Por Camila Parodi.
Después de la carta del Papa Jorge Bergoglio, en la que, entre otros pronunciamientos, sugiere el “perdón” para las católicas que hayan abortado, Marcha conversó con las feministas Zulema Palma, médica y María Elena Ale y Dahiana Belfiori, Socorristas en red. Una mirada conjunta sobre el control que aún pretende la iglesia católica sobre nuestros cuerpos y decisiones.
Días atrás Jorge Bergoglio, actual Jefe del Estado Vaticano, realizó un nuevo pronunciamiento y volvió a colocar a la institución que encabeza en voz de toda la sociedad internacional. Y lo hizo a través de una simple carta enviada al presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización, Rino Fisichella, quien organizará las actividades para el Jubileo de 2016. El líder político religioso consolidó aquella imagen que viene construyendo desde su asunción, con una clara estrategia política que intenta centrar la visión de la institución eclesiástica como única.
Sin embargo, un punto central despertó aún más la atención: en su carta Bergoglio indicó su intención de “universalizar el perdón y la misericordia” para el Año Jubilar. En ese marco, planteó “la absolución del pecado del aborto” para aquellas mujeres que se “arrepientan por haberlo practicado”. Si bien no es casual este accionar, parece necesario volver a precisarlo: ante un contexto en el que las políticas de derechización de los gobiernos son cada vez más claras, aparece la figura de un “Papa de los pobres, comprensivo y misericordioso” al que ya no sólo le interesa interpelar a sus creyentes, sino que instala un sentido común para toda la sociedad, para consolidar así políticas conservadoras con discursos renovados.
Meses atrás, señalabamos que su política progresista no incluía la agenda de las mujeres y de las personas lgttbi , histórica forma de invisibilización por parte de la iglesia. Sin embargo, esta nueva aparición es notable en su estrategia de avanzada: el actual líder ahora también se ocupa de “las pecadoras” y de sus cuerpos, que deben ser controlados y disciplinados. Entonces, hasta quienes no “entraban al reino de los cielos” ahora lo pueden hacer adoctrinándose dentro de su propia lógica.
Por eso, más allá de la repercusión que sus dichos provocaron en lo inmediato, los días pasaron y, como decimos las feministas: las mujeres continuamos abortando. Sin embargo, nos permitimos seguir reflexionando sobre el rol que la iglesia católica juega en la geopolítica actual y en específico sobre los cuerpos y las decisiones de las mujeres. Por eso, Marcha dialogó con feministas que, desde sus prácticas, se ven interpeladas por las mujeres que eligen abortar. Así, pusieron su mirada en común Zulema Palma, médica feminista, María Elena Ale y Dahiana Belfiori, Socorristas en red.
-En sus palabras, ¿cuál es el análisis sobre la institución eclesiástica que realizan las feministas?
Socorristas (S): -La figura del Papa es muy compleja, porque el Vaticano es la institucionalización de la religión católica como un Estado, y por el cual goza de privilegios por sobre el resto de las religiones. La iglesia católica ha sido cómplice y hacedora de las peores violaciones de los derechos humanos en la historia de la humanidad. Desde su génesis está manchada con sangre y esta situación continúa hasta nuestros días. Como Estado, el Vaticano sólo ha suscripto a un mínimo porcentaje de tratados internacionales de derechos humanos y jamás ha tenido un gesto de reparación de los crímenes cometidos.
Zulema Palma (ZP): -El Papado es una institución que sobrevivió por XX siglos debido, entre muchas otras cuestiones, a su capacidad de adaptación a los tiempos, pero siempre sin perder su condición de Imperio, material e ideológico, sobre el mundo y sus habitantes, sean o no católicos. Últimamente esto se ha manifestado con la elección por parte del cardenalato –la “nobleza” de más alto rango del imperio católico– del Papa Bergoglio.
-En ese marco, ¿qué lectura realiza el feminismo específicamente sobre la figura de Jorge Bergoglio?
