Por Emiliano S. El pasado sábado, Walter Giardino -guitarrista y líder de Rata Blanca- y el ex vocalista de Rainbow y Deep Purple, Joe Lynn Turner, rememoraron clásicos de sus bandas e hicieron sudar las paredes del Teatro Vorterix.
En la fortaleza de Lacroze y Álvarez Thomas, el remodelado Teatro Vorterix (sociedad de Pergolini y el grupo MTS), se juntaron los desgraciados. Virtuosos desgraciados. Tras el fallido arribo del año pasado (¿será que no es negocio traerlo “solito” con su voz?), Joe Lynn Turner -la voz de los hijos de Ritchie Blackmore: Rainbow y Deep Purple- compró bien: Walter Giardino, aquel que ya había tocado con las otras ex voces de las bandas británicas de Ritchie, como Glenn Hughes, White Doogie y Graham Bonnet. El proyecto constó de dos fechas: el viernes en el Teatro Colonial de Avellaneda, monopolizado por las producciones de FM Pasión (para recordar viejos tiempos de Rata Blanca haciendo giras en boliches de la movida tropical), y el sábado en el Vorterix.
La desgracia de Giardino es el desprecio. ¿Se merecía que le gritaran, jugando de local, con un público variopinto de remeras de Rata Blanca y Temple -su proyecto solista de 1998- hasta Games of Thrones, “¡peluca, peluca!”? Giardino liga todos los golpes, propios y ajenos. El culpable del cantito fue Ricardo Iorio, quien ya así había inmortalizado a Adrián Barilari (cantante de Rata) luego de su pose pública, en propagandas televisivas y carteles callejeros, para una afamada empresa de reconstrucción capilar. Sí, Giardino es bienvenido por su público, y por esos cantitos. Lo cierto es que su virtuosismo y su ego desmedido generan odios multilaterales. “Bueno, en el bajo les voy a presentar a Pablo…Pablo Mo…ty….czak….bueno, algo así. No importa cómo se llame, importa que toca bien”, unas palmaditas en la espalda al melenudo bajista y toda la escena solita para su viola. Así es la acidez de Giardino, quien no duda en castigar a la revista Rolling Stone por ubicarlo en el puesto 13 de los mejores guitarristas argentinos. ¿Pero cuál es el encono? El primer lugar del ranking es exclusividad Pappo. Pequeño detalle. Guerra de razas.
El otro desgraciado de Joe entró a Rainbow cuando Ronnie James Dio le decía adiós a Ritchie y se ponía al frente de Black Sabbath, ya sin Ozzy. Es en 1981 cuando Turner debuta con la placa Difficult to cure. Pero el hard rock y el metal británico estaban presenciando el parto de Ace of Spades (1980) de Motorhead, Blizzard of Ozz (1980) de Ozzy Osbourne, el propio Sabbath con Dio a la cabeza y su Heaven and Hell (1980), y la nueva ola de heavy británico con Iron Maiden por dos: Iron Maiden (1980) y Killers (1981).
Hablando de Maiden, el vocalista de sus dos primeros discos, Paul Di’ Anno, también visitó el Vorterix en el invierno, y con una banda de músicos locales,La Bestia, comandada por el bajista de Tren Loco, Gustavo Zavala. La diferencia entre Turner y Di’ Anno, física y psíquicamente es bestial. Di Anno se pasó todo el concierto escupiendo y vomitando (enfermedad crónica que lo llevó a dejar Maiden); Turner, dignificando su voz.
Luego de Rainbow, Turner se hizo parte de Deep Purple en 1990 con Slaves and Masters. Pero la escena metálica tenía una nueva figurita (sumada al Glam de los 80’s en plena emergencia del mainstream regenteado por MTV): la escena Trash dela Bay Area. Metallica, Megadeth, Anthrax y Slayer arrasaron. Pantera colaboró y, para sumar yeta, el grunge se llevó una buena parte del público metalero o que consumía rock pesado.
Ambos malditos, Giardino y Turner, dividieron el set del sábado en dos bloques. El primero, ordenó brevemente un repaso de Temple, la banda solista de Giardino (cuando congela Rata Blanca), esta vez con Javier Barroso (ex Lorhien) en la voz, el impronunciable Pablo en bajo y “mambrú” Scarcella (de Rata) en batería. Luego, con Turner en escena, se sumaría Danilo Moshen en teclados. El agite comenzó con “Héroe de la eternidad” y “Alquimia”. Barroso, uno de los más aplaudidos y reconocidos por el público, sonreía como el guasón.
Breve interregno de Temple para escuchar los primeros acordes de “Anya” de Purple (The battle rages on, 1993) y arrancar con el otro bloque. Los clásicos no fallan, aun con desgraciados al frente. Turner, fisonómicamente, es un engendro en formol: mitad Marky Ramone, mitad Paul Stanley (Kiss), “mucha cama solar” (se escuchaba en los rincones, entre risas), pero intacto.
Luego, la euforia pop y hitera de “I Surrender”, corte de Difficult to cure. Esperando volver a Purple, suenan “Pictures of home” y “Demon´s eye”, prologando los tributos a los mártires del metal. El homenaje a Jon Lord y Ronnie James Dio llegó con “Perfect Strangers” de la placa homónima de 1984 y una rapidísima versión de “Man on the Silver Mountain” (Ritchie Blackmore’s Rainbow, 1975).
No faltó motivar el pogo con “Deja Vu”, tema incluido en Odyssey (1988), cuando Turner acompañó a otro animal del power metal, el sueco Yngwie Malmsteen. Giardino es Hyde, y cuando quiere Dr. Jekyll. Hace de Ritchie, de Malmsteen, de Giardino, hace de quien quieras. No faltó lugar tampoco para las baladas de Rainbow “Street of dreams” y “Can’t let you go”.
El cierre, previsible: “Spotligth Kid” (afano posterior de Giardino en su “Chico Callejero”), “Long Live Rock and Roll” y el motor de Machine Head (1982), “Highway Star”. Se van pero es mentirita: faltaba recordar a otra voz (viva) de Purple, David Coverdale, y “Burn”. Paradoja de cierre, para aquel Giardino que rajó a patadas en el culo a sus músicos de Temple, allá por el 2000 por no saber tocar a la perfección ese tema. Los ex Temple le mojaron la oreja haciendo una nueva banda: Quemar (sic). No le peguen más. A disfrutar, es Giardino.