el poder a Messi. Que si encima está enojado, como dijeron ayer, no me gustaría estar en la piel de los defensores rivales sudamericanos.