ZP: -Eligieron a un cura jesuita que a través de su aparente simplicidad, simpatía y sencillez trata de estar más cerca de la gente. Pero que en realidad es un astuto político, que sabe, como buen político, que necesita estar en los medios masivos de “incomunicación” la mayor parte del tiempo, si es posible, todos los días y que, de esa manera, pone títulos y agenda mediática. Puede que salga en los medios porque está comprando anteojos en Roma sin estar acompañado por custodia visible u opinando sobre fútbol e “hinchando” por su equipo favorito o proclamando “cambios” en las normas que rigen su institución que los medios califican de “revolucionarios”. Cambios que son sólo maquillaje o, directamente, nuevos modos de lograr que regresen las “ovejas perdidas” al “rebaño” eclesiástico, que fue uno de los objetivos de la elección de Bergoglio como Papa por parte de los cardenales.
-Recientemente, Bergoglio indicó en una carta la posibilidad de “absolver el pecado del aborto” a las mujeres que se arrepintieran. ¿Qué reflexión amerita este tipo de pronunciamiento?
S: -Las mujeres, seguimos siendo, para la iglesia católica y su máximo representante, pecadoras que debemos arrepentirnos para alcanzar el perdón de un ente abstracto que nos promete una vida más allá de la vida… Y la verdad es que no debe haber un gesto de mayor libertad que decidir sobre nuestros propios cuerpos.
ZP: -La medida de permitir a más curas “perdonar” a las mujeres si se confiesan y “arrepienten” por haberse practicado “un” aborto, sólo trata, desde mi perspectiva, de hacer que vuelvan a la iglesia algunas mujeres católicas que sienten culpa por lo que han hecho y que quieren sentirse liberadas de ese peso; culpa y peso producidos por la misma iglesia que ahora las “perdona” para seguirlas oprimiendo y sometiendo a una moral misógina y violentadora de conciencias. Claro que tienen que apurarse porque esta medida “misericordiosa” tiene plazo de vencimiento: dura sólo un año a partir del pronunciamiento papal.
Por otro lado, el sacramento de la confesión requiere “arrepentimiento y penitencia”; y dado que el arrepentimiento implica no volver a cometer el mismo “pecado”, me pregunto: si las mujeres “arrepentidas” necesitaran hacer un aborto nuevamente, por ejemplo, si un nuevo embarazo pusiera en peligro su vida, ¿no podrían practicarlo y su vida quedaría en manos de la voluntad divina? Este es otro de los fines de esta medida: seguir controlando, dominando y violentando a las mujeres en el ejercicio de sus necesidades más primarias y en el disfrute de sus derechos inalienables. Y en esto estará la “penitencia”.
-¿Y qué le responderían como feministas?
S: -A Bergoglio, devenido en Papa Francisco, le advertimos que más que perdonar a las mujeres que abortan, debería pedirnos perdón por tantas muertes en función de imponer un culto religioso, por perseguirnos, por humillarnos, por atormentarnos, por maltratarnos y condenarnos a prácticas que atentan contra nuestra vida y nuestra libertad.
No necesitamos tu perdón, Francisco. Nosotras mismas nos hemos gestionado otros modos de libertad de conciencia, desde el momento en que asumimos la ciudadanía de nuestros cuerpos, en función de defender esta vida que tenemos. Las personas con capacidad de embarazarnos seguiremos abortando, y las socorristas acompañando.
Bienaventuradas las “arrepentidas de corazón” por haber abortado, porque de ellas será el reino de los cielos. Nosotras, las ovejas descarriadas, las brujas, las que no queremos ser madres, seguimos abortando aquí en la tierra, con ley o sin ella. No necesitamos ningún perdón, porque no estamos arrepentidas. Hace unos meses, luego de acompañar como socorristas a una católica practicante a abortar, recuerdo que escribí: A Bergoglio se le escapa que sus fielas no consideren pecado el aborto. ¡Qué problema! ¿No?: “Voy a misa todos los domingos pero yo creo que el amor es también no tenerlo.” Mujer de treinta años, madre de tres niñas, católica. Sí. Las católicas también abortan.